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Philip Sington nos presenta 'La chica Einstein'

  • El escritor británico le cuenta a Eva Cruz los detalles de la vida del científico

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Philip Sington: Para tener ideas sobrehumanas ¿hay que vivir una vida sobrehumana?

Esta es una de las preguntas que, según el escritor británico Philip Sington, debió perseguir durante toda su vida a Albert Einstein, el más importante genio científico de todos los tiempos. Sington ha perseguido la sombra de Einstein con una obsesión por su figura que dura ya veinte años, y que acaba de materializarse en su nueva novela, La Chica Einstein (Alfaguara), en la que combina la investigación sobre la operación T4 que acabó con 250.000 deficientes mentales en la Alemania nazi y en la esterilización forzosa de más de 400.000 personas, con el ritmo de un thriller psicológico y el misterio que envuelve los años de Einstein en Europa central. Los críticos dicen que leer una novela de Philip Sington es como dejar que un chófer te pasee en un viejo Bentley. Asuntos Propios habló con él también de España, de su madre (que fue espía para el gobierno británico), e incluso de física cuántica. Esta fue nuestra charla:

AP: estamos sentados con Philip Sington, el autor de La Chica Einstein, que acaba de publicarse en España en la editorial Alfaguara. Einstein es un tema que le fascina a usted desde hace 20 años. ¿Cómo se acerca uno a una figura tan famosa, tan importante, tan básica para la concepción moderna del mundo?

PS: Pues uno se acerca con mucha cautela: es una bestia grande y salvaje. Creo que lo más importante es asegurarte de que sabes todo lo que hay que saber, así que hice mucha investigación. Hay muchísima literatura disponible, así que leí lo mejor de todo eso para intentar construir en mi cabeza una imagen de cómo era, incluso aunque luego vayas a usar una parte muy pequeña de todo lo leído. Para mí lo más difícil fue comprender su ciencia, con sus ideas, que no son nada fáciles si no te dedicas a la física. Son muy anti-intuitivas, lo que para mí era parte del atractivo. Einstein desafía supuestos que uno siempre ha asumido como ciertos: esa es la clave de su genio, de por qué es más que un científico y se ha convertido en una figura histórica. Fue capaz de concebir cosas que el resto de los científicos de su época eran incapaces de concebir. Hubo alguno, como el famoso matemático francés Pointcaré, que por lo visto fue la última persona del mundo que lo supo ¿todo,¿ llegó a ciertos modelos matemáticos que reflejaban la relatividad, antes que Einstein. Pero él ni por un instante pensó que fueran aplicables al mundo físico, creyó simplemente que eran curiosidades matemáticas. Y es que Einstein tenía la capacidad de ver cosas que nadie capaz era capaz de ver. Para mí ese fue un interesante punto de partida.

AP: Hay un momento del libro en el que el personaje principal dice que se siente estúpido al leer las obras de Einstein. ¿A usted eso le pasó?

PS: Creo que todos los seres humanos del mundo nos sentimos estúpidos al lado de Einstein, era una figura absolutamente extraordinaria. Pero eso no significa que sus ideas no puedan ser comprendidas por la gente normal. Si yo sintiera que sus proposiciones centrales eran tan extrañas o complejas que nadie que no supiera física sería capaz de comprenderlas, no hubiera escrito sobre ellas. Sus ideas sí pueden ser comprendidas por la gente, aunque hace falta, cómo decirlo, bastante flexibilidad mental. Tienes que estar preparado para abandonar ideas que resultan completamente concretas, como por ejemplo el tiempo lineal, o el tiempo absoluto, y el espacio absoluto. Uno tiende a pensar que una distancia es una distancia, y que un minuto es un minuto, y que todo puede medirse en relación con eso. Pero Einstein fue capaz de proponer, y luego probar, que eso es una ilusión. Y es difícil que eso te entre en la cabeza. Y en cuanto a la física cuántica, un campo de investigación que él más o menos creó a partir de la nada, los conceptos son aún más extraños y más anti-intuitivos. La idea, por ejemplo, de que los objetos pueden estar es dos sitios a la vez.... cosas así. Difíciles, pero bastante inquietantes.

AP: Y también poéticas.

PS: Absolutamente, absolutamente. Niels Bohr, un gran compañero de debates de Einstein en física cuántica, dijo, y es una cita muy famosa, que el único lenguaje que sirve para entender el mundo de la física cuántica es el de la poesía.

AP: Al mismo tiempo, usted se acerca a esta figura de una manera un tanto oblicua, a través de su vida personal. Hay un punto en la novela en el que alguien dice que la razón por la que Einstein dedicó tanto tiempo a la física cuántica fue que no quería pensar en nada más. Es banal y facilón decir que hay un paralelismo entre ser un genio y ser, por ejemplo, un mal padre. Pero usted también dice que Einstein quiso destruir su propia ceración, y ahí sí parece que pudiera haber una relación con la paternidad.

PS: Bueno, el problema que tuvo Einstein con la física cuántica es que había creado un monstruo, en su propia concepción. Expliquémoslo de forma simple: la proposición central de la física cuántica que no le gustaba era que a nivel subatómico, que es el nivel que determina de qué está hecho todo lo que existe, las reglas normales de causa y efecto se quiebran. Resulta difícil decir que un algo sucede porque otra cosa lo hace suceder. El modelo de la física clásica es que todo sucede por alguna razón: si algo se mueve es porque algo lo ha movido. La física cuántica dice que esa regla no es aplicable, que las cosas suceden sin razón aparente. De forma que las cosas se vuelven incognoscibles, no sólo porque no puedan descubrirse, sino porque no hay razones que las expliquen. Por eso dijo aquella frase famosa: Dios no juega a los dados. A lo que Bohr contestó: deja de decirle a Dios lo que tiene que hacer. En ese sentido, había creado algo que se rebelaba incluso contra su propia idea del orden del universo, y no fue capaz de aceptarlo. No diría que veo ahí paralelismos estrictos con su vida privada. Pero sí hay un vínculo entre su arquitectura intelectual, su manera de plantearse estos problemas, y su vida personal, y esto es algo que él mismo sugirió en más de una ocasión. Es un tema oblicuo de investigación, pero parece que para poder pensar en cosas tan anti-intuitivas, tan alejadas de lo que puede llegar a concebir una persona normal, él claramente pensaba que era útil estar lo más desconectado posible de las preocupaciones normales de los humanos. No es sólo que la ciencia te robe tanto tiempo que no te queda nada para los demás. Es que para pensar en cosas sobrehumanas hay que vivir una vida sobrehumana, o tal vez extra-humana, es decir, fuera de la humanidad. Una cosa que dijo que era bastante interesante fue que cuando era joven solía ir a caminar por las montañas, y que las mejores ideas se le ocurrían de paseo por los Alpes, a menudo con amigos. Pero cuando se fue enfrentando a mayores problemas más adelante en su vida ya no le valía caminar por las montañas, buscaba el mar, los grandes lagos, básicamente los lugares más solitarios y tristes, porque las montañas eran demasiado hermosas y le desconcentraban. Quería alejarse lo más posible de la humanidad, y de las ideas preconcebidas de la humanidad. Y eso reflejaba su visión de la humanidad, y sus sentimientos por la humanidad, especialmente en relación con la gente que tenía más cerca. Quería ser un no-humano, para escapar de las ideas preconcebidas. Y hasta cierto punto lo logró. Que estuviera obligado a hacer eso, es algo que no nos corresponde decir a nosotros, al fin y al cabo era Einstein y es el padre de ideas buenísimas. Pero sí añadiría, de forma muy tentativa, que pasó los últimos 25 años de su vida trabajando sobre el problema cuántico, intentando probar que su propia teoría era falsa, que la ley de causa y efecto era aplicable, que Dios realmente no jugaba a los dados. Eso lo hizo en Princeton, donde por fin estuvo alejado de casi todos sus parientes y de la mayoría de sus amigos de toda la vida. Por fin había conseguido la tan deseada independencia y soledad intelectual y personal. Y en esos 25 sus logros fueron, exactamente, nada.

AP: En su libro hay mucho detalle de época. Hay un crítico que dijo que leerle era como viajar en un Bentley.

PS: ¡En un Bentley con chófer!

AP: Exacto. Pero ¿por dónde empieza uno a hacer algo original y personal sobre el periodo nazi, que ha sido explotado hasta la saciedad en libros y películas?

PS: Ahí está el lujo de escoger un personaje real muy concreto. Hay obviamente también muchos personajes de ficción en la novela. Pero un personaje bien investigado en un contexto bien investigado te da los ángulos que necesitas para ser único. Es un periodo fantásticamente rico. El libro se sitúa en el año 32, que es poco antes de que los nazis lleguen al poder ¿aunque llegan al poder en el transcurso de la novela. Pero muchas de las preocupaciones de aquel tiempo, y algunos de los precursores intelectuales del nazismo, no aparecen mucho en la literatura. Hemos tendido a concentrarnos, comprensiblemente, en el holocausto y la guerra, pero hay otros holocaustos menos conocidos, y uno de ellos es el de los enfermos mentales. Unas 300.000 personas fueron asesinadas porque se consideraba que eran mentalmente defectuosas. Muchas también fueron esterilizadas de forma obligatoria. Era un programa llamado T4, basado exclusivamente en una teoría psiquiátrica que estaba ganando terreno en la época. Ese es uno de los temas centrales de mi libro.

AP: La brutalidad de los métodos psiquiátricos parece anunciar la brutalidad del régimen nazi...

PS: Sí, es un hecho interesante. Muchas de las ideas de pureza racial surgieron en América, no en Alemania. La idea de que los mentalmente inferiores procrearían rápidamente y debilitarían la raza es una idea que ganó mucha credibilidad e ímpetu en América, y luego fueron importadas en Alemania en los años 20. Como precursor supongo que hay un vínculo, pero básicamente los nazis se lanzaron sobre la idea. De hecho todo el movimiento de la eugenesia surge de esta idea de que los seres inferiores de la población llegan a procrear, mientras que antes, antes de la medicina, probablemente habrían muerto. A partir de 1900, en todo el mundo, incluyendo por ejemplo el Reino Unido, había gente diciendo si no hacemos algo vamos a acabar con una población debilitada, con un mundo lleno de idiotas. Esto está basado en parte en una mala comprensión de cómo funciona la genética, y en parte en un miedo real de que la medicina iba a destruir la raza humana. Esa idea, que en la población hay un grupo genético que hay que mantener puro, está en la base de la ideología nazi, y se aplicaba con toda su fuerza contra los enfermos mentales. Sin esa tradición no creo que el nazismo hubiera girado tan brutalmente hacia donde giró. Esto no quiere decir que todos los tratamientos utilizados sobre los pacientes en aquella época surgieran de la ideología racial. Hubo médicos que utilizaron el electroshock y cosas así pensando que podía ser buena idea y que ayudarían a los enfermos: consiguieron algunos resultados que sugerían que la gente se ponía mejor. Una de las ironías del libro es que algunos de quienes usaban estos métodos son los que están intentando salvar a esta gente, en lugar de simplemente destruirlos.

AP: Otra cuestión que hay que plantear: Einstein tuvo una hija secreta con la que luego sería su mujer. La dio en adopción. ¿Nunca se sintió culpable por ello?

PS: No hay pruebas de que sintiera ninguna culpa. Creemos que la dio en adopción, pero no podemos estar seguros. Habría sido en Serbia, de donde provenía su primera mujer, Mileva Maric. Las razones por las que la dio en adopción están bastante claras en la correspondencia. Cuando la niña nació no estaban casados todavía, él no era aún ciudadano suizo, seguía siendo ciudadano alemán aunque vivía en Suiza. Estaba solicitando la ciudadanía suiza, y buscando trabajo. En aquel momento debió de sentir que reconocer una hija ilegítima hubiera causado un escándalo que dificultaría sus perspectivas de convertirse en suizo y encontrar trabajo. No sabemos lo que pasó con esa criatura. Pudo haber muerto en la infancia, había una epidemia de escarlatina, pero lo que resulta intrigante es que mucha correspondencia de ese periodo ha sido destruida, porque hay claros huecos en esos años.

AP: ¿Hay pruebas de que la niña no fuera del todo sana?

PS: Las hay. Pero son referencias oblicuas y poco claras. La única prueba de que pudiera padecer una discapacidad mental está en un comentario que Einstein le hizo a alguien al final de su vida, ya en América, ¿mi primera criatura era una idiota mongoloide.¿ Esas fueron sus palabras.

AP: ¡Qué encanto!

PS: Sí. Y encima su primer hijo, Hans Albert, no tenía ningún retraso: era un ingeniero civil de bastante éxito, con lo cual su interlocutor se quedó perplejo, porque era algo bastante cruel que decir de un hijo perfectamente normal. Fue sólo tiempo después que se descubrió esta hija secreta, que se supone que podría ser la idiota mongoloide. Aparte de eso, no se sabe nada más.

AP: Hace usted una breve referencia al periodismo en su novela. Los define como ¿gente con caras hambrientas, como perros esperando que les den una patada.¿ Espero que eso no venga de la experiencia personal.

PS: ¡No! Son periodistas por fuera de un hospital buscando información sobre alguien enfermo. No me refiero a los periodistas en general, ¡jamás diría eso! fui periodista durante 9 años, aunque tuve mucha hambre y me pegaron muchas patadas. No, se trata de una escena concreta. Pero la prensa berlinesa era una buena pandilla. Había un número extraordinario de periódicos, estaban desesperados por conseguir historias, y cazaban en manada.

AP: ¿El periodismo ha mejorado?

PS: Había periodistas buenísimos en el Berlín de entreguerras. Uno de ellos, Joseph Roth, un periodista judío, me ha servido muchísimo para documentarme: lo describe todo, desde los bares más cutres a los clubs, a los circos, y a los ministros. Pero en general sí diría que el periodismo ha mejorado: la prensa berlinesa era increíblemente partidista.

AP: La madre de Philip Sington fue oficial de inteligencia para el servicio británico. ¿Eso hizo que su infancia fuera muy interesante¿ o muy silenciosa?

PS: Mi madre mantuvo en secreto que trabajó como espía para el gobierno británico durante la mayor parte de mi vida. La mayor parte del tiempo trabajó para lo que entonces se llamaba el SIS (Secret Inteligence Service), como agente secreto en Praga, en lo que entonces era Checoslovaquia. Y no fue hasta que no quise viajar allí cuando empecé a sospechar que había gato encerrado. Se produjeron llamadas frenéticas al Foreign Office preguntando si se me podía dar permiso para ir, y yo no entendía por qué aquello podía ser un problema. Finalmente pude ir y años más tarde, cuando quise volver a lo que ya era Chequia, mi madre me confesó la verdad. Yo sabía que mi madre había trabajado en Praga, pero, como todo el mundo, pensaba que había sido secretaria en la embajada. Me acompañó a Praga y me dijo: la verdad es que no fui secretaria, fui la jefa del servicio secreto. Lo interesante es por qué la eligieron a ella, y por qué eligieron a tantas mujeres en aquella época. Fue justo después del gran escándalo de Kim Philby. Se descubrió que una gran cantidad de agentes, hombres, de alto nivel, trabajaban para los rusos. Y cuando fueron desenmascarados se encontraron con un gran hueco en esos niveles. Sabían que los rusos, los comunistas, estarían pendientes de cómo se llenaban esos huecos, así que estaban vigilantes. Y pensaron ¿cómo metemos a gente nueva sin que sospechen? Así que en lugar de hacer lo normal, que es enviar a un diplomático, que como tiene inmunidad no puede ser detenido, enviaron a gente sin inmunidad del equipo de la embajada ¿mujeres jóvenes, de las que no se sospechaba entonces. Así que cambiaron a mucha gente, a varios diplomáticos, a algunas secretarias, y era una de las secretarias la que era la espía. Cambiaban al agregado militar, el candidato más evidente, y a la secretaria. Y así fue como entró. Pero, como digo, yo no me enteré de nada hasta que no fui un adulto, e incluso hoy en día sigue siendo bastante celosa de las cosas que llegó a hacer. Es bastante interesante.

AP: ¡Ahí hay una novela! Toda una generación de mujeres dedicándose al espionaje...

PS: Sí, seguramente haya una novela, pero intentar sonsacarle información a mi madre es como hacer que sangre una piedra. Sigue teniendo esta idea muy pasada de moda de que firmó papeles de confidencialidad diciendo que no hablaría de su trabajo. Y ni siquiera a día de hoy la mayoría de sus amigos sabe que en realidad no era secretaria. Sólo estoy contando esto porque estoy en la radio española, ¡y me la estoy jugando a que nadie en Inglaterra se entere de esto! Ella tiene un código de honor antiguo, nunca habla del tema, ni se jacta de ello. Esto fue en julio del 47, así que ella es bastante mayor. Pero ahora que incluso jefes del servicio han escrito libros, parece que se puede hablar del tema, y yo la animo a ello, pero de ahí a que saque un libro lo dudo bastante. Aunque sería muy interesante.

AP: Nosotros entrevistamos precisamente a Stella Rimington no hace mucho.

PS: ¡Sí, Stella! Por lo visto el servicio secreto tiene que leer todo lo que escribe para asegurarse de que no revele nada. Demuestra lo que han cambiado los tiempos: mi madre antes se arrancaría los dientes con unas tenazas que revelar que había estado en el servicio, y mucho menos contar las cosas que hacía. Un día me enteré de su nombre en clave y casi se muero de la risa, porque era muy gracioso, pero le juré que jamás lo revelaría, así que no lo puedo contar, pero sí diré que era un nombre de hombre. Y hay otra historia graciosa: nadie en la embajada podía saber que ella era la jefa del servicio secreto, sólo lo sabían el embajador y el agregado militar. Ella tenía que enviar sus mensajes cifrados a Londres, y la máquina de encriptación estaba en el despacho del embajador en un hueco detrás de las cortinas. Este despacho normalmente estaba cerrado con llave. Y un viernes por la tarde mi madre estaba mandando sus mensajes cifrados a Londres y el embajador se olvidó y la dejó encerrada, y se marchó a su casa todo el fin de semana. En la embajada no había nadie más que el personal de seguridad, y mi madre no podía dar la alarma, porque entonces tendría que revelar su identidad. Pensó en enviar mensajes cifrados de emergencia a Londres diciendo que por favor alguien avisara al embajador. Finalmente él estaba en una cena y se acordó de repente, se excusó y fue corriendo a liberarla, pero yo siempre me la he imaginado, con las piernas cruzadas, esperando todo el fin de semana antes de revelar su situación. En aquellos tiempos estaban hechos de otra pasta.

AP: Tengo que preguntarle esto. Usted fue especialista en el sur de Europa cuando era periodista. Supongo que esta no es la primera vez que viene a España. ¿Cómo cree que ha cambiado el país?

PS: Acabo de llegar esta misma tarde. Por lo poco que he visto no ha cambiado mucho. Tengo que decir que mi relación con España es más sentimental que informativa, porque como periodista sólo me ocupaba del sector financiero español, que es un aspecto muy limitado de la realidad. Pero mis padres tenían un apartamento pequeño cerca de Valencia, y veníamos todos los veranos, hasta que tuvo unos 16 años. Luego, con veintitantos me mandaron a cubrir un par de historias a Madrid, una ciudad que no conocía. Esto fue en 1986. Y conocí a tanta gente maravillosa que me enamoré del lugar. En parte tenía que ver con mi infancia: reconocía los olores, la comida, el idioma¿ Así que me compré un libro de español y me enseñé a mí mismo español básico. Y más adelante me dediqué a acosar, abusar y dar codazos a mis jefes para que me enviaran aquí lo más posible, y me esforcé muchísimo en desarrollar mis contactos españoles para que nunca mandaran a nadie que no fuera yo. Una vez incluso, había una historia que había que cubrir, y un buen amigo me había invitado a su boda, en Inglaterra, y para mi eterna vergüenza, le llamé y le dije lo siento mucho, no puedo ir, tengo que cubrir una historia en España. La verdad es que podría haber ido, podría haber dicho lo siento tengo una boda, pero tenía miedo de que si no iba yo mandarían a otro y perdería mi monopolio. Venía siempre que podía, no sólo por trabajo, sino también por vacaciones, y he recorrido casi todo el país en coche. Me faltan dos autonomías, el otro día conseguí tachar una de mi lista, pero todavía no he estado en La Rioja.

AP: ¡Pero si ahí hacen vino!

PS: Sí, pero lo podemos encontrar en Inglaterra, y es pequeña¿ Lo raro es que no he venido a Madrid desde 1994. 15 años, lo que me parece un tiempo largísimo. Sólo al sobrevolar esta mañana los Picos de Europa, con un poquito de nieve en la cima, me dio un gran subidón sentimental. No paré de mirar al suelo en todo el rato. Madrid parecía haber crecido en estos años, parece haber muchas más zonas industriales en las afueras, pero puede ser que yo no me acuerdo. No tengo un análisis racional, sólo sé que cuando estoy aquí estoy como un poco flipado, porque aquí me lo pasé muy bien y lo echo mucho de menos.

AP: ¿Alguna posibilidad de que le recomiende su libro a los oyentes españoles en español?

PS: No, porque mi español está tan oxidado y tan pasado de moda que sonaría completamente incompetente, pensarían que soy un iletrado y que no tiene sentido comprar mi libro, así que no lo intentaré. Sólo espero que sea un éxito aquí, porque después de Inglaterra es el mercado al que más ligado estoy sentimentalmente.

AP: Estupendo, muchas gracias.

PS: Un placer.