La economía de una pequeña isla como Chipre ha terminado por poner en jaque a la gigantesca estructura del euro. Y ha sido por culpa de una de las soluciones propuestas por sus gobernantes: la creación de un impuesto especial a los depositarios de fondos bancarios. Una medida que buscaba hacer pagar a las grandes fortunas rusas y, de rebote, a los ahorros del ciudadano medio. La desconfianza que la medida ha suscitado en el resto de ahorradores europeos, y el "efecto dominó" que podía provocar, han hecho finalmente rectificar a la Unión Europea. La situación es tan delicada para la isla que hasta la Iglesia Ortodoxa ha ofrecido su patrimonio como aval para solventar la posible quiebra del minúsculo país mediterráneo. Rusia quiere, a cambio de su ayuda, derechos sobre los yacimientos de gas que se han descubierto en las costas chipriotas y la lista de los evasores que han refugiado su dinero del fisco ruso en los bancos chipriotas. Y la UE está dispuesta a poner hasta diez mil millones de euros para el rescate. Informe Semanal profundiza en esta maraña chipriota desde el conocimiento de expertos en economía y política internacional.
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