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REPORTAJE

¿Estamos percibiendo más lento el paso del tiempo debido a la pandemia?

  • ¿Somos capaces de adaptar nuestro cuerpo al cambio de rutina producido tras el confinamiento?
  • Hablamos con Juan Antonio Madrid, catedrático especializado en cronobiología, nutrición y envejecimiento y Lucía Gracia, psicóloga de la salud
  • "La percepción del tiempo depende de la cantidad de recuerdos que hayamos almacenado en nuestra memoria"

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¿Cómo influye la pandemia en nuestra percepción del paso del tiempo?

Siempre nos han convencido de que nuestro cuerpo es capaz de adaptarse a situaciones extremas, pero nadie nos contó lo que ocurre cuando nuestras jornadas varían de la noche a la mañana y dejamos de recibir estímulos externos. A priori puede que no nos suponga ningún drama, pero debemos tener en cuenta que nuestro sistema de unidades temporales no deja de estar compuesto por los minutos, las horas y los siete días de la semana. Y precisamente, carecer de recuerdos que nos hagan certificar el avance del reloj hace que nuestra mente vea alterada la percepción del paso del tiempo.

"La capacidad de adaptación de nuestro cuerpo ante una situación nueva como ha sido el confinamiento es enorme; sin embargo, eso no quiere decir que no haya tenido consecuencias". Juan Antonio Madrid Pérez, catedrático especializado en cronobiología, nutrición y envejecimiento, ha estudiado de cerca el impacto que los meses de aislamiento han tenido en nuestros biorritmos y afirma que "las personas utilizamos numerosas claves temporales para sincronizar nuestros relojes internos y nuestra fisiología al día de 24 horas".

Porque seamos sinceros, ¿a quién no le ha fallado la memoria estos últimos meses? ¿O quién de nosotros no ha pasado noches en vela por no ser capaces de conciliar el sueño? "Las señales de tiempo más importantes son la alternancia de luz y oscuridad natural, los horarios de comidas, de sueño, de actividad física y de contactos sociales. El confinamiento y el mayor aislamiento social que la pandemia de un modo u otro nos está imponiendo, ha supuesto una pérdida de parte de estas señales sincronizadoras que nos permitían organizar nuestra vida. Como consecuencia de ello, algunas personas se quejan de trastornos de estado de ánimo, fallos de memoria, alteraciones en su sueño y cambios en la percepción del paso del tiempo", indica el catedrático.

"La percepción del tiempo depende de la cantidad de recuerdos que hayamos almacenado"

Es probable que una de las cosas que más echamos de menos tras el estallido de la pandemia sea la organización de viajes. Los puentes, tan aprovechados por muchos para realizar pequeñas escapadas, se han convertido en la excusa perfecta para disfrutar de la ciudad en la que vivimos. Los toques de queda y restricciones de movimiento han complicado que creemos recuerdos fuera de nuestros lugares de residencia, así que es lógico que las emociones que nos genera organizar algo así hayan quedado en el olvido, al menos por el momento.

¿Es posible que estemos percibiendo más lento el paso del tiempo debido a la pandemia?

J. A. Madrid: Comparado con una semana normal de trabajo, una semana de confinamiento en casa puede hacer que nuestra percepción del paso del tiempo se enlentezca. Cuanto más se reduzcan los estímulos y más uniformemente pasen los días, más lento nos parecerá que trascurre el tiempo. Sin embargo, cuando salgamos de esta situación y recordemos este periodo de nuestras vidas, nos parecerá que ha transcurrido deprisa porque nuestro cerebro estará casi vacío de recuerdos, más allá de la sensación de angustia, preocupación y miedo que vivimos durante meses.

Precisamente, hay estudios que evidencian que nuestra percepción del tiempo se ve ralentizada cuando carecemos de los suficientes estímulos externos. ¿Crees que es real? ¿O que esta sensación depende de otros factores?

J. A. Madrid: En la percepción del paso del tiempo se dan simultáneamente dos fenómenos aparentemente contradictorios: la percepción inmediata y la percepción retrospectiva, y ambos están relacionados inversamente. Así, un día en el que suceden muy pocas cosas, por ejemplo, un día de confinamiento o un día de persona privada de libertad y aislada, transcurre muy lentamente… como si las horas fueran días. Por el contrario, cuando viajamos a un país lejano o cuando nos mudamos a vivir a otra ciudad, los días pasan mucho más rápido, tanto más cuanto más nos sumerjamos en lo que ocurre en el presente y cuanta más emoción, curiosidad o incertidumbre despierte en nosotros.

J. A. Madrid: Ahora bien, al pasar los años, cuando recordemos estos tiempos pasados, el viaje lo seguiremos recordando con todos sus detalles y tendremos una sensación de expansión del tiempo, mientras que los meses de confinamiento y aislamiento se habrán esfumado como si hubiesen sido solo un instante. En gran medida, la percepción de lo largo o corto que se nos pasó el tiempo depende de la cantidad de acontecimientos que hayamos almacenado en nuestra memoria. Sin memoria, el tiempo psicológico desaparece.

¿La pandemia ha conseguido alterar nuestros biorritmos? De ser afirmativo, ¿habría vuelta atrás a corto plazo?

J. A. Madrid: La pandemia con sus múltiples medidas para contrarrestarla (confinamientos, toques de queda, restricción de movimientos...) ha producido numerosos cambios en relación con nuestros ritmos biológicos. En algunos casos ha permitido dormir un poco más al evitar los desplazamientos al trabajo. Pero en otros ha aumentado la irregularidad en los horarios, tanto de sueño como de comidas. Los toques de queda tan tempranos han adelantado los horarios de las cenas fuera de casa, etc. Algunos de estos cambios, como el del adelanto de las cenas, o el aumento del tiempo de sueño, sería deseable que se mantuviesen en el tiempo cuando esta pandemia pase. Sin embargo, me temo que en poco tiempo volveremos a los hábitos, tanto positivos como negativos, que teníamos antes de la misma.

La incertidumbre ha condicionado nuestros planes de futuro

Es posible que alguna vez hayamos escuchado eso de "cuando te lo pasas bien, el tiempo pasa volando". Y según confirma José Antonio Madrid, no es un dicho que deba caer en saco roto. Está demostrado que la generación de recuerdos hace que nuestra mente sienta que ha vivido y recibido multitud de estímulos en un corto periodo. Pero lo que realmente alimenta esta sensación son los momentos que quedan grabados en nuestra memoria. Pequeños "marcadores" con historias concretas que generan en nosotros la ilusión de que hemos aprovechado el tiempo por haber sido capaces de vivirlo intensamente.

Lucía Gracia Solana, psicóloga de la salud especializada en intervención con población adulta, afirma que, en términos generales, "nuestra sociedad ha desarrollado una tendencia a establecer objetivos a corto y medio plazo más temporales e inestables que antes de la pandemia. Nuestro nuevo contexto posiblemente lo haya potenciado. Se han motivado cambios de todo tipo y con mucha variabilidad individual, pero quizás -puesto que el nivel de incertidumbre que manejamos es todavía alto- ha condicionado nuestros planes de futuro, especialmente en relación con los aspectos que tienen que ver con el ocio y las relaciones sociales", indica.

"A medida que van pasando los años vamos sintiendo que el tiempo vuela"

¿Varía esta percepción en función de nuestro estado de ánimo?

Lucía: Nuestras emociones modifican la manera en la que percibimos los diferentes estímulos de nuestro contexto. Dependiendo por lo tanto de cuáles son nuestras interpretaciones y si nos sentimos más estables o inestables a nivel emocional, nuestra atención y percepción se verán alteradas.

¿Crees que la incertidumbre sobre la consecución de planes como irnos de vacaciones u organizar un viaje ha provocado que sintamos que el tiempo pasa más lento?

Lucía: Es posible, especialmente para las personas que les gusta viajar. El tiempo es relativo y un viaje puede generar emociones intensas que nos hagan sentir que la vida pasa rápidamente, tanto cuando lo organizamos como cuando lo realizamos. Incluso al recordarlo.

¿De qué manera influye en nosotros la falta de estímulos?

Lucía: Modificando nuestra capacidad para generar recuerdos, siendo este otro aspecto fundamental en la percepción del tiempo. Si no tenemos planes que motivan nuestra curiosidad, nuestras experiencias y nuestras emociones, es mucho más complicado crear memoria.

¿Interfiere el hecho de que vivamos solos o acompañados?

Lucía: Sí. La soledad es una cuestión de estado en países como Inglaterra, ya que tienen un Ministerio que se ocupa de su impacto en la sociedad. Se sabe científicamente que la soledad genera en nuestra salud un perjuicio equiparable al consumo de 15 cigarrillos al día, por ejemplo.

¿Y la edad?

Lucía: La percepción subjetiva del tiempo, el cómo sentimos su paso, tiene un papel relevante en nuestra vida y se van generando cambios. Hay multitud de factores externos e internos a nuestro organismo que generan una influencia, también la edad. No es de extrañar que a medida que pasen los años vayamos sintiendo, cada vez más, que el tiempo vuela.