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La prisión de lo "aesthetic": en contra del "casual Instagram"

  • En lugar de "Mira qué vida más perfecta y lo mucho que me lo curro", lo que venden es "Mira qué perfecta es mi vida sin esfuerzo aparente"
  • Es el caso de Petra Collins, Dua Lipa o el selfie de Jennifer Aniston en el que nos encasqueta su nuevo producto para el cabello.

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La prisión de lo "aesthetic": en contra del "casual Instagram"

Recientemente, Jennifer Aniston publicó en su feed de Instagram dos selfies en los que salía despeinada, sin maquillar y envuelta en una toalla blanca. Parecían dos fotos que le podría haber mandado a sus amigas en un grupo de Whatsapp para avisarles de que ya se había duchado y se disponía a vestirse. Pero no, esta publicación que podría ser una excelente y sana muestra de un uso natural y no impostado de las redes sociales o una huida de la presión de lo estético y lo perfecto, era sencillamente publicidad de su marca de productos para el cabello y un ejemplo de cómo el fenómeno conocido como Casual Instagram no es casual en absoluto.

La primera foto que subí a Instagram (concretamente en 2012) fue un selfie con mi hermano, la segunda un bizcocho que cociné yo y la tercera una foto con dos de mis primas con el caption “Family <3”. La mayoría las tengo archivadas. En mi caso particular esas fotografías no fueron hechas con la intención de ser bellas o estéticamente agradables sino sencillamente para recordar momentos especiales con las personas a las que quiero o que mostrasen lo bien que me había salido una receta a mis amigos y amigas. Todas tienen filtros propios de la aplicación o incluso un borde como de carrete de fotografía analógica que era una opción que tenía disponible el propio Instagram. Puede que ese reborde que imitaba lo analógico hable más de lo que era esta red social que mi propia selección de fotos: era la versión online de ese álbum de fotos analógicas con imágenes de lunas de miel y bebés que compartías con tus amigos y familiares cuando iban a visitarte a casa.

Esa idea cambió muy rápido y los perfiles más bonitos e inspiradores comenzaron a ganar más seguidores, los perfiles con más seguidores comenzaron a ganar dinero, surgió la figura de la influencer y se estableció un sistema competitivo por el que la persona con más followers es la más exitosa socialmente. Muchas personas, entre las que por supuesto me incluyo, entramos en el juego de publicar solo lo bello, lo estético, lo aesthetic y esto para muchas acabó siendo una presión que incluso nos afecta a nivel psicológico: ¿Cómo voy a mostrar una vida perfecta si mi vida en absoluto lo es? ¿Por qué todo el mundo tiene vidas preciosas si yo tengo un trabajo precario y los vasos de mi casa son vasos de crema de chocolate reciclados? Se idealizó la maternidad, el trabajo, los cuerpos, el maquillaje, nuestra salud mental, el deporte, la comida,... básicamente se idealizó toda nuestra vida.

"Ha nacido una tendencia para huir de esa cárcel de lo perfecto"

En contraposición a esto y, especialmente desde la cuarentena de 2020 en la que se revalorizó la naturalidad en el mundo online (que, en ese momento y debido al distanciamiento social, era el único mundo que teníamos) surgió el Casual Instagram, una inclinación a usar Instagram de manera menos artificial para huir de esa cárcel de lo perfecto, algo que suena idílico dentro de una red social que ha idealizado absolutamente todo. Dentro de esta tendencia surgieron también los photo dumps: carruseles de 5 o más fotos de un contenido mixto, aparentemente no estudiado ni planificado, que podía incluir fotos de un mismo día, de ese mes o año, memes, quotes o una escena de una película. La realidad es que normalmente sí que están estudiados y planificados y que no es sino otro tipo de performatividad que en lugar de decir: “Mira qué vida más perfecta, qué cool soy y lo mucho que me lo curro” como sería por ejemplo el Instagram de Beyoncé o Kim Kardashian. En su lugar, lo que venden es: “Mira qué cool soy y qué perfecta es mi vida sin esfuerzo aparente” como los perfiles de Petra Collins, Dua Lipa o el mencionado selfie de Jennifer Aniston en el que nos encasqueta, como si nada, su nuevo producto para el cabello.

Estas performatividades son dos maneras artificiales y forzadas de vender un producto (incluso aunque el producto que vendas seas tú) que no dejan de aumentar la presión al consumir y producir contenido en redes sociales. Puede que incluso la supuesta naturalidad y casualidad de estos carruseles de fotos sea hasta más problemática debido a su doble carácter deshonesto: muestras una vida perfecta que en realidad no lo es y lo haces de una manera supuestamente descuidada cuando no es así en absoluto. Ya Rihanna en 2020, con ese carácter rebelde que la caracteriza, decidía acabar el año con una foto con un marco blanco (algo que podemos afirmar con total seguridad ya estaba pasado de moda en ese momento) con el texto “phuck a photo dump”. Obviamente esto solo se lo puede permitir Rihanna ya que no debemos olvidar que nosotros vivimos bajo los designios de Instagram. Si Instagram añade la opción de subir varias fotos en una misma publicación va a hacer que el algoritmo lo favorezca y por lo tanto que tu publicación llegue a más gente y que posiblemente tenga más likes. Como algunas personas para vivir y ganar dinero necesitamos que nos vaya bien en Instagram y otras necesitamos sentirnos valoradas, adaptamos nuestro contenido y cumplimos con ello sin rechistar.

"Es la necesidad de compartir otro tipo de información más real y no tan idílica"

Ahora bien ¿hay otras maneras de usar esta red social sin que esta sea un motivo de ansiedad constante? Esta tendencia a aparentar no esforzarte por la estética y el surgimiento de los photo dump se unieron a la idea de crearse un finsta, una palabra que surge de unir las palabras inglesas fake Instagram (Instagram falso) y que eran un llamado a una vuelta al Instagram prehistórico, es decir, pre- 2013.

La fotógrafa Sharon López (@sharonlopez) se hizo una cuenta fake durante el confinamiento de 2020 porque le apetecía compartir contenido paralelo a su trabajo a modo de diario visual: “Era la necesidad de expresar cosas que me pasan en el día a día, fotos que me gustan, cosas que hago y compartirlas con mis amigos (...) En mi cuenta principal sí que siento como que hay unas reglas y que esas reglas llaman al trabajo y en la fake es que no me importa nada. Sé que puedo colgar fotos en las que yo me vea horrible y me apetece colgarlas, o de letras de canciones sin un filtro y que quiero compartir. Es la necesidad de compartir otro tipo de información más real y no tan idílica”. Estas cuentas reservadas a tus mejores amigos huyen de la presión de los likes y del juicio ajeno: “Creo que en este Instagram es todo más desenfadado, menos pretencioso, menos cuidado, es como un poco relajado. Yo creo que tenemos la libertad y la sensación de que nadie te juzga que es de verdad lo principal por lo que yo me hice esta cuenta”.

E incluso, más allá de cuentas secundarias, hay personas cuya cuenta principal cumple la mera misión de compartir su vida y aquello que les gusta sin ninguna pretensión estética, como por ejemplo es el caso de Soffm (@Soffm) quien no edita nada antes de subirlo a su feed y que en sus propias palabras sube lo que le da la gana: “Mi cuenta no tiene ningún propósito estético, solo subo fotos que me gustan (normalmente mías) y algún meme que me hace gracia o que retrata cómo me siento en ese momento”. Parece que estas maneras de huir de la estética a favor de un Instagram verdaderamente natural e incluso feo pueden llegar a ser una manera de tener una relación más sana con las redes sociales a la hora de producir contenido y de esquivar la presión de tener muchos likes.

Sin embargo, las publicaciones que seguimos consumiendo durante horas a lo largo del día siguen siendo imágenes perfectas de vidas ideales o imágenes imperfectas de vidas igualmente ideales. Como afirmaba Soffm: “​​​​En Instagram me paso el día viendo cosas que jamás seré y que nunca tendré. Es horrible pero creo que le pasa a todo el mundo, crea muchísima dismorfia y es malísimo para la autoestima en mi opinión. Aunque te repitan constantemente ''nada es real, todo está editado, nadie es así en la vida real'', da igual porque tú estás viendo una imagen diferente y es lo que tu cerebro percibe: gente perfecta con vidas perfectas”.