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Neorrealities: por qué nos enganchan a la generación z

  • Gen Z Topic: Artículos escritos por los jóvenes de nuestra generación
  • David Ortiz: "Algunos, queriéndose sentir cultos, repudian los neorrealities. Quizás solo teman llevar dentro ese mismo declive que rechazan"

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Adara Molinero, Jorge Javier Vazquez y Maestro Joao en el reality 'El Tiempo del Descuento'.
Adara Molinero, Jorge Javier Vazquez y Maestro Joao en el reality 'El Tiempo del Descuento'.

La telebasura se encuentra en plena forma, y para darse cuenta basta fijarse en sus cuotas de pantalla. La segunda edición de La Isla de las Tentaciones despidió la temporada con un 28% de share (casi 3.5 millones de telespectadores) e inundaba las redes sociales y las conversaciones con el primer café en el metro o la facultad. Sálvame se acerca cada tarde al 20% de la audiencia retransmitiendo en vivo durante cinco horas. Pero su gran y novedoso éxito es que han sabido volver a desplegarse sobre una población joven que se había descolgado de estos formatos.

Los neorrealities ofrecen pornografía emocional y conflictos relacionales profundos a los que nos sentimos cercanos

¿Cuál ha sido la clave para recuperar los picos en audiencia juvenil? El secreto está en la capacidad de poner a las nuevas generaciones frente a su propio espejo televisivo. Percibir el movimiento y adelantarse. La pornografía emocional y la incisión en conflictos relacionales profundos y que sentimos cercanos son elementos imprescindibles para engancharnos a sus contenidos, pero deben acompañarse de precisión a la hora de conectar con determinados sectores del público. La televisión nos ofrece una imagen de lo peor de nosotros mismos. Ahí es donde interviene la nueva oleada de neorrealities como La Isla de las Tentaciones, que ha conservado al público habitual de edad adulta y ha incroporado a los millennials y los zoomers.

El centro del espectáculo que arrolla los platós es una apasionada dinámica de la agresión verbal, y nos atrapa a través de un tratamiento irónico de lo que significan las "celebridades", que desnudan sus miserias en público bajo firma de contrato. En su momento ya se teorizó sobre el fenómeno del trap como una nueva forma de "confesión religiosa", y en la conducta de estos personajes encontramos un comportamiento similar, donde la exposición de sus mezquindades y patetismos es una especie de confesión continua.

Salvame Diario traspasa los límites de la prensa rosa tradicional y se instala en la vanguardia del neorrealismo televisivo

El Sálvame Diario ha sabido tejer redes con los episodios de La Isla de las Tentaciones, o encadenar tramas entre Idol Kids y Cantora, la herencia envenenada para generar un espacio ganador de cara al público. Con el carismático Jorge Javier Vázquez al frente, traspasan los límites de la prensa rosa tradicional o el entretenimiento, y se instalan en la vanguardia de lo que se ha denominado neorrealismo televisivo.

En España es uno de los "ambientes" más atacados por la crítica, pero consigue generar afectos en amplias capas de la población. Podemos comprobarlo siguiendo sus redes sociales, por ejemplo, leyendo el comentario que les dejaba una mujer en Facebook: "Por favor, no quitéis el programa! Gracias a él, mucha gente ha podido seguir adelante, incluso cuando estamos deprimidos. Nos quitan el trabajo, nos quitan el dinero, nos quitan el techo, qué más... Sálvame es un incentivo, al menos para mí". Incluso en el Gobierno son conscientes de la influencia y el poder de esta emisión. No sólo lo demostró Pedro Sánchez en diversas campañas del 2015, sino también hace pocos meses la Ministra de Igualdad, Irene Montero, cuando acudió a una entrevista con Carlota Corredera por videollamada. Allí aseguró que le haría ilusión "ser la primera ministra en acudir a plató". Las mujeres suponen casi el 70% de sus espectadores y en cuanto a estatus económico, las de clase baja lideran el ranking con cerca del 40% del share, unos datos cargados de significado.

"Estos programas vaciados de ideas críticas pueden convertirse en una auténtica bomba ideológica"

Es indiscutible que la televisión se ha convertido, en el sentido social y político, en un campo de batalla. El escritor Víctor Sampedro dirige una crítica feroz a los contenidos de la denominada telebasura y la supuesta sensación ficticia de lo "democrático" o "popular" que nos transmiten, afirmando que "el análisis socioeconómico muestra que la McTele comercializa a sus audiencias explotando al público más desfavorecido". Frente a una oferta limitada por su propia estructura, nuestra posibilidad de elegir se reduce y algunos programas vaciados de ideas críticas y repletos de comportamientos perversos pueden convertirse en una auténtica bomba ideológica en los salones de millones de casas. El filósofo Santiago Alba Rico señala que "sólo puede verse telebasura sin daño si se es previamente culto". Es decir: es normal sentirse adictos al morbo de la pantalla, pero debemos estar prevenidos ante los valores que se nos transmitan. Tienden a inducir a la parálisis, a congelar las pasiones menos artificiales y a anclarse en la espera de un inminente gran suceso que nunca termina de saciarnos. En cuanto a los colaboradores, para la mayoría de ellos su paso por estos programas es similar a lo que ofrece una ETT, una fama fugaz, denigrante y de inversión low cost. Los jóvenes adultos seleccionados siguen las lógicas de competición feroz, condicionados para luchar a muerte entre ellos mediante estrategias de traición y derribo con el fin de sobrevivir con su marca personal.

La telebasura es una ventana por donde contemplar cómo somos e intentar comprendernos

En los despachos donde se decide qué aparece en pantalla, un hombre muy cercano a Berlusconi asegura haberlo aprendido todo de él acerca de cómo hacer televisión y dice tener dos "maestros insuperables": su padre y Silvio. Él es Paolo Vasile, productor (también de cine) y consejero delegado de Mediaset. Fue estudiante de Antropología de joven, y él mismo sostiene en una entrevista que "incluso cuando la gente es feliz con su vida necesita llorar con la televisión (...) en Telecinco no pretendemos ni siquiera ser creíbles porque la realidad es increíble". Si vivimos en una sociedad basura, la telebasura es una ventana por donde contemplar cómo somos e intentar comprendernos, aunque sea difícil. Algunos, queriéndose sentir distinguidos o cultos, repudian el show. En realidad, es probable que sólo teman llevar dentro ese mismo declive que rechazan. En esta misma línea se expresaba a principios de siglo el reconocido filósofo español Gustavo Bueno, en la época en la que hizo apariciones como tertuliano y crítico de las primeras retransmisiones de Gran Hermano: "Al fin y al cabo la basura forma parte de este mundo", y concluía: "todos somos basura".

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David Ortiz (Valencia, 2001) es estudiante de Antropología en la UCM y miembro del espacio de comunicación política El Observatorio.