Ganador de junio: 'Reservoir radio', de Sergio Generelo Tresaco
Ya casi no sentía el dolor de los puñetazos en la cara ni las patadas en el estómago que acababa de recibir. Tan solo un desagradable entumecimiento por todo mi cuerpo que me impedía moverme. Notaba los ojos hinchados y la vista nublada, y un regusto dulzón a sangre por toda la boca. Sentía que estaba a punto de perder el conocimiento y que iba a desmayarme. Los secuaces del Señor Vega no tenían piedad y sin duda estaban disfrutando con la paliza. Pero cuando ya pensaba que no podía aguantar más, el Señor Vega dio la orden de que se detuvieran.
-Levantadle del suelo y atadlo en esa silla- dijo con absoluta frialdad.
Y allí estaba yo, apenas sin fuerzas para mantenerme erguido, con la cabeza gacha, sin tener noción del tiempo y a punto de caerme de no ser por la lacerante cuerda que sujetaba mis brazos al respaldo de madera. Lo peor, sin embargo, era la angustia de no saber si iba o no a perder la vida.
-Bejarano, Bejarano, anda, mírame, - se dirigió a mí el Señor Vega con una cínica media sonrisa. -Si no estabas en racha con los naipes no deberías haberte embarcado en esas partidas. La verdad es que eres un tipo simpático y me caes bien. Pero me debes mucho dinero. Y a mi me gusta cobrar lo que se me debe. Si no tienes nada con que pagarme, entonces vamos a tener que buscar una solución-.
Permaneció pensativo unos segundos acariciándose en un sobreactuado gesto su barbilla. Finalmente habló. -Voy a darte una oportunidad. Vamos a hacer una apuesta.…-. Al señor Vega le gustaba apostar. Tanto como a mí…
Yo era un tipo normal, buscavidas, ambicioso, un poco marrullero, que andaba por el mundo bordeando la ley siempre que eso me proporcionara beneficios. Me gustaba el dinero, y me gustaba jugar. Y el juego era precisamente un modo rápido de hacer dinero. Lo había intentado en las maquinas tragaperras, en los casinos oficiales, en las apuestas de boxeo, pero enseguida descubrí que las mayores ganancias se producían en las cartas. Había estado en racha un par de años y eso hizo que ganara confianza en mis posibilidades. Tal vez demasiada. Me enganché al lujo fácil, hundiéndome cada vez más en ese submundo dominado por el azar. Lamentablemente, en las últimas semanas, la suerte parecía haberme abandonado. El póquer ya no se me daba tan bien y en una serie de timbas especialmente intensas me había endeudado hasta las cejas.
El Señor Vega era el dueño de todos los antros más o menos legales, más o menos ilegales de la parte oeste de la ciudad. Controlaba el contrabando, el tráfico de estupefacientes, la prostitución… y por supuesto, el juego. Deber dinero a cualquiera como consecuencia del juego era deberlo, en último extremo, al Señor Vega.
Por eso, por el maldito juego, me encontraba yo ahora en esa delicada situación, atado de pies y manos a una silla de madera, en una destartalada nave industrial de las afueras, temiendo por mi vida.
-Vamos a hacer una apuesta, Bejarano...- repitió el señor Vega mientras se dirigía a un estante en un lateral del local y giraba cuidadosamente el dial de un viejo aparato de radio que sorprendentemente aún funcionaba, sintonizando la primera emisora que apareció. “Y en unos minutos continuaremos con un repaso a las mejores canciones de las últimas décadas, no se desconecten…- bramaba entonces un locuaz presentador.
-¿En que idioma crees que va ser la próxima melodía que suene?- me preguntó el Señor Vega. - ¿Como?- dije yo apenas con un susurro de voz, sin comprender exactamente que es lo que pretendía y sin poder articular ninguna palabra más. -Vamos, Bejarano, es solo una apuesta… Está bien, la haré yo por ti. Si la siguiente canción está cantada en inglés, vives. Si por el contrario está cantada en castellano, mueres. Es una buena apuesta, ¿no crees, jeje? Recuerda, inglés: vives, castellano: mueres-.
Permanecimos todos callados varios interminables minutos en los que aquella fastidiosa voz del locutor no hacía más que parlotear taladrando mis oídos. Por fin, anunció el paso a la próxima melodía. Había llegado el momento. Mi vida dependía tan solo del idioma de una estúpida canción, del azar a fin de cuentas. Como todo en esta última temporada.
"Y a continuación escucharemos una fabulosa composición anglosajona, Little Green Bag del inigualable George Baker...”
Respiré aliviado.
Pero el alivio duró poco...
"...en una curiosa versión en español..."