Pretendía ser una Nochebuena feliz. Grupos llegados de todo el mundo ambientaban la Plaza del Pesebre de Belén, ciudad que cada Navidad atrae a miles de turistas y peregrinos.
Pero poco antes, a unos 100 kilómetros de allí, se iniciaba la mayor escalada de violencia en un año entre Gaza e Israel. En la frontera, un francotirador palestino mataba a un joven israelí. Poco después, los bombardeos israelíes sobre la Franja quitaban la vida a una niña de tres años.
Este episodio reaviva el fantasma de la ofensiva israelí de hace un año y pone en riesgo el frágil proceso de paz retomado hace cinco meses.
A la medianoche, desde la Iglesia de Santa Catalina de Belén, el patriarca latino de Jerusalén llamaba a la reconciliación. La máxima autoridad católica en Tierra Santa, Fuad Twal, pedía en su homilía "una solución justa y equitativa para los palestinos".
Entre los cientos de asistentes que abarrotaban el templo: una invitada de honor, Catherine Ashton, la jefa de la diplomacia europea, a la que los palestinos piden mayor implicación para salvar las agónicas negociaciones de paz.
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