En los saludos ya se veía que la primera debilidad del Barça era una cuestión de altura. Nada nuevo. Sí lo fue que sólo en el primer tiempo ya cediese ocho córners, provocados por el mejor juego del Bayern, no por casualidad. Como el 1-0, tras el quinto saque de esquina, a los veinticinco minutos. El Barça protestó una falta de Dante sobre Alves en su dejada de cabeza hacia Müller. Los tres primeros goles llegaron con polémica pero hubiesen podido hacerlo antes y ser más si no hubiese sido por Valdés. En el 2-0, en otro córner, Mario Gómez remata en fuera de juego. En la repetición le tapa Javi Martínez, pero desde el ángulo contrario se ve que el goleador alemán está más adelantado que Alves. Más clara aún fue la falta en el bloqueo, como en un partido de básket, que hizo Müller a Jordi Alba en el 3-0 de Robben. Era el gol que mataba el partido. Cuando todavía estaba abierto, en el primer tiempo, fueron los alemanes quienes protestaron dos manos de Piqué y Alexis dentro del área. Poco importaba el desastre arbitral cuando Müller remató el definitivo 4-0 y así lo entendieron los propios futbolistas culés. El feo gesto de Jordi Alba con Robben fue la excepción de un equipo que supo perder en su día más difícil.
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