Enlaces accesibilidad
GEN Z TOPIC

¿Cuánto capitalismo cabe en mi salud mental?

  • La precariedad y problemas derivados del régimen productivo son causas centrales de malestar
  • ¿Qué beneficio psicológico tendría resolver las dinámicas estructurales que impactan negativamente en nuestro día a día?

Por
¿Cuánto capitalismo cabe en mi salud mental?

¿El régimen capitalista (nos) ocasiona problemas en nuestra salud mental? Seguramente sí. ¿Abolirlo terminaría con la necesidad de que la gente pueda acceder a seguimiento psicológico profesionalizado? Seguramente no. Para una praxis que habilite un cuidado integral y transversal de la salud de todos, es fundamental comprender hasta qué punto las lógicas del modo de acumulación y producción capitalista atraviesan nuestra perspectiva y nuestro accionar frente a la vida, las relaciones interpersonales, los horizontes de futuro y las necesarias certezas.

Se hace fundamental en este punto una apreciación: la presente reflexión no pretende evocar un pasado imaginado en el que el régimen capitalista sí funcionaba correctamente y era capaz de cuidar la salud mental de las mayorías sociales. El capitalismo fordista y los sistemas del bienestar posteriores a la II Guerra Mundial se fundamentaron 1) sobre la explotación indiscriminada de las periferias y el Tercer Mundo, 2) sobre lógicas de crecimiento insostenibles económica y productivamente y 3) sobre dinámicas ecológicamente destructivas imposibles de mantenerse a lo largo del tiempo. Es decir, que la “estabilidad” que el capitalismo pudo dar a ciertos sectores de la clase trabajadora en los países del Occidente privilegiado fue circunstancial y era, de hecho, insostenible. Dicha estabilidad no podía durar y, de hecho, no duró sino un par de décadas.

Pero, además, este régimen de protección (aquí́) por desposesión y explotación (allá́) tampoco cuidaba la salud mental. En su necesidad ávida por reproducir el ciclo del capital, el régimen privaba a los trabajadores del fruto de su trabajo, les hacía extraños frente a la actividad que realizaban en forma mecánica durante ocho horas al día y, al salir al mercado como consumidores, les sumía (por la vía ideológica de la propaganda) en un círculo vicioso de deseo infinito enfocado al consumo por el consumo.

"Hay dificultad a la hora de imaginar la propia vida de aquí a cinco años"

¿Es peor el capitalismo hoy para la salud mental? En realidad, depende de varios factores. Es cierto que el avance científico y tecnológico de la humanidad ha aumentado objetivamente las posibilidades para una vida mejor, aunque esta no se ha consumado. Las periferias siguen sumidas en ciclos de pobreza, endeudamiento y subdesarrollo, los países del Occidente privilegiado acumulan altas tasas de desempleo y precarización. Y aunque la pobreza extrema se haya visto reducida a lo largo del globo, buena parte de esta mejora se debe al “milagro chino”.

Centrándonos en la juventud española, las incompatibilidades del capitalismo posfordista con la salud mental saltan a la vista. En este sistema financiarizado, deslocalizado y desregulado, el acceso a la vivienda es una quimera y mantenerse más de dos años en la misma empresa parece un cuento de hadas. Esta es, quizá, una de las diferencias fundamentales con respecto a la fase previa del régimen capitalista: la dificultad para imaginar la propia vida de aquí a cinco años. Forma parte del ámbito de lo ridículo pensar en formar una familia cuando los trabajos duran tres meses; es casi negligente comprar una casa en un marco en el que no sabes dónde vas a tener que desplazarte por trabajo en los próximos seis meses; y es casi temerario emanciparse sabiendo que muy probablemente poco después se le tendrá que pedir dinero a los padres.

En un informe elaborado por la fundación Primero de Mayo se habla del “círculo vicioso de la salud mental laboral”. Es este un concepto muy útil, por cuanto ilustra una paradoja productiva del propio régimen: una correcta salud mental posibilita un desempeño más eficaz del trabajador que, sin embargo, ve mermadas sus capacidades como consecuencia directa de trastornos psicológicos generados en el propio ámbito de trabajo. Por supuesto, dinámicas presentes a la interna de los centros -como el mobbing- son factores claros de pérdida de la salud mental, pero hay otros que son realmente estructurales.

"La salud mental es una de las mayores violencias que sufre la clase trabajadora"

El más persistente, transversal y orgánico es el de la temporalidad, pues está presente antes (“¿cuándo encontraré trabajo?”), durante (“¿cuánto me durará este empleo?”) y después (“¿qué hice mal para perder el trabajo?”). La precariedad, a su vez, es un factor clave en los procesos de detrimento en la salud mental de las personas. Estudios como el realizado por ISTAS (Comisiones Obreras) en 2005 así́ lo muestra: existe una relación directa entre la precariedad laboral, entendida como inestabilidad en la contratación y vulneración de derechos laborales, y una menor salud mental en España. La pandemia ha agravado esta situación. La precariedad es una causa central de malestar y déficit del cuidado mental en España. La población española tiene miedo de no volver a encontrar un trabajo si pierde el actual, o incluso de ver reducidas sus horas de contratación. Más de la mitad de los docentes españoles presentó en 2021 síntomas de ansiedad y los jóvenes presentan un 58% de riesgo de desarrollar problemas de salud mental. Todos estos son datos constatables, vinculados a la inestabilidad económica y, sobre todo, no naturales, sino consecuencia de un régimen productivo eminentemente irracional y tendente al caos.

Hay que impugnar una falsa dicotomía postulada por algunas figuras pretendidamente anticapitalistas que, sin embargo, poco o nada hacen por actualizar a los tiempos vigentes su crítica al modelo económico. El auge de los problemas de salud mental en nuestros días tiene un origen estructural y no aleatorio: el capitalismo posfordista, con su inestabilidad e incapacidad de brindar certezas, empuja a la juventud a la incertidumbre.

Nuestro país está viviendo un importante proceso de normalización y crítica frente a la salud mental. Lejos de ignorarla, se está́ visibilizando y, con mayor o menor acierto, se está́ tratando de indagar en sus causas y en posibles soluciones. Es cierto, cada vez hablamos más de salud mental. Pero esto no la convierte en una moda que aleje a los sectores populares de sus “verdaderos problemas”. Sin duda, en la desposesión y el modelo de especulación y consumo se halla la base del quebranto de nuestra salud mental. Hoy, la salud mental es una de las mayores violencias que sufre la clase trabajadora, siendo esta una de sus principales demandas y uno de los más importantes campos de disputa para quienes pretendan defender los intereses de las mayorías. Y, además, es importante una última apreciación: en el -deseado por muchos- mundo poscapitalista, seguirá́ habiendo psicólogos. Ser “socialmente iguales y humanamente diferentes” significa también disponer de una estructura para cuidar la salud mental de cada individuo.

*************

Eduardo García es politólogo y maestrando en Relaciones Internacionales. Colabora con medios como El Salto Diario o Descifrando la Guerra, en materia de política internacional.