Tigrillo, el niño al que intentaron cambiar: "Me volví inexistente"
Daniel Valero, más conocido como Tigrillo, su alias en redes, acaba de publicar su segundo libro: "El niño que no fui". Un libro autobiográfico que resume el rechazo que sufrió, casi a diario, durante toda su infancia y posterior adolescencia. Valero habla en primera persona sobre cómo tuvo que intentar transformarse en una persona que no era. Ese niño al que las personas de su alrededor forzaron a cambiar. Y sobre todo, ese niño que no entendía por qué tenía que cambiar y decidió refugiarse en su pequeña burbuja.
Los libros, internet y los videojuegos le salvaron la vida. Después, decidió aportar su granito de arena a la causa y ayudar al colectivo que hace y ha hecho tanto por él. A día de hoy crea un montón de contenido sobre temática LGTBI en varias plataformas y participa activamente en los reclamos de la comunidad. Pero mejor que nos lo cuente él mismo.
P: ¡El niño que no fui!, un libro en el que cuentas tus experiencias durante la infancia y tus primeros contactos con la homofobia. ¿En qué momento te das cuenta de que eres diferente?
R: Los recuerdos que tengo de esos primeros momentos son un poco confusos por el mero hecho de que yo era muy, muy, muy pequeño cuando empiezo a notar que el mundo no reacciona igual a lo que yo hago con respeto a lo que hacen el resto de niños. Empiezo a notarlo cuando tengo que relacionarme con el resto de niños de mi edad. Noto que yo no quiero jugar al mismo tipo de juegos, no quiero relacionarme de la misma manera y que por querer hacer lo que yo quiero hacer, o de la forma que yo lo quiero hacer, los profesores y padres reaccionan de una manera distinta. A ellos les premian absolutamente todo y a mí se me castigan. Se me intenta forzar a ser de una manera y expresarme de una manera que a mí no me sale natural. Y ahí, es cuando empiezo poco a poco a darme cuenta de que estoy mal, de que soy una completa decepción todo el rato para el mundo porque siempre hay algo en mí que tengo que arreglar.
P: Nos podrías dar algún ejemplo más concreto de esto.
R: En el libro, por ejemplo, si que cuento ejemplos que impactan un poquito más. Como son las primeras veces que te llaman maricón en el colegio. Todos los niños, incluso los profesores y los adultos que están alrededor forman parte de ese círculo, en el cual a ti se te castiga por cómo eres. Puedes imaginarte a ese niño pequeño que no entiende lo que está pasando rodeado de chavales riéndose de él y haciéndole ver que no vale para estar a la misma altura que ellos. Pero también hay muchísimos detalles mucho más cotidianos, como el hecho de que tu familia te vaya diciendo todo el rato: "deberías apuntarte a tal deporte", "¿por qué no juegas con estos niños?". Niños que claramente no tienen ningún aprecio por ti, ni siquiera te consideran un igual, pero te fuerzan a jugar con ellos porque quieren que te pongas a su altura. Al final, hablamos de una masculinidad hegemónica que ellos están manifestando desde muy pequeños pero que tú eres incapaz. Esos comentarios de burla de tus tíos, primos, de los padres de tus amigos, en referencia a que eres más blandito o que tienes otra forma de expresarte, siempre en un tono paternalista y cada vez más agresivo... Todo eso es algo que te va haciendo mucha mella.
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P: ¿Contabas al menos con el apoyo de tu familia?
R: La gran mayoría de los padres imagino, o quiero creer, que lo hacen por tu bien. No es que tengan una homofobia interna inevitable y que digan: "como me salga el niño marica, me tiro por la ventana". Quiero creer que eso es lo que menos pasa, aunque evidentemente a veces ocurre. La reacción habitual de los padres es: "mi hijo va a sufrir mucho si no es lo que se espera de un hombre, así que tengo que forzarle a que lo sea porque no quiero que sufra. Quiero que sea fuerte, que manifieste esa agresividad que suelen manifestar los hombres..." Por desgracia, intentar que una persona deje de ser ella misma no suele acabar muy bien.
P: ¿Intentaste durante mucho tiempo cambiar y ser alguien que no eras?
R: Completamente, más que cambiar, es dejar de ser tú mismo en todo momento. Yo era incapaz de manifestar una masculinidad más visual, más agresiva y más tradicional. No me salía, porque no entendía por qué para aumentar la forma en la que se me consideraría socialmente tenía que atacar a otras personas. La masculinidad, por desgracia, se basa mucho en atacar a otros para realzar la tuya. Y yo jamás fui de atacar. Al final, la masculinidad se construye mucho derrumbando la personalidad de otros, porque tiene unos rasgos de agresividad y de dominación que yo no quería manifestar. Entonces, llegó un momento en el que yo, por esquivar la burla y el acoso, no manifestaba nada. Me volví un niño inexistente.
P: ¿Era tu forma de protegerte?
R: Exactamente, ocultarme.
P: Entiendo que sufriste mucho bullying. ¿Cómo te enfrentabas a ello y en qué momento uno dice basta?
R: Sí, yo me refugié mucho en los libros y un poco mas tarde en los videojuegos. Es verdad, que al final leyendo, podía tener un modelo de ocio en el cual no tenía que relacionarme con otras personas y me ahorraba la posible burla o insulto que me iba a caer.
P: ¿Cómo afectó eso a tu personalidad?
R: A día de hoy soy una persona con muchas inseguridades, que padece trastorno crónico de ansiedad, porque al final yo me desarrollé sufriendo rechazo, burlas e insultos, durante muchos años y de forma diaria. Al final, eso ha hecho que sea una persona bastante tímida al principio y bastante introvertida. Son cosas que he trabajado mucho con el tiempo y que con ayuda profesional he notado mejoras, pero evidentemente es una cosa que ha marcado mucho quién soy ahora.
P: ¿Cuándo y por qué te decidiste ser activista?
R: Cuando entré casi en la mayoría de edad y empecé a conectar con más gente que tenía una situación parecida a la mía, por su forma de expresarse o por su condición sexual, me di cuenta sin querer de que todo lo que me había pasado no era culpa mía. Realmente había un sistema que nos hacía eso a todos, y poder compartir la experiencia me quitó un peso de encima. De repente dejé de sentirme culpable y dije: "voy a vivir mi vida de forma más libre porque hay gente que lo está haciendo". Luego, empecé a subir vídeos a internet y poco a poco descubrí que había mucha gente que agradecía mucho esa naturalidad al hablar de esos temas y dije: "yo quiero formar parte de esta comunidad y hacer algo por ella". Es decir, a mí me salvó la vida internet. A través de foros, redes y sitios especializados, conocí a muchísima gente que me ayudó a entender que no estaba solo y que la gente podía quererme por cómo era y no querer cambiarme.
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P: ¿Qué importancia tiene para ti pertenecer al colectivo?
Al final cuando hablamos de colectivización, que ahora mismo es un término muy demonizado, hablamos de muchas cosas. Ya no solo de conseguir derechos que necesitamos en conjunto y tener un grupo con el que pelear, porque por desgracia peleando tú solo contra un sistema entero no consigues nada, sino para crear unas redes de cuidados. Al final desde el colectivo LGTB lo que hacemos es cuidarnos entre nosotros, porque no todos tenemos la suerte de que cuiden de nosotros las personas que nos han tocado por naturaleza, por así decirlo.
P: Eres del 94, llama la atención que alguien de tu edad siga sufriendo discriminación por ser quién es. ¿Cómo estamos hoy en temas de LGTBIFOBIA?
R: Tenía un profesor en la universidad que decía siempre: "La homofobia no desparece nunca, solo se transforma". Se ve peor hacer x cosas, pero se encuentra la excusa para llevarlo a otro sitio. Por ejemplo, hace 20 años estaba bien visto decir: "a mí no me gustan los maricones, no quiero que tengan los mismos derechos que yo". Ahora eso está peor visto y se buscan otra excusa tipo: "A mí no me parece mal, pero mientras lo hagan en su cama, mientras no se lleven dinero público o que no se acerquen a los niños..." Siempre se busca una excusa para castigar la visibilidad. Ahora la gente es más visible y eso conlleva que haya reacciones más violentas, porque se detecta antes a la persona queer y se castiga de forma más brutal. Eso se ve en el aumento de los discursos de odio.
P: ¿Está la sociedad más polarizada?
R: Sí, por el mero hecho de que ahora somos más visibles. Había polarización, pero no era tan visible porque teníamos que estar más escondidos. Ahora que ya no estamos escondidos, pues sí que estamos dando quebraderos de cabeza a un determinado sector de personas.
P: Dijiste el año pasado que Instagram te había limitado el alcance y Youtube te desmonetizaba. ¿Se ha solucionado esto?
R: Con respecto a lo de Instagram, tuve la suerte (entre comillas) de que al final, después de un par de reclamaciones, alguien reviso manualmente mi publicación y decidió retirar la limitación. Pero sí que es verdad que hay una tendencia a etiquetar todo lo que tiene que ver con lo LGTB, lo queer, lo reivindicativo o lo diferente, como contenidos sensibles. Se relaciona mucho hablar de sexualidad con el sexo en sí, con discursos políticos que por lo visto en ocasiones pueden parecer violentos y no entiendo por qué, porque la violencia viene precisamente del lado contrario. Se ve muy claro en Youtube que etiqueta todo lo relacionado con lo LGTB como contenido exclusivamente para adultos. Lo cual es verdaderamente preocupante. Estos mensajes tienen que llegar también a la gente joven, que son quienes necesitan formarse en diversidad para que sientan que no hay nada malo en ellos si son LGTB. Somos los creadores de contenidos LGTB los que nos comemos los marrones, cuando somos los que estamos lanzando un mensaje de inclusión.
P: Y, por último, pregunta sencilla: ¿Cómo acabamos con la homofobia?
R: Por desgracia, no hemos conocido un mundo sin homofobia y probablemente no lo conozcamos. Es una cosa que está demasiado arraigada. Tiene que haber unos cambios muy, muy de raíz en toda la educación y en cómo se fomentan los modelos tradicionales de familia que reproducen el capitalismo y el patriarcado. O sea, habría que hacer una revolución tan desde la raíz, que parece casi imposible. A mí me encantaría pensar en un mundo en el que conseguimos abolir todo esto, pero de momento creo que lo mejor que podemos hacer es instaurar una educación totalmente inclusiva, porque así al menos podemos enseñarle desde que nacen que la diversidad existe y que todo lo que hay alrededor en contra es puro prejuicio y cosas que tenemos que erradicar para ser más felices.
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P: ¿Vamos a mejor o hacia atrás?
R: Hay días y días. Hay días que leo lo del pin parental y temo. La involución es una posibilidad que existe. Ya lo hemos visto en Hungría o en Polonia. Así que es importante no dar nada por sentado. A mí no me gusta ser pesimista, pero me gusta que estemos atentos a lo que puede pasar. Ahora hay demasiada gente intentando vendernos que estos derechos que hemos conseguido, que solo intentan equipararnos un poquito, son un peligro para la sociedad. Ellos mismos no tienen otra forma de ganarse el voto mayoritario. Entonces, la única forma que tienen de convencer es inducir al miedo. Nosotros somos los únicos que os podemos salvar de este peligro, aunque en realidad es un peligro que no existe y que se han inventado ellos. Al final el blanco siempre somos las personas LGTB y las personas migrantes.