En España hay medio centenar de minas de carbón, más subterráneas que a cielo abierto. Hay explotaciones en Asturias, León, Teruel o Ciudad Real. En ellas trabajan cerca de 5.000 mineros, aunque el sector genera otros 25.000 empleos indirectos. Muchas comarcas mineras siguen dependiendo casi exclusivamente del mineral negro que ha ido decayendo desde los 80. El sector factura alrededor de 700 millones de euros anuales, pero sobrevive gracias sobre todo a las ayudas públicas. Entre 1990 y 2012 recibió 24.000 millones. Las subvenciones acabarán sin embargo en 2018 por orden de Bruselas. Ese año finaliza el Plan del Carbón firmado el año pasado tras meses de protestas y encierros, que culminaron con la marcha negra en Madrid. Según el acuerdo, el carbón generará el 7% de la electricidad en los próximos cinco años. La agencia Internacional de la Energía cree que en 2017 el carbón y el petróleo tendrán el mismo peso energético si países emergentes como China o India siguen creciendo y consumiendo carbón como ahora. Pero ese argumento choca con la rentabilidad del carbón español muy cuestionada. España produce nueve millones de toneladas de carbón al año, pero importa el doble. Sale más barato traerlo desde Australia o Canadá.
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