Sinopsis
Informe Semanal demuestra, a través de la investigación llevada a cabo por la Red de Periodismo de la UER, la estrategia del Kremlin para rusificar los territorios anexionados de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. Mientras el frente de guerra ucraniano-ruso sigue activo, esos territorios ocupados de Ucrania se encuentran casi aislados y no es fácil saber qué está ocurriendo. Sus habitantes viven en medio del silencio y el miedo: "La tortura llegaba hasta la muerte. Vi que todos estaban golpeados, magullados y cubiertos de sangre", recuerda Leonid Remyga, jefe médico del Hospital Clínico de Jersón, relevado de su puesto cuando Rusia ocupó su ciudad. Los entrevistados hablan de tortura, muerte, amenazas, intimidación, coacción, lavado de cerebro cultural y adoctrinamiento militar, persuasión y silenciamiento.
La investigación ha pivotado sobre cuatro pilares básicos: la nacionalización forzosa como chantaje para acceder a servicios básicos, la educación, el reclutamiento militar y la cultura. "Mi amiga me dijo que tenía el pasaporte ruso. Lo necesitaba para que le diesen insulina y sobrevivir. Está jubilada", cuenta Larysa Borova, que consiguió salir de los territorios ocupados en junio. La ley de ocupación prevé, por ejemplo, explícitamente, la continuidad de la educación de los niños en su propia lengua. "No se puede exigir ni obligar a los civiles de los territorios ocupados a servir en el ejército de ocupación", explica Cordula Droege, del Comité Internacional de la Cruz Roja. "No puedes cambiar a la gente de nacionalidad, no la puedes cambiar de territorio, no puedes sacar a los que estaban en el territorio que era su casa y trasladarlos contra su voluntad a otra parte. Y no puedes tampoco implantar tu población en los territorios que has ocupado", afirma Carlos Castresana, fiscal especializado en Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
