Antes que autista, Lucas es un niño de 8 años. Hoy nos recibe con mucha tristeza: no comprende por qué no puede seguir jugando con sus amigos del campamento de verano del cual ha sido expulsado. Su madre, Johana, entre lágrimas, denuncia la falta de voluntad de la empresa de ocio para que se facilite su inclusión. No es la primera vez, asegura, que le discriminan. “Con esta son tres veces que le expulsan de un campamento de verano. Para cualquier niño, es terrible sentirse excluido”, nos cuenta.
Con su testimonio, quiere romper falsos mitos entorno a un trastorno neurológico lleno de prejuicios. Niega que el autismo de Lucas sea antisocial. “A él, como a muchos otros, lo que le gustaría es estar integrado. De hecho, va a un colegio normalizado en aula ordinaria con el resto de compañeros neurotípicos. Sus alteraciones de conducta nunca son malintencionadas”, nos detalla. Por eso, su expulsión es injustificada.
La inflexibilidad mental es una característica habitual en la conducta autista, para ellos las cosas tienen que ser o estar de una manera concreta, alterar su orden le produce conflicto psicológico que desencadena en conductas disruptivas. “Controlar esas rabietas o conductas fuera de lugar es tan sencillo como anticiparles lo que va a pasar”, ha asegurado Johana
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