Sobre el mal uso del mal llamado humor negro
- Frivolizar sobre problemáticas sociales frente a una audiencia que (por desgracia) no cuenta con la empatía necesaria hace un flaco favor al propio propósito de la comedia: que todos lo pasemos bien


El mundo de la comedia siempre ha estado profundamente vinculado a la provocación y la controversia. El desconcierto es uno de los pilares fundamentales de la comedia, ya que la gente encuentra muy estimulante escuchar una información conocida presentada desde un punto de vista inusual que genere una respuesta en la que quizá no habían pensado antes. Esto es, básicamente, la definición de un chiste.
En mis años trabajando como humorista (que son entre dos y tres, tampoco es que sea una eminencia), me he encontrado con muchos cómicos, cada cual con su proyección única de la comedia. Si bien es cierto que, como en cualquier ámbito social, existe un número de arquetipos en los que se puede clasificar al cómico por sus inclinaciones, la comedia es un aspecto tremendamente personal que no deja de resonar con los valores e ideales de cada cual.
Me gustaría hablar de un arquetipo particular: el autodenominado cómico de humor negro. Enfatizo la palabra "autodenominado" porque es muy distinto que una persona utilice el humor negro en su comedia o que esa persona ADVIERTA al público y al resto de cómicos de que tiene un humor muy negro. Como un adolescente inseguro, el autodenominado cómico de humor negro se dedica constantemente a dejar claro que él no es como el resto, que tiene un punto de vista especial, que tenemos que prepararnos para lo que va a decir. Porque él hace un humor muy negro.
Esta figura ficticia está utilizando ahora mismo pronombres masculinos por una mera cuestión gramatical, pero en otra ocasión podremos discutir si es correcto hablar de comicOs o comicAs cuando discutamos este tema.
El autodenominado cómico de humor negro presenta desde el principio una fórmula infalible: la falta de respeto. Y no quiero que se me malinterprete, la falta de respeto es hilarante, del mismo modo que el humor negro es un tipo de comedia más que valido, muy disfrutable para mí personalmente. Pero siempre hay que tener en cuenta tres factores: el contenido, la forma y el objetivo. El humor, como he dicho al principio, está estrechamente vinculado a la provocación social, y la comedia es una herramienta para presentar a la audiencia con una desconcertante sorpresa que le haga cambiar su punto de vista acerca de algo. Esto es, evidentemente, el escenario ideal. En el mundo terrenal, en el bárbaro lodazal en el que centenas de cómicos se pelean por un hueco delante de un micro abierto en un sótano de Madrid a cambio de una copa de vino gratis, la cosa cambia.
Recapitulando lo que he dicho hasta ahora, podemos concluir que el problema del que voy a hablar a continuación no es EL HUMOR NEGRO, ni LA PROVOCACIÓN ni LA FALTA DE RESPETO. Todos estos elementos son troncales y esenciales en la comedia. Como humoristas es nuestro deber indagar en la oscuridad para encontrar las incongruencias tan graciosas que se ocultan en el tejido de nuestra realidad. Por eso el humor negro es tan difícil de hacer bien, porque tiene que tener un contenido sólido.
Un contenido sólido
Como he avanzado ya, el "autodenominado" cómico de humor negro presenta desde el principio una fórmula infalible: la falta de respeto. Otra cosa que he dicho es "el desconcierto es uno de los pilares fundamentales de la comedia". Estas dos frases se juntan cuando un cómico se sube a un escenario (lugar al que se le atribuye autoridad y coherencia) y empieza a listar todo tipo de improperios y faltas de respeto. Esto logra desconcertar a la audiencia, y a menudo la hace reír, sobre todo si esta audiencia no le presta atención al contenido del monólogo, sino simplemente disfruta viendo a un hombre adulto decir sandeces sobre un escenario. Este comportamiento se ve replicado en las clases de colegios infantiles, cuando uno de los niños descubre que las palabras "caca-culo-pedo-pis" hacen reír sin parar a sus compañeros y no para de repetirlas, aún cuando el profesor le dice qué debería dejar de hacerlo.
Ese es el problema. Vivimos en un mundo en el que numerosos conflictos sociales están sacando a la luz la incongruencia del sistema y nos están haciendo por fin darnos cuenta del dolor de muchos grupos discriminados. Hoy en día, muchas minorías tienen por fin el derecho de pronunciarse al respecto del sufrimiento que han padecido durante años. Y, no solo eso, tienen a menudo los medios para argumentar la injusticia de dicho sufrimiento, presentar soluciones y exigir el respeto que merecen como seres humanos. Así que es lógico que los chistes sobre violaciones y abuso doméstico que hace 30 años hacían reír a los maridos (e incluso a algunas mujeres) ya no tengan el mismo efecto sobre algunas audiencias. ¿Es eso porque tenemos la piel muy fina? ¿Porque malinterpretamos todo lo que dice un pobre cómico que solo quería pasarlo bien? Dejo estas preguntas sin responder, ya que confío en el criterio de mi lector.
La lucha a favor de la igualdad de derechos de las mujeres lleva en vigor muchos años, y gracias a ella la calidad de vida de una enorme parte de la población se ha incrementado enormemente. Y la he utilizado como ejemplo porque es uno de los pocos mensajes que a fuerza de repetición han terminado por "calar" en la comunidad cómica. No se hacen chistes sobre el abuso a la mujer. ¿Por qué? Porque no tienen gracia. Como humorista, debes buscar chistes que tengan gracia. En este caso, el niño aprende la lección. Este mismo pensamiento podría aplicarse a las problemáticas de la comunidad LGBT, a las identidades de género, a las cuestiones de discriminación racial, funcional, y un larguísimo etcétera. Si se reconocen estas problemáticas sociales como asuntos a resolver que tienen como único objetivo incrementar la calidad de vida de la población humana, es sencillo comprender que frivolizar al respecto de ellas en un escenario frente a una audiencia que (por desgracia) no cuenta con la empatía necesaria resulta un flaco favor para con el propio propósito de la comedia: que TODOS lo pasemos bien. Un ejemplo de chiste “negro” con un contenido quizá revisable:
"Las fotos de cuando la reina era una niña pequeña: Reservadas para uso privado del príncipe Andrew", declara el titular de The Onion, un medio satírico. El objetivo de este chiste es recordar que el príncipe Andrés fue acusado de sus vínculos con la red de tráfico sexual de menores de Jeffrey Epstein y que ahora podría masturbarse mirando fotografías de una niña pequeña que es, a su vez, su recién fallecida madre.
La única lectura salvable de este chiste es que expone las horribles prácticas en las que presuntamente partició el príncipe Andrés (caso que zanjó de manera extrajudicial al llegar a un acuerdo financiero con Virginia Giuffre, la mujer que le denunció por abuso sexual cuando esta era aún menor) y lo enormemente desconectado que vive del resto de la población. Sin embargo, cualquier otra lectura podría reducirse a "¿no sería gracioso insinuar que este presunto pederasta podría excitarse mirando a su madre, que es también una niña pequeña?".
Es esta clase de chistes, la que se formula como un combo de un videojuego de lucha sustituyendo los golpes por palabras desagradables, la que deslegitima el mero propósito del humor negro: no estás arreglando nada. Y sí, la comedia debería tratar de arreglar las cosas. La provocación social es la espina dorsal de la comedia y una herramienta revolucionaria. Si simplemente hablas de cosas horribles e intentas que la gente se ría, estás haciendo terrorismo, no comedia. Lo cual me lleva al próximo punto de este artículo.
El motivo de tu presencia
Sin duda, el autodenominado cómico de humor negro domina la forma de los chistes que va a hacer, sabe dónde va a haber un remate, sabe los dobles sentidos que va a utilizar y sabe más o menos las emociones que va a hacer sentir a la audiencia. Pero, ¿por qué hace esto? Normalmente porque lo que quiere es hacer reír a la gente. Como todos.
Evidentemente, la comedia es satisfactoria cuando es bien recibida, a todos nos gusta que nos aplaudan y nos rían las gracias, sobre todo a los niños que gritan “caca-culo-pedo-pis”, que son los que a menudo terminan volviéndose humoristas profesionales. Pero ya no somos niños, somos adultos, y tenemos una serie de responsabilidades. Mi consejo para cualquier cómico que se esté sintiendo aludido por este artículo es: cada vez que estés a punto de subir a un escenario, pregúntate a ti mismo: ¿Qué hago aquí? ¿Para qué sirve esto que voy a hacer? ¿Qué es lo que busco? No digo que tengas que tener las respuestas inmediatamente pero, por favor, búscalas. Y cuando las tengas, piensa en ellas.
Vamos a hablar a continuación de un cómico que tiene muy claros los motivos de su presencia: Ricky Gervais es un hombre muy valiente. ¿Por qué? Porque se sube a un escenario a hablar sobre dios, el sida, Hitler y la pederastia. Pero eso no es todo, es aún más valiente, ya que habla de “los trans”. Vamos a utilizar a Ricky Gervais para explicar otro de los conceptos clave que a menudo se le escapan al autodenominado cómico de humor negro.
No está bien reírse de la gente
Hemos hablado de provocación, de subversión y de faltas de respeto. El humor negro cuenta con todos estos elementos pero, paradójicamente, hay otro elemento que está muy presente en el humor negro de calidad: el respeto. Un buen cómico nunca se reirá de una persona que sufre, simplemente porque una buena persona nunca se reirá de una persona que sufre. El acoso que sufrían las mujeres cuando empezaron a pronunciarse por sus derechos fue un ejercicio repugnante de violencia social que ha costado décadas combatir y todavía estamos lejos como sociedad de llegar a erradicarlo. Esto, una vez más, puede aplicarse a cualquier otro tipo de discriminación.
Sin embargo, un redactor decide un día que la palabra "valiente" sirve para definir a aquel que secuencia cinco escenarios de violencia estructural e intenta buscar en ellos la risa cómplice de la audiencia. No conozco a Ricky Gervais de forma personal, así que no conozco su relación con la espiritualidad, la religión o la propia iglesia católica. No sé si un pariente lejano de Ricky Gervais estuvo internado en un campo de concentración durante el Holocausto, no sé si sufrió una agresión sexual cuando era menor o incluso si sufre de disforia de género. No conozco ninguno de estos factores que me puedan hacer ver que Ricky Gervais empatiza lo más mínimo a nivel personal con estos temas que trata, para quizá encontrar un atisbo de "valentía" en sus palabras. Pero sí conozco a otros cómicos como él. Cómicos que buscan una falsa complicidad en una audiencia desinformada mientras enumeran barbaridades relacionadas con opresiones de las que no son ni de cerca víctimas. Conozco a niños que señalan a niños distintos y se ríen en voz alta para que el resto de compañeros rían. Y, sobre todo, conozco a gente que aplaude este comportamiento y lo reconoce como una exhibición de fuerza, valentía y libertad.
Hemos creado este debate absurdo sobre “los límites del humor” y la “libertad de expresión” solo para conseguir que estas personas sigan encontrando complicidad en su ignoracia. Porque no existe otra razón para que la haya. Cualquier persona que desee saber la verdad que se esconde tras las gracias que ríe está perfectamente capacitada para descubrirlas. No se coarta ninguna libertad, se señalan los errores. El único que se ofende con facilidad es aquel que se niega a aprender y empatizar, y construir un mundo mejor para todos. Al fin y al cabo, todos queremos lo mismo: que todos lo pasemos bien.
****************************************************
DANELICIOUSTM se dedica a crear contenido principalmente relacionado con la propia creación de contenido, la vida en redes sociales y las dinámicas que se desarrollan a diario en el plano digital.