Martin Luther King, más que un sueño

Una década de grandes marchas pacifistas e innumerables riesgos, incluidos muchos encarcelamientos y palizas, fueron necesarios para que el presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, prohibieran la segregación racial en 1964, primero aprobando la Ley de Derechos Civiles y trece meses después la Ley del Derecho al Voto. Un avance histórico. O eso parecía porque todos, incluido Martin Luther King, pronto se dieron cuenta de que la realidad era bastante diferente. Si bien la justicia racial parecía haber evolucionado, al menos en el papel, las enormes desigualdades continuaban existiendo. La vivienda, el desempleo y otras dificultades socioeconómicas continuaron plagando los barrios de clase trabajadora del país.

Martin Luther King dedicó su vida, y luchó sin violencia alguna, por la causa de la igualdad, la justicia y el verdadero cambio social.

El 4 de abril de 1968 es alcanzado por un disparo en la garganta perpetrado por un supremacista blanco. La muerte de Martin Luther King conmociona a los estadounidenses, y al propio presidente Johnson. La ira y la tristeza se traduce en el estallido de disturbios en numerosas ciudades. Para calmar los ánimos, Johnson presiona al Congreso para que apruebe una nueva ley, la Ley de Vivienda Justa, que condena la discriminación de vivienda. Una pequeña victoria póstuma para King, pero lejos del sueño que tenía.