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Entrevistamos a Agustín, el afamado Soy Tribu

Vivir entre tribus le demostró por qué son más felices

  • Agustín Ostos ha convivido con más de 60 tribus latinoaméricanas y pretende conocer a las del resto del mundo
  • Nos cuenta cómo las descubre, cómo viven, en qué creen, y sobre todo, las grandes diferencias que nos separan de ellas
  • Ausencia del patriarcado, impacto mínimo de la ansiedad y sistemas de educacion basados en la relación con el entorno son algunas de sus características
  • En contra, tienen problemas con el alcohol y peligra su pureza como tribu

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Soy Tribu: "En esta parte del mundo estamos mucho más enfermos que allí"

El 4 de enero de 1952, dos jóvenes argentinos (Alberto Granado y Ernesto Guevara de la Serna) emprendieron el gran viaje de sus vidas. Querían ir de Buenos Aires a Venezuela en moto y lo consiguieron. No sabemos si "Diarios de motocicleta" inspiró o no a Agustín Ostos (Soy Tribu, quien hace tres años también cogió su moto para recorrer el mundo. La idea en principio era hacer una travesía de 4 o 5 años para conocer en profundidad las tribus del planeta. Enseguida se dio cuenta de que el mundo era mucho más grande de lo que él creía,  porque lleva ya tres años y aún no ha recorrido toda Latinoamérica.

El 21 de diciembre de 2017, desde Chile, empezó la aventura para este extremeño, que aunque se licenció en Derecho, con lo que soñaba desde niño era con conocer mundo. Ahora lleva recorridos 65.000 kilométros, se ha visto con más de 60 tribus, le siguen más de 240.000 personas en Instagram y sus vídeos los ven millones de personas. Sin embargo, los números no son lo realmente importante para él. Esta entrevista busca centrarse en el corazón del proyecto, que como nos cuenta el propio Agustín, es el encuentro con las tribus originarias o tribus contemporáneas. Porque al final la gente que se encuentra en su camino, "no tiene porque ser de sangre pura indígena, sino que también puede pertenecer a un colectivo de arte, o como yo lo llamo: a “la tribu crítica” o “la tribu consciente... Si llevamos un poco más allá el significado de la palabra tribu, todos pertenecemos a una de ellas. El secreto está en tratar de buscar cual es la nuestra y si no inventárnosla", apunta Agustín.

Para empezar, ¿te lo montas todo tú solito?

Desde que empecé el proyecto absolutamente todo lo he hecho yo: desde planificar rutas, logística de viaje, grabación, búsqueda de personajes, edición, sonido, color, hasta las redes sociales. En algún momento me ha acompañado alguien: mi exnovia, un amigo del pueblo, pero solo me hacían compañía. Es un viaje muy intenso. Mi amigo aguanto un mes y con ella acabó en ruptura sentimental. Es muy difícil combinar estas dos cosas.

¿Cómo contactas con las tribus que vas a entrevistar?

Tienes que contar con permisos previos porque a lo mejor no eres bien recibido. El cosmos me pone a personitas en el camino que me ayudan a llegar a estas comunidades. En el caso de Paraguay, con los guaraníes, fue la persona que hace de contacto entre ellos y el exterior, porque son comunidades muy cerradas donde no puedes entrar solo porque a ti te apetezca. Recuerdo que se tuvieron que reunir en consejo los grandes abuelos y abuelas para determinar si yo era apto o no. Cuanto más cuesta, más puro es.

Hablando del aislamiento, ¿es posible el aislamiento pleno del sistema actual en el que vivimos?

Bueno hay comunidades no contactadas en el Amazonas, y seguramente en otros lugares del mundo, pero son sitios a los que es casi imposible llegar. Yo trato de que al menos se pueda llegar en moto, aunque el camino sea malo. Aislados, aislados en mi experiencia es casi imposible. Porque quien más, quien menos tiene un teléfono para una emergencia sanitaria. Yo he conocido a varios chamanes que tienen Whatsapp y eso no creo que les haga menos chamanes. Tenemos una pretensión de pureza externa continua, como si los mundos no se pudieran mezclar. Yo creo que si que puede haber una mezcla y que está en manos de cada uno cómo manejarla. No está mal que llegue el tendido eléctrico a tu comunidad, eso no lo hace menos comunidad. No está mal que lleves medicamentos. Ahora, si las nuevas generaciones se olvidan por completo de la lengua nativa, los ritos, las ofrendas y de los elementos naturales, ahí ya hablamos de olvido absoluto de lo que es su tradición. Tampoco creo que en esta parte del mundo mantengamos muy bien las tradiciones. Ojalá sepan resistir y preservarse lo mejor posible, pero esa amenaza está presente en todo el mundo. Lo que si he visto es una mayor voluntad por parte del mundo occidental para tratar de comprarle las tierras. A veces sin permiso van deforestando o provocan un incendio que no es casual. Los he visto cada vez más cercados por ese monstruo que todo lo devora.

Cuando descubren que hay otro mundo fuera de la tribu, ¿hay luego problemas de adaptación de los más jóvenes?

Por ejemplo, dentro de la comunidad Amish a los chavales jóvenes les dan permiso para recorrer el mundo durante un año y que luego decidan si quieren permanecer en el mundo en el que se han criado o en el nuevo. Yo creo que inevitablemente, sobre todo para las nuevas generaciones, es una tentación continua. La realidad es que nuestro sistema está diseñado para seducir. Muchas veces, desgraciadamente, esa seducción ha venido de mano del alcohol. En las comunidades indígenas hay un problema de alcoholismo brutal a pesar de que puedan estar aisladas. Es una bacteria que entra cada vez más en ese mundo. Al final, tenemos el idealismo de la pureza. Nosotros queremos que eso se mantenga puro, pero acaba siendo una decisión de ellos, que lo hagan consciente o inconscientemente es otra cosa. A lo largo de toda la historia si algo se ha demostrado es que puro no hay nada y que estamos todos mezclados con todos. Pero yo creo que es muy posible que se sientan tentados. Es humano también, ¿verdad?

¿Cómo viven ellos su día a día? ¿Cómo se organizan? ¿En qué sistema creen?

Esto es súper casuístico, depende mucho de la comunidad y del país. Por ejemplo, dos comunidades del mismo pueblo: los quechuas o los aymaras, pueden tener un sistema de organización diferente. Lo que si he observado son patrones que se repiten. Por lo general he observado que no hay una preponderancia de la figura masculina en torno a la toma de decisiones. Está bastante más diluido el tema del patriarcado. Cuando estuve con los guaraníes, en el interior de Paraguay, fue la gran abuela la que me dio su palabra y la que habló en representación de su pueblo. Ella era la lideresa espiritual y no su marido que estaba al lado. Esta situación se repite en varias de las comunidades en las que he estado. El otro patrón que he detectado es que tiende a agradecer a los elementos naturales: el sol, la luna, el mar, el viento… Ellos son conscientes de que esos son los elementos que les permiten la vida. Por eso una de las cosas más importantes que he encontrado cuando convivo con esta gente es que cuidan mucho más la naturaleza que nosotros. Porque ven el proceso de principio a fin y saben que estuvo primero eso que nosotros.

Respecto al rol de género, ¿crees que se dibujan las mismas desigualdades que aquí?

No vi una predominancia de género dentro de las comunidades mejor preservadas. Es cierto que cuando he estado en zonas donde están bastante más mezclados, y no se da la preservación del origen indígena, sí que se da el rol de género, que por supuesto, es mucho más patriarcal. En cambio, en las comunidades mejor preservadas he visto incluso mayor predominancia de la mujer.

¿Qué ocurre si se ponen enfermos de gravedad?

Depende de la comunidad, no se puede generalizar. Hay comunidades que tienen sus propias escuelas y sus centros de salud. Cuando estuve con los arhuacos en Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia), me quedé flipando porque tenían un buen centro de salud a pesar de ser una comunidad cerrada al exterior. Para llegar atravesé tres horas por un camino tortuoso. También tenían escuela y acceso a los medicamentos. Depende muchísimo de la accesibilidad que tengan. En general es cierto que cuanto más aisladas están, más se acepta que igual que un ganadero con su rebaño de ovejas alguna se le va a morir. Algo que quizás con medicamentos sería fácilmente evitable. Cuando estuve con los quechuas en Ecuador, el chico con el que estuve tenía nueve hermanos vivos y en la infancia murieron cinco. La muerte está mucho más naturalizada. En el parto pueden morir porque son partos naturales. Cuando es una enfermedad de un adulto lo suelen achacar más a algo emocional. Tienen un montón de remedios y de maneras de ahuyentar a los malos espíritus y purificar el alma para que eso sane el cuerpo. Lo ven como un binomio indisociable. Yo observo que en esta parte del mundo se va al síntoma, a aplacar el síntoma y ya está. Seguro que nuestra medicina tiene muchas cosas buenas, pero no vamos al posible origen que desencadenó eso. He estado con curanderos que afirmaban llevar 40 años sin ni siquiera resfriarse. Muchas veces si lo de dentro está bien, lo de fuera resiste. Es otro sistema.

¿Y la educación?

En muchos sitios no hay una educación escolarizada año por año y con x materias. La educación puede provenir de una manera diferente: entender los ciclos de la luna, los ciclos de la tierra, la importancia del agua, que una planta mezclada con otra produce algo, qué recoger o qué sembrar. Es un tipo de educación enfocada a la vida de la persona en ese entorno. Aquí está más enfocada a la acumulación de conocimiento y datos.

Uno de los grandes problemas de nuestra sociedad es que no estamos muy bien por dentro. ¿Crees que el neoliberalismo es culpable de los problemas mentales que sufrimos?

Lo he observado cientos de veces en muchos sitios: cuando la gente tiene menos, pero sus necesidades básicas están cubiertas, la graduación de felicidad tiende a ser mucho mayor. Es una correlación que se repite y se repite. El sistema en el que vivimos aquí tiene sus bondades, pero es innegable que nuestras tasas de depresión, suicidio y de problemas psicológicos de todo tipo es bestial. Es la más alta del mundo. Si eso lo unes a una alimentación industrializada llena de transgénicos, se traduce en que en esta parte del mundo estamos mucho más enfermos que allí. Recuerdo en la selva ecuatoriana a la abuela Lucía que estaba con 98 años pegando machetazos para abrirse camino a través de la selva, porque o lo hacía o la selva se comía su casa. Además, en esta parte del mundo la sanidad es un negocio, sobre todo en Norteamérica, con lo cual ya hay un interés económico porque enfermemos. He visto muchas veces que manteniendo una actividad para procurarte tu propio alimento, que seas tú quien lo cultiva y no lo compra plastificado en un supermercado, hace inevitablemente que la gente viva más tiempo y más feliz. Está demostrado que la acumulación de bienes no implica necesariamente una mayor felicidad. Al revés, implica una mayor preocupación por esos bienes que tienes.

Te has planteado irte a vivir con alguna tribu, ¿o crees que ya estás demasiado alienado en este sistema?

Soy Tribu: "Se está dando un cambio de conciencia mundial"

Yo trataría de buscar un camino intermedio. Creo que sería muy interesante estar una larga temporada viviendo de esa manera. También no te voy a negar que a mí me gusta escuchar música en un altavoz, me gusta disfrutar de una buena película, porque al final me he criado en este sistema. No por ser crítico con él, tengo que renegar de él al 100%. Lo que si he hecho es tratar de modificar algunas conductas para alcanzar una suerte de organicidad hacia lo que pienso, creo y digo. Tratando de que haya una coherencia entre pensamiento, palabra y acción. No creo que la solución a los problemas de nuestra sociedad venga de que todos nos aislemos y vivamos como hace 3000 años. Pero sí entender que a veces menos es más y que la belleza de las pequeñas cosas está ahí. Entramos en una rueda de hámster en la que tal como está planteado el sistema tenemos que trabajar durante los años útiles de nuestra vida y luego, con suerte, vivir una jubilación en la que hagamos las cosas que realmente nos gustan. Creo que hay muchas cosas que podemos cambiar. La cosmovisión indígena es ahora cuando va a calar a nivel global. De hecho, ya lo está haciendo. También lo está haciendo la sabiduría oriental, el mindfulness, el yoga, la meditación… Observo que se está dando un cambio de conciencia mundial, aunque falta muchísimo camino. La pandemia, que por desgracia estamos pasando, lo ha acelerado. La rueda de hámster nos acaba conduciendo hacia una sensación de invulnerabilidad. Todo pasa tan rápido. Pasamos de niños a adultos, nos reproducimos, nos hipotecamos, y al final, cuando nos queremos dar cuenta estamos retirándonos de este plano humano.

Bueno con esto que dices de que lo indígena está calando en nuestro sistema, creo que debemos tener mucho cuidado porque al final el capitalismo se lo come todo. Mira el ecologismo, el veganismo…

Sí, soy consciente. La persona que me ponía en contacto entre la comunidad de Paraguay y el exterior lo llamaba: “Espirituality Corporation”. De hecho, está habiendo un montón de denuncias de pueblos originarios de apropiación cultural de simbología, de arte textil, de sus tradiciones… Se está comerciando con su propiedad intelectual. Por ejemplo, se utilizan sus símbolos en un videoclip de reguetón y es algo sagrado en su cultura. Pero bueno, para mí si alguien se sube al carro de la corriente vegana porque ve una oportunidad de negocio, aunque lo que le mueva sea el dinero, si hay que pasar por eso para lograr un bien para el planeta, bienvenido sea. Al menos es algo menos dañino que lo anterior. Yo he aprendido a tratar de entender la consecuencia para el colectivo. Si sabemos bajo que patrón nos movemos, en este caso el dinero, pues tratar de poner la ley para que funcionemos mejor, pero que tenga un efecto positivo en el entorno en que nos movemos.

¿Cuál ha sido el momento más duro?

Si hablamos de riesgo o aventura extrema, fue cuando me estaba acompañando mi amigo Manuel camino a Brasil. Había un camino de 500 km de barro y tierra, selva a través, charcos hasta la cintura, caimanes dentro...Nos caímos siete veces, se nos caló la rueda otras tantas. Al final fueron 14 horas de ruta, se nos hizo de noche y nos quedamos sin fuerza, sin energías y temíamos mucho por nuestra vida. Porque hay que estar ahí para sentir eso. Solo quien lo vive lo puede saber. A nivel de adrenalina ha sido lo más extremo de mi vida sin duda.

¿Qué es lo que más te ha marcado?

No sería un hecho en concreto, si no la conjunción de varios. Lo que más me ha marcado es saber que realmente podemos hacer lo que queramos con nuestras vidas. Había momentos de conectarme con el cosmos y decir: estuve siete años pensando en hacer esto. Ahora llevo 13 países recorridos, 65.000 km, 60 tribus entrevistadas, 115 episodios en Youtube. Lo he hecho, es tangible y palpable.

¿Has tenido algún momento de decir hasta aquí, abandono?

Claro que he tenido momentos de duda, de creer que no lo hecho suficientemente bien, que lo que hago es una mierda, que no estoy a la altura, que me lo podría tomar más en serio o que es demasiado para mí. Pero son momentos de bajón. A veces se me ha olvidado que mis videos los ven millones de personas. Eso me da fuerza y me vengo arriba. Pero sí, cuando tuve la ruptura emocional fue duro. Al final es mucha soledad encima de la moto, lo acabas de dejar con tu pareja, te comes un susto en la carretera… Entonces te sientes solo y desgraciado. En esos momentos es inevitable pensar: ¿En qué movida me he metido? ¿Qué hace un tipo como yo en una selva como esta? Pero al final son otros desafíos que te presenta la vida. Porque eso pasa estemos donde estemos. Lo importante es buscar las herramientas que tiene cada uno para tirar para adelante. No queda otra.

¿Cómo llevas el contraste de volver después de pasar una larga temporada entre tribus?

Soy Tribu: "Lo que hago es cosechar el sueño de volver cuanto antes"

Es como salir del juego de Jumanji o volver de Narnia. Volver al mundo al que pertenezco y del que no reniego, produce una sensación de mareo y de nausea de percepción. Es como que digo: espérate que este mundo funciona así, que aquí la gente no se sonríe por la calle, que el egoísmo está más presente. Entonces claro, tengo que reestructurar cómo funciona mi cabeza. Ahora que estoy en Madrid de nuevo, hasta que pueda volver a Colombia, noto que las energías están super cargadas. La gente está irascible. Meterse en el metro es como pasear por un museo de la depresión facial… Entonces es cuando quiero volver a ese otro mundo en el que parece que las cosas son más bonitas. No es solo que lo parezca, es que lo son. En cuanto nos alejamos de los procesos naturales, nos volvemos seres más irascibles. Yo cuando voy caminando por la ciudad me tenso. Porque si casi todas las personas que están a mi alrededor están estresadas, tensas o de mala hostia es muy posible que a mí eso me afecte. No soy impenetrable. Lo que hago es cosechar el sueño de volver cuanto antes.

¿Cómo te planteas ahora el futuro?

El proyecto nació como una vuelta al mundo en motocicleta durante cuatro o cinco años, pero es cierto que llevo tres y todavía no he salido de Latinoamérica. El mundo era más grande de lo que yo pensaba. Si abren las fronteras en Colombia para ciudadanos europeos, en enero volveré para terminar lo que me queda de Colombia y continuar por Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, Belice, México, Estados Unidos, Canadá hasta llegar a Alaska. Después la idea es hacer Asia y África. Pero me voy poniendo metas pequeñas. Así se me hace menos inabarcable.