A mi "yo" adolescente y víctima de violencia de género
- Un relato personal contado por una joven de nuestra generación
- Teléfono 016, atención a víctimas de violencia de género
A ti, verdugo, tan solo te dedicaré un párrafo de este artículo, porque no mereces ni una sola línea más de esta carta. Puede que, a día de hoy, sigas sin ser consciente del daño que me hiciste; puede que tampoco te reconozcas ahora como tal; puede que sigas pensando que yo era una exagerada y que sigas echándome la culpa a mí, como tantas veces hiciste, y como tantas veces me creí; y lo que más me duele es que puede que, siete años después, trates a tu novia de ahora como me trataste a mí, o peor, porque ya no somos adolescentes. Lo siento, pero no te daré el lujo de ser protagonista hoy, mucho menos este 25 de noviembre, Día Internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, porque ya lo fuiste durante muchos años mientras yo me sumergía en un pozo de oscuridad, soledad y tristeza, y mientras tú solo arremetías cada vez más contra mí y cavabas mi tumba poco a poco.
Esta carta no es para ti, no te la mereces. Esta carta es para las jóvenes que pudieran estar viviendo ahora lo que yo viví cuando era adolescente. Y para concienciar sobre lo importante que es que en en los centros educativos se potencien los programas de prevención y ayuda contra la violencia de género.
Querida guerrera: tenías 15 años y habías escuchado en la televisión aquello de "violencia de género". Historias desgarradoras de cómo madres de familia, jóvenes con un largo camino por delante, exparejas que ya continuaban su sendero e incluso abuelas con una vida entera a sus pies, eran asesinadas por desalmados sin corazón. Y en ninguno de los casos te habías sentido ni un poco identificada en primera persona con esas historias, como es obvio, porque solo conocías el trágico desenlace y sonaba todo muy lejano. Tampoco te habías parado a analizar tu relación con tu pareja porque nadie te había hablado sobre esa problemática en el instituto. Tampoco lo hablabas en tu grupo de amigos y mucho menos con el verdugo que te acompañaba día tras día. ¿Qué ibas a saber tú de amor, si tan solo eras una niña?
Pero algo despertó en ti un día. Ya eran demasiadas humillaciones, demasiadas broncas en público y demasiados insultos que escuchar. El argumento aquel de "si me pongo así es porque te quiero" ya no sonaba tan convincente y los regalos después de cada maltrato ya empezaban a ser sospechosos. Recuerdo que no entendías cómo a tus amigos podía caerles tan bien ese monstruo, si a ti solo te repetía lo mal que hacías todo y lo sola que estabas. Y recuerdo que, alguna vez que intentaste contar algo, te tacharon de loca porque era impensable que alguien tan simpático y enrollado pudiera hacerte eso. Y por eso llevaste el sufrimiento en silencio durante tantos años. Qué ingenua eras cuando te creías lo de "¿si no te quiero yo, quién te va a querer?".
También recuerdo tu sentimiento de culpabilidad; la presión de intentar mejorar todos los días para no decepcionarle y mucho menos enfadarle; el no saber dar un paso sin su consentimiento; y sobre todo las miles de veces que te costó reconocer el maltrato y la confusión de por qué te estaba pasando eso a ti cuando empezaste a identificarlo. Lo que contaba el Telediario era una desgracia y pensaste que no tenía nada que ver con vosotros. Pero luego el tiempo habló por sí solo.
Tiempo es lo que necesitaste, guerrera. Tiempo y un curso entero visitando a la orientadora del instituto para que te enseñara que, quien te quita el móvil para ver con quién hablas, quien te dice cómo te tienes que vestir, quien te grita en público, quien deja de hablarte una semana por haber hablado con otro chico, quien no te deja quedar con tus amigos y quien te obliga a hacer cosas que no quieres hacer, realmente no te quiere. También necesitaste mucho tiempo para aprender a gestionar tus emociones y no caer más en su chantaje psicológico; tu dependencia emocional era demasiado grande. Y recuerdo que, cuando con las pocas fuerzas que te quedaban conseguiste al fin romper con todo aquello para "empezar a vivir", llegó la segunda parte de la pesadilla.
Llegaron las amenazas, las llamadas a las tres de la mañana, los audios de WhatsApp borracho pidiéndote que volvieras con él porque "te estabas equivocando", el acoso y la imposibilidad de rehacer tu vida aún sin ser ya su pareja, los bombardeos de rumores falsos en el instituto que venían de él y la marginación social por parte de todos aquellos que se lo creían. Cualquier cosa valía con tal de que se cumpliera su deseo de "o estás conmigo o con nadie". Tú no eras "una puta" y en el fondo lo sabías. Tú eras fuerte. Te costó casi cuatro años "volver a vivir" y darte cuenta de que aquello no era amor, pero finalmente lo conseguiste.
Querida "yo" adolescente, te echaste la culpa de todos tus males y te repetiste mil veces que los golpes te los merecías, y encima te lo creíste. Recuerdo que después de identificar el problema, te culpaste por tonta, por débil y por haber perdido toda tu adolescencia. Que sepas que no te lo merecías, porque mira qué bien estás ahora y en qué persona te has convertido, capaz de echar por la borda a quien sea por quererte mal a la mínima. Gracias por no machacarte más por ello.
A vosotros, padres, madres, profesores, orientadores y educadores en general: abrid los ojos y no bajéis la guardia. Preguntad a vuestras hijas y a vuestras alumnas qué tal les va. Educad a los niños y a las niñas en respeto e igualdad y asesorad sobre la violencia de género en adolescentes que, desgraciadamente, sigue a la orden del día y no todos los maltratos son identificados como tales (y mucho menos por sus víctimas). Enseñad a identificar a esas chicas, presas del verdugo que las acompaña, a quién acudir y cómo salir de esa espiral de violencia que les consume la vida. Señoras y señores que forman parte de la educación de los jóvenes y los no tan jóvenes: la temida violencia de género también existe en mujeres de 13 a 19 años y por desgracia no son casos aislados.
Y a ti, lectora que mientras leías este artículo te sentiste identificada y te preguntaste si podrías ser tú: busca ayuda y no tengas miedo. Es muy duro el primer momento en el que te das cuenta de que llevas tiempo siendo maltratada y que realmente tu pareja no te quiere, lo sé. Sé también que ahora mismo estás intentando buscar una justificación para todo y que puede que estés confundida, pero quiero que sepas una cosa: no estás sola.