¿Por qué nuestras huellas son únicas?

Cada vez que tocamos algo, dejamos un rastro único, la huella dactilar, un patrón de líneas curvas que no compartimos con nadie más. Por eso, esta huella sirve desde hace más de 200 años para identificarnos. Es fundamental, por ejemplo, para descubrir la identidad de un criminal o ponerle nombre a un cadáver. ¿Pero cómo se forma ese modelo exclusivo que no tiene un componente genético? Pues la ciencia parece haber encontrado la respuesta.