El 23 de abril de 1983, Luis Rosales Camacho (Granada, 1910-Madrid, 1992) recibía de manos del Rey Don Juan Carlos I, el Premio Cervantes.
Tras unas líneas de agradecimiento por el premio, Rosales detiene, su discurso, en la importancia de la lengua como patria: “Hemos nacido a ella y hemos vivido en ella. Mas la lengua es también la frontera de cada hombre. Delimita la vida personal y
perfila nuestras virtudes y nuestros vicios, nuestros valores, nuestros saberes y nuestros poderes”. Una consideración que exige la labor “estabilizadora" y "vigilante" del espíritu de comunidad de la misma por parte del escritor.
En su particular tributo a Cervantes, Luis Rosales se declara imitador del escritor alcalaíno. No sólo un ejemplo, al que se admira, sino, también, un modelo al que se imita. Y la razón es clara: "Cervantes siempre ha sido un escritor contemporáneo. Nunca ha perdido esa virtud. Nunca ha perdido el contacto interiorcon los lectores. Nos habla desde dentro de nosotros, y por esta razón ha sido, al mismo tiempo, compañero y contemporáneo. Su lectura es imprescindible porque aún tiene una actualidad sucesiva, misteriosa y profética. Y algo más todavía: sigue teniendo una actualidad liberadora".
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