Sinopsis
Una de cada 6 personas sufrirá un ictus a lo largo de su vida. El ictus es la segunda causa de muerte y la primera de discapacidad. Los estudios advierten de que los casos podrían aumentar un 34% en el año 2030 debido al envejecimiento de la población y a los hábitos de vida poco saludables.
Manel, 62 años. Acaba de llegar a urgencias del Hospital de la Vall d’Hebron de Barcelona. Al despertar, esta mañana, ha sufrido un fuerte dolor de cabeza. Luego apenas podía mover una parte del cuerpo. Poco a poco se ha ido desvaneciendo. Han avisado a la ambulancia y se ha activado el “código ictus”. Todo un dispositivo se ha puesto en marcha. Después de una operación de urgencia le han sacado el trombo que obstruye la circulación. Ha evitado la muerte, pero este episodio le cambiará la vida para siempre.
En España cada año sufren un ictus unas 120.000. Una obstrucción del riego sanguíneo o una hemorragia acaba con la vida de las neuronas y ello deja graves secuelas a las personas que lo padecen. El ictus es la segunda causa de muerte entre los hombres y la primera entre las mujeres y es la primera causa de incapacidad laboral.
La edad y la genética son factores importantes para que se produzca un ictus, pero cada vez aumentan más los casos entre la población joven. “Son los malos hábitos como el estrés o la vida sedentaria, y los tóxicos como el alcohol y el tabaco algunos de los factores que pueden desencadenar un ictus”, nos cuenta Marta Rubiera Neuróloga de la unidad de Ictus del hospital de la Vall d’Hebron.
Julia Ngui tiene 55 años y le dió un ictus hace 5. “Al principio no podía hablar, ni moverme, no podía ir sola al baño. Estaba muy muy mal” Nos explica mientras acude a sus clases de rehabilitación en Adacen, la asociación de daño cerebral adquirido de Navarra. La gravedad del ictus y la salud de la persona marcarán su recuperación, que es más acentuada durante los primeros meses. En la mayoría de casos, la rehabilitación consiste en salvar las neuronas dañadas o conseguir que el cerebro acabe encontrando maneras de sustituirlas. “Es un trabajo muy lento, de largo recorrido, hay que tener mucha paciencia” Nos cuenta Rafael Ardanaz mientras hace trabajos de rehabilitación con el exoesqueleto que disponen en Adacen. Él hace 7 años que sufrió un ictus, entonces tenía 62 años. “Cuando me desperté sufrí un ictus que me dejó hecho polvo. Me cambió la vida por completo”. Rafael trabajaba de camionero y amaba su profesión. Ahora lo que más echa de menos es conducir.
A pesar del ictus que sufrió Josep Maria Biela,y que lo dejó al borde de la muerte, dos veces por semana coge su bicicleta y sale a pasear. Le acompañan un grupo de personas de Amill (Associació de Malalts i Familiars d’Ictus de Lleida). Muchos afectados nos explican que no se imaginaban volver a ir en bici, después de lo que han pasado. El entusiasmo que les contagia Josep María les ayuda a superar las secuelas del ictus. Porque una parte importante de la recuperación depende de la actitud y motivación del paciente.
