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¿Son los MDLRs los nuevos canis?

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  • Proveniente de Francia, las siglas hacen referencia a mec de la rue, niños de la calle en el sentido más literal.

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Morad
Morad

Hablar de tribus urbanas o subculturas supone hacer un recorrido por la inevitable diversidad que existe en nuestra sociedad. La necesidad de relacionarnos con nuestro entorno es uno de los rasgos principales del ser humano e históricamente ha ido evolucionando de manera constante, desde la lucha por la supervivencia contra otras especies por parte de nuestros antepasados a otras actividades menos arriesgadas como el trueque o la compraventa de bienes. Estas acciones, guiadas por unos marcados intereses en favor de la supervivencia individual y del núcleo familiar, han derivado en la formación de grupos en donde encontrar el confort que nos permita sobrellevar la vida de la manera más amable posible mediante formas de ocio y refuerzo del ego a través del sentido de pertenencia.

El establecimiento de vínculos culturales y emocionales es uno de los elementos constructores de estas subculturas. Las identidades sociales se construyen en torno a muchas variantes, pero en la mayoría de ocasiones vienen marcadas por las condiciones materiales y culturales de cada grupo. La pertenencia de una clase social concreta, unos patrones de vestimenta marcados, un discurso ideológico común e, incluso, unos gustos comunes por algo tan amplio en este mundo como es la música, son algunos de los elementos que componen lo que denominamos como tribu urbana. De esta manera, a lo largo del siglo XX se fueron construyendo una serie de subculturas que han ido conservando su identidad con el paso de los años, cambiando levemente sus rasgos más distintivos. Heavies, hippies, punks, mods, raperos, góticos han conseguido integrarse en el imaginario colectivo de las sociedades occidentales, siendo conscientes de cuáles son los rasgos distintivos de cada tribu y generando asociaciones instantáneas en base a generalizaciones que se han ido difundiendo sobre sus personas.

La entrada de los 2000 dio lugar a nuevas subculturas que, con internet como herramienta principal, pudieron difundirse e interconectarse de una manera más inmediata. Una de las más predominantes durante la primera década de siglo fueron los denominados canis, con su equivalente femenino, las chonis. Su estética, como la de tantas otras subculturas, rompía con lo tradicional mediante bisutería barata en busca de lo llamativo, ropa deportiva alejada de los formalismos de las clases altas y una jerga común cercana a las clases populares que rápidamente fue víctima de burlas por parte de los productos culturales de la época (encontrando ejemplo de esto con el personaje de "la Lore" en la serie Aída, emitida de 2005 a 2014). Vinculados a la clase obrera, conformaron en España lo que el sociólogo Owen Jones denomina chavs en Reino Unido: una mayoría de jóvenes de clase trabajadora carente de recursos económicos y con pocos estudios, que sufrieron una estigmatización por parte de medios de comunicación y partidos políticos cercanos al liberalismo. Los canis/chavs servían de frontera entre la clase media y la clase obrera: asociados a lo segundo, nadie quería pertenecer al mismo grupo que pertenecía esta tribu urbana. El discurso de la élite era evidente, había que mirarles por encima del hombro, distanciarse de ellos.

Morad, eje constructor del fenómeno en España

Pocos jóvenes habrá en 2022 que no sepan qué es la cultura MDLR o de dónde viene. Proveniente de Francia, las siglas MDLR hacen referencia a mec de la rue, niños de la calle en el sentido más literal. Iago Moreno, sociólogo por la Universidad de Cambridge, identifica este término con “una sociedad que no les deja ser parte, que les deja fuera del mercado laboral y que les discrimina a todos los niveles”. El componente identitario de estos jóvenes se estructura en torno a sus vivencias asociadas a sus condiciones materiales y la interacción derivada de ello. Esta condición no elegida actúa de barrera o limitación a la hora relacionarse con el resto, creciendo y desarrollándose en entornos rodeados en muchos casos de delincuencia y crimen. No obstante, “el término ha adoptado en la cultura joven de nuestro país un significado más, para aquellos que se identifican con el drill y con el trap más callejero, formando pandillas de chicos jóvenes que sienten una atracción fatal relacionada con la edad y las dinámicas culturales de nuestra sociedad hacia esa escena”.

“Esta reafirmación del sujeto encuentra en la idea de ‘los duros’ una declaración de intenciones de no dejarse desafiar, no dejarse humillar y ser más fuertes que el resto”

-Iago Moreno, sociólogo-

Echando la vista atrás en el tiempo, al hablar de los canis la música que escuchaban suponía un elemento identitario, pero no era el más determinante. Navegaban entre los grupos de flamenco de la época como Fondo Flamenco o Andy y Lucas, pero también había oyentes dentro de esta tribu urbana cercanos a otros géneros musicales como el reggaeton o la música techno. En el caso de los MDLR supone una fuerza mayor. La figura de Morad ha emergido como un movilizador de masas, que mediante sus letras plasma la realidad de un chaval de barrio de clase obrera, fácilmente identificables por parte de miles de jóvenes en España. A esta situación han contribuido también otros artistas de la misma corriente como Beny Jr o El Patron 970, generando un movimiento con referentes claros que actúan como figuras a imitar. No obstante, estas realidades relatadas van mucho más allá de las meras situaciones de exclusión social, apelando a “elementos de sus letras más emocionales, relacionados con la agresividad y la actitud desafiante”. De la misma manera, la estética juega un papel importante en el acercamiento a lo MDLR, transgrediendo las cuestiones de clase en muchos casos, existiendo “cierto grado de cosplay”, en referencia a las vestimentas comunes en torno a esta cultura por parte de jóvenes sin un punto común en torno a su situación económica. Así, el chándal se ha convertido en prenda referencia. Asociado habitualmente a clubes de fútbol como el Paris Saint-Germain o el Real Madrid, entre otros, han llegado a dar título a un tema del propio Morad.

Estos elementos relacionados con la agresividad, la actitud y las cuestiones reputacionales encuentran su razón de ser en el reforzamiento del individuo y su ego frente a todo aquello que lo rodea, contemplado como una suerte de enemigo siguiendo la comparativa de Thomas Hobbes en El Leviatán (“el hombre es un lobo para el hombre”). Esta reafirmación del sujeto encuentra en la idea de ‘los duros’ “una declaración de intenciones de no dejarse desafiar, no dejarse humillar y ser más fuertes que el resto”, afirma Iago. Es en este tipo de elementos en donde se aprecia el orgullo de pertenencia y la nula intención de renegar de su identificación sociocultural. Enfrentado directamente a este orgullo de pertenencia se encuentra, al igual que en la denominación de los canis y las burlas que rodeaban al término, un estigma que señala a toda esta juventud y los criminaliza por unas condiciones materiales que les han sido impuestas.

¿Son los mec de la rue y los canis dos caras de la misma moneda? Lo que está claro es que hay más cosas que los unen de las que los separan. La pertenencia, auto reconocida o no a la clase obrera, los elementos identitarios propios de la cultura popular, tanto en lo estético como en lo musical, el uso de las redes sociales para la difusión de contenidos y experiencias de vida, la recepción de estigmas y generalizaciones despectivas por parte de las clases altas en torno a su situación de clase y sus modos de vida... Y una lista que se podría alargar prácticamente tanto como uno quisiera. De momento, ante una más que complicada coexistencia de ambos fenómenos subculturales en el mismo espacio tiempo, habrá que conformarse conjeturando comparaciones.