Otra jornada de infarto en los pasillos del capitolio para sacar adelante un plan que, a pesar de las sonrisas del vicepresidente Biden, no gusta a casi nadie. No le gusta al tea party porque finalmente se sube el techo de la deuda en más de dos billones de dólares, lo suficiente como para no tener que volver a negociar, como quería el movimiento ultraconservador, antes de las presidenciales del año que viene. No le gusta al líder republicano porque además habrá un recorte del gasto de defensa de 350.000 millones de dólares...aunque fuera de las cámaras John Boehner reconoce que se han cumplido sus peticiones en un 98%. No les gusta a los demócratas más liberales porque se recortan demasiados servicios sociales y, sobre todo, no se tocan los impuestos de las rentas más altas. Ni al presidente Obama, que peleó hasta el último minuto para subir esos impuestos y que al final ha renunciado, para conseguir un acuerdo que evitará la suspensión de pagos, permitirá pagar las facturas y reducirá el déficit de una forma responsable. En principio el acuerdo prevé un recorte del gasto de dos billones y medio de dólares en 10 años, un billón doscientos mil millones de aquí a finales del 2012. Es una acuerdo terrible, sólo para evitar el caos titula hoy el New York Times en su editorial, una capitulación casi total frente a los extremistas republicanos...Mientras que el Wall Street Journal, la biblia en el mundo financiero, aplaude el acuerdo, que define como un triunfo del Tea Party, aunque también cree que los recortes no son suficientes.
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