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A Rocío Jurado se le rompió el amor y a mí se me fue un ídolo muy pronto

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Rocío Jurado y Pepe de Lucía
Rocío Jurado y Pepe de Lucía

Hay una cinta de vídeo en mi casa que me encanta: soy yo con 2 años cantando y bailando, a ritmo de pañal y chupete, "Me ha dicho la luna" de Rocío Jurado. Para qué mentir: como buena flamenca madrileña de raíces andaluzas, la copla siempre supo cómo removerme las entrañas hasta cuando no sabía ni hablar. A mi madre le encanta contar que, cuando nací, la enfermera le dijo al escucharme llorar: "¡Menudos pulmones va a tener la niña!". Y no le faltó razón. Eso explica todas las veces que de pequeña me plantaba un vestido de cola improvisado con la manta del sofá y me liaba a cantar "Como una ola" en casa.

Dentro de mi alma melómana hay ciertas artistas que han dejado una huella marcada para siempre y una de ellas es de Rocío Jurado. Un alma que, por cierto, cabalga entre la devoción hacia alguien desde una perspectiva generacional diferente y la frustración de tener un ídolo que no le pertenece en el tiempo. Ella era la eterna, la diva de todas las divas, icono de la copla en España y sobre todo la feminista por excelencia del (precioso) mundo del flamenco. Hoy saco a pasear mi amor hacia él. Yo tan solo tenía 9 años cuando se fue la Jurado, pero su obra caló tanto en mí que su legado sigue tan presente como antes. Y me resulta curioso, porque a pesar de ser aún una enana por aquel entonces, recuerdo mejor los momentos en los que cantaba y bailaba por Rocío que lo que hice ayer.

Sobre todo me quedo con las sensaciones, que para mí, son mucho más ricas que el lenguaje. Qué mujer, qué arte, qué voz, qué poderío, qué todo. La cantaora sabía cómo plantarle cara a una sociedad fundada sobre los pilares de una dictadura y todo lo que eso conllevaba. Siempre con la última palabra y las ideas feministas claras (aún cuando no se sabía prácticamente ni qué era eso), Rocío daba lecciones y dejaba una herencia social casi sin saberlo. "Soy feminista. No soy detractora del hombre, para nada. Soy defensora de los derechos de la mujer, que es diferente", decía. Rocío Jurado ya le hablaba a nuestra posteridad por aquel entonces.

Siempre educada pero sin cortarse un pelo, sus zascas también sirven de referencia hoy en día. Una periodista le preguntó en directo por su talla de sujetador, pero Rocío no se amedrentaba nunca: "¡Qué te lo voy a decir! El único sujetador que me importa es el mental, que era el que tú te tenías que poner para no hacerme esas preguntas", le dijo.

Ella nunca quiso doblegarse al Franquismo. A favor del (impensable) divorcio, escotes eternos en un mundo de prohibición y censura y letras de empoderamiento y libertad sexual femenina en un sistema más que machista. Ella lo tenía claro: "Lo siento, mi amor, hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo"; "Me gusta ser libre, lo mismo que el viento"; "Agua que no es de beber, déjala correr"; "Hoy necesito estar conmigo a solas, perdida entre mi cuerpo y la experiencia". Letras que hasta con medio siglo de vida me siguen motivando a día de hoy. Eso dice mucho de ella, que no paraba de repetir en los 60 que si las cantaba un hombre también podía hacerlo una mujer.

Pero entre tanta admiración e idolatría hay una cosa que apena mi alma melómana, y es que mi generación no escuche a Rocío. A veces pienso que no hacemos honor a todo lo que le debemos, y más en un cosmos donde priman otros ritmos. Pero creo que nunca está de más aprovechar la ultra conectividad y empaparse de cultura, de arte y de copla. Y de Rocío, sobre todo de Rocío. Mi generación no me habla de flamenco nunca y yo solamente procuro con esto que al menos le dedique lo que se tarda en escuchar unas bulerías o un fandango, aunque sea una vez. Y luego ya cada uno que elija.

Se cumplen 15 años de la muerte de "la más grande" y quería homenajearla y recordarla como la reina que era. A Rocío Jurado se le rompió el amor y a mí se me fue un ídolo muy pronto. Siempre sentí que me quedaron muchos conciertos a los que ir y muchos directos con los que llenar mi memoria de su música en vivo. Yo tan solo tenía 9 años, sí, pero qué no daría yo por disfrutar de todo eso ahora. Va a ser cierto aquello que cantaba y que decía: "las cosas tan hermosas duran poco". Y qué poco, Rocío.