Dos ratas. Una en un laboratorio de Brasil, la otra, en uno de Carolina del Norte. Cerebros conectados con unos electrodos y comunicados por internet. Tienen sed y deben encontrar agua accionando una palanca. Sólo a una le dan pistas y le indican dónde está.
Comprueban que la experiencia de la primera la utiliza la segunda, aunque está a miles de kilómetros. La rata 2 aprende la dirección adecuada y consigue beber agua. El experimento lo avala la Universidad estadounidense de Duke. Los investigadores dicen que no pretenden controlar cerebros, sino intentar trasladar esta experiencia a humanos y conectar con áreas dañadas por enfermedades o lesiones para activarlas. Esto podría ayudar, por ejemplo, a personas afectadas por parálisis. Lo difícil será entrar al cerebro humano sin perjudicarlo
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