Soy un "boomer" y esto es lo que no debes hacer cuando tengas mi edad
- El ilustrador Juanjo Sáez afirma que después de los 30 es mejor dejar de ser canallita y vestir como un señor
- ¿Vamos a seguir haciendo de tapón a los jóvenes suplantando su lugar natural?
Tengo ya 49 años, soy eso a lo que llaman "boomer", pertenezco a la generación más numerosa y resulta obvio que el primer mundo es cada vez más viejo. Viejo en cuanto a la edad de sus ciudadanos, aunque también está viejo y oxidado a nivel cultural, social, político y en todos sus aspectos, pero en esta ocasión me refiero exclusivamente a la edad de su gente. Pues, como decía, los "boomers" somos cada vez más viejos. Y, ¿cómo intentamos solucionar el hecho incuestionable del envejecimiento de la sociedad? Pues haciendo que la juventud se alargue cada vez más. Y que señores de casi cincuenta, como es mi caso, hagamos ver que somos jóvenes. Todo empezó con aquello de "los 30 son los nuevos 20", luego, "los 40 son los nuevos 30" pero es que "los 50 son los nuevos 40" ya no tiene sentido alguno, no significa nada: eres mayor, asúmelo de una santa vez.
Podemos aceptar que los 30 son los nuevos 20, "pero que 'los 50 son los nuevos 40' ya no tiene sentido alguno"
Incluso la publicidad nos bombardea con este mensaje absurdo. Nos cuela a personajes con las sienes plateadas haciendo ver que son jóvenes, con sudaderas, quejándose a sus padres y demás tramas propias de una sitcom de adolescentes. ¿No va siendo hora de quitarse esos ropajes absurdos y asearse un poco? Vestir americana, recortarse los pelos de las cejas y orejas y asumir la responsabilidad. ¿Vamos a continuar aceptando que sean los de sesenta y setenta años quienes mandan?¿Vamos a seguir haciendo de tapón a los jóvenes suplantando su lugar natural?
"Los festivales de música eran un catálogo de cartones y pelo de ratón. Los jóvenes ya ni van, entre el panorama viejuno y la pasta que cuestan"
Ahora, con toda la movida de la pandemia, parece que ya no recordamos lo que eran los festivales de música, pero era un catálogo de cartones y pelo de ratón. Los jóvenes ya ni van, entre el panorama viejuno y la pasta que cuestan. Los conciertos y la mayoría de eventos sociales a los que asistimos ya no son para jóvenes porque vamos nosotros, los casi cincuentones. Por no hablar de los grupos que tocan, músicos que en el mejor de los casos también rondan los cincuenta, por mucho que se añada siempre para disimular a alguna pseudo diva del pop, cantante de trap, o similar y dar así la pequeña dosis que todo cuarentón necesita para engañarse a sí mismo, aunque en realidad no le guste un pijo.
Es lo nunca visto, grupos como Phoenix o The Strokes, representativos del hedonismo juvenil, permanecen ahí agarrados al cartel de muchos festivales. Estirando ese chicle, ahora que son adultos, lo que parecen son señores que han dormido mal, que están en algún tipo de terapia, deprimidos, o que tienen dolores de espalda que no les dejan vivir. Directamente proyectan un aspecto de cansados de la vida, porque pasados los treinta es imposible parecer otra cosa cuando llevas el pelo grasiento y look de descuidada dejadez. A partir de esa edad es obligado afeitarse y peinarse, si es posible, llevar la camisa por dentro. Mejor que se vea que tienes barriga que lucir una especie de carpa de circo para disimularla. Ir de joven cuando no lo eres te convierte directamente en un náufrago.
En el podio de este fenómeno se encuentra el género del rock canallita, ancianos que no se han enterado de nada, tipos que idolatran a los Rolling Stones y han acabado tan desubicados en este mundo de la eterna juventud. En los casos más extremos son taurinos, terraplanistas o invocadores de la libertad ultraliberal, cada vez más solos viendo la realidad a través de una gafas de sol machistas que llevan incluso en interior y les permiten llamar a las chicas princesas. Tipos que abusaron realmente de todo porque antes, hace milenios, eso era ser joven, pero que ahora parecen espantapájaros con cierta retirada a un extra de una película de piratas. Lamentable, y todo por intentar detener el reloj que suena en las tripas del cocodrilo que se comió la mano del capitán Garfio. Nadie está orgulloso de cumplir años, todo está montado para que no le veas absolutamente nada positivo, pero estos directamente están enajenados, viven en un delirio, están mal. Yo, al menos, los veo muy mal.
Tipos que abusaron realmente de todo porque antes, hace milenios, eso era ser joven, pero que ahora parecen espantapájaros con cierta retirada a un extra de una película de piratas
También existe el fenómeno curioso de los cuarentones que deciden ser padres y tratan a sus hijos como si fueran sus compañeros de piso. Juegan a la Play, los viernes cenan pizza y comparten música. Eso, que yo sepa, no es ser padre. Siempre he pensado que ser padre era algo mucho más complicado y por eso no he tenido hijos, pero esto ya os lo cuento otro día. Hoy os cuento que el verano pasado expulsé mi primera piedra del riñón, señal inequívoca del paso del tiempo. Tan imposible me parecía esa señal de vejez que acudí al psiquiatra pensando que era psicosomático. ¿Se puede ser mas idiota? ¡Soy mayor! A mi edad pasan estas cosas. Me quedo dormido en el sofá, ya no duermo igual por las noches, voy al fisioterapeuta y al balneario. Uso zapatos y me duelen los pies como si hubiera caminado sobre canicas. Por las tardes noto que refresca. Mi vello corporal crece más allá de sus limites habituales, la degeneración genética es evidente y, lo mejor de todo, he descubierto las virtudes del ácido hialurónico.
Asumámoslo, hay una edad en la que ya no puedes ir hecho un estropajo, mal vestido y con cara de eterno cansado. Si las ojeras se instalan en ti y tu piel es una cartulina color salmón mojada los jóvenes se dan cuenta, por mucho que te acerques a ellos haciendo como que eres uno más y comentándoles que te flipa C. Tangana o La Zowi. No seamos ridículos, no cuela, apartémonos a un lado y hagamos de lo que somos, mayores, viejos, los futuros yayos. Hablemos del pasado y demos esperanza a las nuevas generaciones, en lugar de mostrar decrepitud y decepción por no haber logrado el imposible. Asumamos la responsabilidad, demos ejemplo. Si seguimos así acabaremos diciendo que el "skate es el nuevo "bastón" y la hostia va a ser muy grande. Algunos ya se la han pegado, preguntadle si no a Calamaro.
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Juanjo Sáez es un historietista e ilustrador reconocido, entre otros, por el libro ‘Viviendo del cuento’ que destripa el moderneo barcelonés, sus viñetas en medios como Rockdelux o la serie de animación ‘Arroz Pasado’ con la que ganó un premio Ondas. Acaba de publicar Para los míos.