El Premio Cervantes 1979 fue concedido, ex aequo, al escritor argentino Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899-Ginebra (Suiza), 1986) y a Gerardo Diego (Santander, 1896-Madrid, 1897). En primer lugar, habló Borges, quien elabora un bello y breve discurso en torno al proceso creativo del escritor, que sostiene: "tiene que sentir, luego soñar, luego dejar que le lleguen las fábulas; conviene que el escritor no intervenga demasiado en su obra, debe ser pasivo, debe ser hospitalario con lo que le llega y debe trabajar esa materia de los sueños, debe
escribir y publicar...".
Gerardo Diego, por su parte, aprovecha su discurso para ensalzar a Borges y la amistad que les une desde 1920. Y elogia, asimismo, la gran labor de Miguel de Cervantes, manifiesta en su obra particular y en otra de inabarcable magnitud: "Cervantes se alzó con la monarquía del idioma por un puro azar de simpatía. Otros le superan en esto o en lo otro. Ninguno le alcanza en la virtud de congraciarse inmediatamente con el ánimo de cada lector, de hablarle -y sentir el lector que es así- de tú a tú, de corazón a corazón. Y por eso su lengua es ya hoy de todos y se ha convertido en el campo donde convergen americanos y españoles, poetas y eruditos, innovadores y arcaizantes, académicos y rebeldes..."
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