La política de los "shorts" y los "reels"
- ¿Cómo se adaptan los políticos al auge de las los clips de fácil consumo en redes sociales como Instagram o Youtube?
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2023 ha sido con toda seguridad el año de consagración la cultura audiovisual de los reels y los shorts. Paradójicamente, estamos frente a formatos que echan tierra sobre algunos de los principales consensos que habían regido hasta hace poco tiempo el ámbito de lo audiovisual en internet. Escasos años atrás, los comunicadores producían sus contenidos en horizontal y sobrepasando los diez minutos (especialmente en Youtube). Salirse de esta lógica era poco rentable en términos de audiencia y difícilmente justificable en el plano estético. Estas dinámicas ya no operan.
Hoy consumimos lo audiovisual de arriba a abajo, evolución natural que va de la mano de la imposición de los móviles sobre las tablets y los ordenadores. Las nuevas páginas web empiezan a edificarse desde lo vertical, con el formato horizontal como medida secundaria (véase Relevo) y la comunicación política está adaptándose con cierta agilidad a este nuevo criterio rector. En beneficio de los equipos de candidatos y partidos políticos, el formato short/reel se produce más fácilmente que un spot tradicional: requiere menos recursos, menos necesidad de transmitir visualmente y, ante todo, exige un menor tiempo por cada vídeo, lo que posibilita la producción en masa de clips. En detrimento de la política como ejercicio de disputa por lo común está, sin duda, la reducción del contenido programático e ideológico en línea con lo reducido de su duración.
Efectivamente, la comunicación política fundada en los shorts y en los reels es problemática. Es cierto que “acerca” la política a los espacios de descanso y consumo de la gente, al aparecer de la nada a medida que uno “scrollea” (siempre mediados, eso sí, por los sesgos que el algoritmo nos impone a todos al hacernos consumir casi de forma exclusiva contenido de dirigentes cercanos a nuestro marco ético-político). Sin embargo, la hace más accesible a costa de vaciar sustancialmente el contenido del debate público. Es una obviedad, pero conviene resaltarla: la profundidad y la cantidad de ideas expresadas en un vídeo de menos de un minuto es considerablemente inferior a la que puede relatarse en una entrevista o en un debate.
“La cantidad de ideas expresadas en un vídeo de menos de un minuto es considerablemente inferior a la que puede relatarse en una entrevista o en un debate”
En el reel, como en el short, la búsqueda del lema vacío, estridente, capaz de entrenar al algoritmo, no solo es una posibilidad sino una exigencia de posicionamiento en la red. Además, el dirigente habla frente a un espejo. No hay réplica, ni re pregunta; ni siquiera complementación de dirigentes amigos. Es un uno contra cero en el que el militante, el dirigente o el cargo público es el único interlocutor. Es cierto que, a veces, en un minuto caben propuestas específicas e incluso diagnósticos, pero a fuerza de esquematizarse tanto que apenas pueden dar pinceladas. A menudo, la inercia natural es producir clips de fácil consumo, con sentencias firmes pero escasamente nutridas en términos cualitativos.
Y si la res pública no cabe en un minuto… ¿era mejor la comunicación política “de antes”? Es probable que sí. Parece difícil negar que los formatos previos a la generalización de las redes sociales eran, por simple cuestión de formato, más densos. El consumo audiovisual de la política tenía que ver con coberturas de eventos y, sobre todo, con debates y entrevistas. Cualquier entrevista brindada por Julio Anguita, José María Aznar o Felipe González era, claro, más consistente que cualquier short… pero la exposición era menor. Es posible que, en cómputo, hoy consumamos más minutos al día de comunicación política que la generación de nuestros padres. Pero lo hacemos en pequeñas cápsulas, muchas de las cuales son tan histriónicas como vacías de contenido político real. Los reels y los shorts politizan la sociedad, pero no tienden a elevar el grado de conciencia política. Son el formato audiovisual ideal para la simplificación de lo común. Las narrativas reduccionistas y los equipos que campaña que las diseñan sufren en entrevistas y debates, porque a menudo no resisten las repreguntas de periodistas y adversarios políticos; pero en los reels y los shorts, la ventaja es doble: nadie te va a responder y solo tienes que llenar 1 minuto de discurso… tarea fácil teniendo a mano argumentarios bien construidos.
En términos de estricta comunicación política hay múltiples ejemplos en el mundo hispanohablante de empleos eficaces de este formato que abarcan posiciones ideológicas bastante dispares. Ortega Smith, candidato de VOX a la alcaldía de Madrid, difundió un short que tuvo bastante éxito en distintas plataformas en el que, según muestra, se encara desde la distancia con un “okupa”, dando fuerza a un discurso que constituye en la actualidad uno de los principales relatos electorales del partido. Compromís ha empleado también el formato con cierta solvencia, resumiendo intervenciones en medios y haciendo microcortes para dar dinamismo a la intervención.
Sin embargo, una figura de habla hispana se destaca por encima del resto en su empleo de este formato: Javier Milei. El auge del dirigente “anarcocapitalista” en Argentina no puede entenderse sin hacer referencia a su empleo de los shorts en Youtube, con los que obtiene una poderosa difusión que encaja a la perfección con la relativa simplificación que emplea en sus exposiciones públicas. Muchos de sus clips superan con creces el millón de reproducciones. La fórmula empleada es básica: recortes de entrevistas, directos y eventos que dan de sí micro-vídeos agrediendo verbalmente a contrincantes políticos y a periodistas, lanzando proclamas con un lenguaje agresivo o incluso lanzando algunos puntos centrales de sus postulados programáticos: todo ello con un cierto abuso de los micro cortes y mediando, a veces, imágenes de otras figuras públicas, música emotiva o metáforas.
Esta reformulación de la comunicación política, comprensible al ser un campo dinámico y cambiante per sé, abre un debate central que, sin embargo, precede a los reels a los shorts y se remonta a décadas atrás: ¿tiene sentido consumir la política en estos términos? La gestión de lo público, la conformación de las superestructuras comunes en las cuales se juegan los debates y las decisiones que afectan a la mayoría de las personas revisten una relevancia innegablemente superior a buena parte de los contenidos que nos cruzamos en internet (o, previamente, en la televisión).
Sin embargo, pareciera que la propia política va a rebufo de las tendencias comunicativas, adaptándose y limitando su contenido real para no quedarse atrás. No es responsabilidad de los partidos políticos, que deben amoldarse a las lógicas imperantes para seguir cumpliendo su función de representatividad. Se trata, por contra, de una especie de culpa colectiva en la que mucho tienen que ver las plataformas audiovisuales privadas que de facto condicionan el ocio y el derecho a la información de las personas al promocionar formatos que limitan la capacidad expositiva de los cuadros políticos y de la sociedad en general. Los divulgadores científicos, por ejemplo, se ven agraviados también en sus exposiciones al tener que estar a la altura de estos formatos reduccionistas.
Como sea, los reels y los shorts marcan las campañas inmediatas en España y en el mundo hispano, y los nuevos dirigentes podrían tomar buena nota del fenómeno Milei, que de ninguna forma tendría opciones presidenciales en Argentina si no hubiera sido por su empleo de estos formatos.
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Eduardo García es politólogo y maestrando en Relaciones Internacionales. Colabora con medios como El Salto Diario o Descifrando la Guerra, en materia de política internacional.