Así lidiamos los jovenes con la ansiedad: "No fui consciente del problema hasta que un día sufrí un síncope y peté"
- "Los Millenials somos más la generación del Mr.Wonderful y el Zeta tiene ahora más fácil desmontar eso", explica Marta Mota, psicóloga
- S., de 23 años, nos cuenta de donde viene su ansiedad: "Todo empieza cuando en la adolescencia sufro violencia de género durante 4 años"
- "Emocionalmente no estaba bien y me di cuenta de que no era capaz de gestionar lo que me estaba ocurriendo", detalla M. (25 años)
Parece que cada generación que pasa sufre más mentalmente. O eso dicen los estudios que hasta hace poco señalaban que eran los Millennials los que mostraban una mayor tasa de depresión y otros trastornos. Pues ya estamos aquí los Zetas para arrebatarles el título y hacer historia.
Según un estudio de la Asociación Americana de Psicología: “la gran mayoría de los jóvenes pertenecientes a la Generación Z sufre más estrés, ansiedad y otros trastornos en comparación con las generaciones anteriores.” En nuestro país se han hecho eco de estos problemas desde el seminario “Millennials y Generación Z. La depresión invisible”, que destaca que al menos un 20% de los jóvenes habían sufrido algún trastorno depresivo antes de los 18 años.
Pero, ¿por qué nosotros? Conversamos con dos jóvenes que sufren estos trastornos y que prefieren mantenerse en el anonimato. Y por otro lado, hablamos con una profesional en el ámbito de la salud mental con jóvenes: Marta Mota (28 años), psicóloga clínica.
S. (23 años) y M. (25 años) sufren de ansiedad y nos cuentan su experiencia
Por qué crees que la generación Z es la que más ansiedad y depresión sufre de la historia?
S.: Creo que somos la generación que tenemos más al alcance herramientas con las que expresar cómo nos sentimos y influencers con los que identificarnos. Vamos que ya no es tan tabú. Ya no es que seamos los que sufren más si no que nos sentimos más libres para contarlo. A lo mejor cuando mis padres eran pequeños, contarlo suponía que estabas loco. Pero estas alas para contarlo también suman presiones. Estamos expuestos cada vez más, hay un nivel de exigencia muy grande. En general todo va todo mucho más rápido y eso genera más estrés y más problemas de ansiedad que nunca.
M. : Creo que es por la manera que tenemos de tomarnos las cosas, de enfrentarnos a ellas y sobre todo de gestionar nuestras emociones. Creo que hemos estado más protegidos que nuestros padres, y a la hora de tener que enfrentarnos a la vida, nos hemos visto faltos de capacidades para gestionarlo.
¿Nos puedes explicar tu caso?, ¿Cuál fue la señal o señales para identificar que algo te pasaba?
S. : Todo empieza cuando en la adolescencia sufro violencia de género por parte de la que era mi pareja. Nadie lo sabía, lo llevaba en silencio. Hoy mi familia aún no lo sabe. Yo me fui quedando sin amigos porque mi novio controlaba toda mi vida desde los 14 a los 18 años. Esto es un problema porque no lo exteriorizas y lo vas guardando. Luego llego a la Universidad y me creo que lo he olvidado, que ya no está en mi vida. No lo he olvidado. Hago 21 años y me doy cuenta de que hay algo en mí que no va bien. Se me juntan varios problemas de salud de mi familia, problemas personales con mis amigas y demás… Un día, de casualidad, en clase de cine me piden subirme al estrado para contar la experiencia más impactante de mi vida. Entonces cojo y decido contar, de una vez, que fui víctima de violencia de género durante toda mi adolescencia. Ahí es cuando yo misma me doy cuenta de que algo no va bien. El problema que has ido escondiendo durante toda tu vida y que crees que has superado y olvidado, no está ni guardado, ni superado, ni olvidado. Ese mismo mes exploto. Un día estando sola en casa, me levanto. Me empiezo a encontrar muy mal y me da un síncope. Entonces ya petas. Hasta que no petas, no dices: “hostia, me pasa algo”.
M. : Como muchas personas mi último episodio de ansiedad fue durante la cuarentena. Emocionalmente no estaba bien y me di cuenta de que no era capaz de gestionar lo que me estaba ocurriendo. No era el simple hecho de no salir de casa. Era simplemente que yo no me encontraba bien conmigo misma y no sabía detectar el motivo. Llevo yendo al psicólogo desde hace dos años y empecé precisamente por eso: sabía que me pasaba algo pero no la causa. Esta vez me di cuenta de que tenía ansiedad porque te dan los típicos síntomas como: dormir demasiado o nada, taquicardias e irascibilidad. Eran los síntomas que ya había tenido lo que me hizo decir: me está volviendo a pasar.
¿A quién se lo comentaste primero?
S.: Comentar como tal a nadie. Vino la ambulancia a casa y llamaron a mi madre que vino corriendo. Ya en el médico, me puse a llorar y solté que no me encontraba bien. Por lo que se puede decir que los primeros en enterarse fueron mis padres.
M. : A mi madre porque me dio durante la pandemia. Porque era quien me estaba viendo todos los días. También te digo, si me hubiera dado en una situación normal seguramente se lo hubiese contado antes a mis amigos. No por nada. Porque creo que estos temas salen más naturales con amigos.
¿Cómo te ha ayudado la terapia?
S.: Me ha ayudado a aprender a gestionar mis emociones, a aceptar que estás mal y que tienes ansiedad. Pero sobre todo a cómo controlarla. Porque la terapia no cura la ansiedad si no que te ayuda a vivir con ella.
¿Crees que en tu generación sigue el estigma de ir al psicólogo o ya está superado?
S. : Creo que se está normalizando sobre todo gracias a los personajes públicos. Pero creo que todavía queda mucho por hacer. Personalmente, mis padres se sorprendieron muchísimo y se atormentaron en plan: “¿pero psicólogo por qué?”
M.: Por una parte, sigue ahí el miedo de contarlo. Por otra parte, está mucho más generalizado y aceptado. Como debe ser. Porque ir a un psicólogo no tiene que ser algo a esconder. Mucha gente piensa que cuando acudes a un profesional es porque te ha pasado algo super traumático o que te ha marcado la vida, y no.
Basta con que no te entiendas en un determinado momento de tu vida o que no lo sepas gestionar para que tu cabeza haga click y digas: lo necesito.
¿Consideras que es positivo o negativo contar la propia enfermedad mental en redes sociales?
S. : Creo que hay que hacer un buen uso de ellas. Para ti puede ser positivo o negativo. Hay que ser consciente de que estás exponiendo tu problema y que puede llegar a todas partes. Vas a estar sometido a comentarios de todo tipo, algunos horribles. Pero depende del uso de cada uno y como te encuentres. Yo personalmente no me he visto con la fuerza de ponerlo en redes, ni lo he necesitado.
M. : Creo que es positivo. Aunque es una opción muy personal. Pero si creo que ayuda al resto a reflejarse en ello. A mí con 25 años no me va a hacer cambiar de opinión. Pero a un chaval de 16 años, que cree que ir a un psicólogo es un tabú y ve al influencer de turno que lo cuenta y lo normaliza, igual se anima él también y da el paso.
¿Hay un problema de autodiagnóstico? ¿Cómo diferenciar si es o no real?
S. : Más bien creo que hay un problema de desinformación. Creo que es bueno que se hable cada vez más pero con sensatez y con fuentes fiables.
Creo además que no hay que juzgar. Si una persona te dice que está triste y que tiene depresión, no hay que juzgarlo. Hay que apoyarlo.
M. : Si. Porque muchas veces podemos tender a confundir el agobio y el estrés con la ansiedad. Es decir, puede que un día determinado estés estresado y agobiado por lo que sea pero la ansiedad va mucho más allá. Puede llegar a provocar hasta dolor físico y es mucho más prolongado en el tiempo. Creo que hay gente que se autodiagnostica. Personas que están un poco tristes y dicen: “¡qué depresión llevo encima!” Expresiones como esas no ayudan a nadie. Se está menospreciando la enfermedad y hay que darse cuenta de que hay gente que se quita del medio por una depresión. Entonces hay que saber diferenciarlo bien. Y la opción siempre es ir a un psicólogo.
Aparte de la desinformación, ¿qué otras trabas ves hoy?
S. : Yo fui por la Seguridad Social y creo que no existen ayudas para que la gente pueda ir a un psicólogo de calidad y en condiciones. Porque yo iba una vez al mes y estuve yendo 1 año. Obviamente me ayudó mucho. Pero el proceso es mucho más lento que ir por ejemplo una vez o dos por semana. Por lo que creo que es necesario que haya más ayudas y más profesionales. Como conclusión decir que haber ido al psicólogo desde hace más de un año y que se esté normalizando, me ayuda a poder contarte todo esto sin miedo aunque si un poco nerviosa. Pero creo que hace unos años no lo habría hecho. Me siento orgullosa de mí misma.
La voz profesional
¿Por qué cada vez más jóvenes sufren de depresión o ansiedad?, ¿Somos más quejicas que las generaciones anteriores o menos tolerantes a la frustración?
Marta Mota (psicóloga): No creo que la gente sufra ahora más depresión o ansiedad que antes. Si no que cada vez es más fácil decirlo. Se ha normalizado ir al terapeuta y poder decir que no estamos de acuerdo con lo mayoritario. Los Millenials nos lo hemos tragado todo más, y ahora quizás por la exposición en redes sociales, la gente tiene más voz y hay más modelos a seguir. Los trapos sucios ya no se tienen que lavar en casa. Los Millenials somos más la generación del Mr.Wonderful y el Zeta tiene ahora más fácil desmontar eso. Pero tratando con ellos, no creo que tengan problemas menores o que se quejen a la mínima. Son los problemas de siempre, los mismos que tienen los adultos, relativos al abandono, al amor, al poder, al sexo, a la inclusión…
En España, más de 250.000 menores toman psicoestimulantes para combatir el TDAH, según los últimos estudios del Instituto Nacional de Seguridad Social. Siendo una de las enfermedades mentales más diagnosticadas hoy en los jóvenes. ¿Estamos sobrediagnosticando y sobremedicando o no?
M. M. : Esto es muy complejo. Echándole la culpa a la generación, a la poca tolerancia a la frustración y a las tecnologías lo que escondemos es que hay detrás un lobby farmacéutico muy potente. Hay mucha gente interesada en que cada vez haya más diagnósticos, que no tienen nada que ver con la reivindicación del adolescente que denuncia su malestar. Ellos reivindican que se les escuche no que se les de pastillas. Esa demanda es más de los adultos, de la sociedad medicalizada en la que vivimos y de las farmacéuticas y el dinero que mueve todo esto.
¿Es positivo o negativo contar la propia enfermedad mental en redes sociales?
M.M.: Depende de cómo se use. Si das con un foro donde puedas compartir abiertamente tu sufrimiento y te ves recogido por ello, creo que es positivo. Pero si usas tu sufrimiento como bandera más peligro tienes de quedarte encasillado en ello. Pero como todo.
¿Ha pasado la cultura popular de no hablar sobre salud mental a frivolizar sobre ella?
M.M.: Creo que no se ha pasado a frivolizar con la salud mental. De hecho creo que sigue sin estar normalizado del todo en la sociedad. Quien hace de esto su bandera en exceso es gente que se identifica sobremanera con la enfermedad mental como parte de su identidad más fuerte. Entonces no es cuestión de frivolidad, si no de exhibición. Pero en general creo que sigue oculto y que a la gente le sigue costando admitir que sufre y que va a algún sitio a que le ayuden a manejar sus problemas.
¿Hay un problema de autodiagnóstico?
M.M.: Nos autodiagnosticamos de todo, hasta con lo orgánico. Por ejemplo: cuando estás mal del estómago y en lugar de dar vueltas a tus hábitos de vida y nutrición, te tomas un Omeprazol y piensas tendré intestino irritable. Pues con la salud mental ni te cuento. Un trastorno bipolar, por ejemplo, es un trastorno muy grave en el que la persona pasa por episodios de depresión muy fuertes que se prolongan en el tiempo. Además de episodios maniacos en las que a veces se pone en peligro la propia vida o incluso la de los demás. Con lo cual el trastorno bipolar implica una gravedad importante. Entonces cuando la gente dice: “es que era una tía que un día estaba super borde y al siguiente era mi mejor amiga…” Eso no se corresponde con la bipolaridad. Por lo que no tiene mucho sentido el uso que se hace hoy de los términos psiquiátricos. El ser humano necesita respuestas y muchas veces no las encuentra porque no tienen respuesta fácil. Entonces te agarras a una etiqueta fácil.
¿Cuándo y cómo acude la gente joven a terapia?
M.M. : En las mismas situaciones que los adultos. La verdad que a mi me encanta tratar con los adolescentes porque yo veo esa parte en ellos de cuestión y de búsqueda de libertad. Por ejemplo: ahora vienen y te cuentan con naturalidad que es bisexual, pansexual o que está haciendo un proceso de cambio de género… Me encanta ver que cada vez hay más lugar para diferentes realidades. Cada vez que estoy con ellos me abren la mente. Porque pienso que están denunciando ciertas cosas que nosotros nos hemos tragado.