Once años después de los atentados del 11-S, los neoyorquinos conmemorarán el aniversario con preocupación por la salud de los trabajadores de emergencias que sirvieron en aquella jornada, y con el telón de fondo de la polémica por la lentitud en las obras de reconstrucción de la Zona Cero.
Cuando las Torres Gemelas, con sus 110 pisos de altura, se vinieron abajo, también lo hicieron miles de toneladas de acero, cemento, cristales y amianto. Miles de litros de combustible de aviación y plásticos ardieron, liberando en la atmósfera sustancias cancerígenas.
La semana pasada, el Departamento de Extinción de Incendios de la ciudad de Nueva York añadió nueve nombres a los 55 ya inscritos en el muro en el que se honra a los bomberos muertos por enfermedades relacionadas con las labores de rescate.
Algunas estimaciones elevan a más de 1.000 el número de fallecidos por enfermedades originadas por el 11-S. En todo el país, al menos 20.000 trabajadores de la Zona Cero han recibido tratamiento médico y 40.000 son objeto de seguimiento en el llamado Programa de Salud del World Trade Center.
Ante esta realidad, la polémica por la reconstrucción de la Zona Cero parece ridícula. Aunque se ha avanzado en el desarrollo de la zona, el proyecto está estancado por peleas políticas y ha incurrido ya en sobrecostes de miles de millones de dólares.
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