La muerte, camino a Dolo Ado
- Cientos de refugiados llegan cada día a la frontera entre Etiopía y Somalia
- En su búsqueda desesperada de comida dejan a sus muertos por el camino
- Se necesitan 145 millones para ayudarlos, pero no han llegado ni la mitad
"Enfermé durante el camino. Mi hijo no tenía nada que comer porque no tenía leche en el pecho. Murió de hambre y deshidratación. Pedí ayuda a otros caminantes para cavar una tumba y enterrarlo junto al camino. El niño que tengo en brazos es de mi hija. De camino a este lugar nos separamos y ahora no sé dónde está".
Son palabras de Safiala, una mujer en busca de comida en Dolo Ado, muy cerca de la frontera entre Etiopía y Somalia. Su testimonio no es menos trágico que el de otros cientos de miles que, como ella, han partido en busca de algo que llevarse a la boca dejándose varios de sus muertos por el camino. Así es la vida en el Cuerno de África.
El hijo de Safiala no llegó a Dolo Ado, pero si lo hubiera hecho su supervivencia no estaba asegurada. "Estamos viendo casos en los que, a pesar de recibir la alimentación terapéutica en el momento de la llegada, tras varios días de tratamiento algunos mueren porque están en un estado de debilidad altísimo. Estamos decidiendo a quien se salva en función de las posibilidad de supervivencia de mucha gente", afirma María Jesús Vega, portavoz de ACNUR.
La odisea no acaba
Llegas al campamento con lo que queda de tu familia. Esperas una larga cola bajo un sol inmisericorde. Registran tu nombre y el de los tuyos (los que quedan, recuerda). Te brindan una ayuda de emergencia que consiste en una tienda de campaña, bidones, esterillas para dormir y otros materiales llamados "de asistencia sanitaria". Toca viajar otra vez.
¿Hacia dónde? Hay tres ciudades-campamento alrededor de Dolo Ado. Uno, el de Kobe, ya está superpoblado. Hay otros dos, pero van camino de correr la misma suerte que el de Kobe, así que ya se está trabajando para levantar uno nuevo en el que van a "vivir" unas 15.000 personas. Después serán más, claro.
"Impresiona la cantidad de niños que hay -cuenta Andrea Inga, cooperante de ACNUR en la región-. Donde trabajamos es un sitio de paso en el que hay unas 16.000 personas. Un 4% son hombres, un 8% mujeres y el resto son niños".
La historia de Safiala, por lo tanto, bien pudiera haber ocurrido al revés. Su hijo podría haber llegado solo a Dolo Ado, tal como ha podido comprobar miles de veces Andrea Inga. "Ayer estuve con unos ochos niños que están solos, niños chicos de unos 10 años", explica.
Uno, dos, tres aviones
Está previsto que en las próximas horas aterrice en Somalia el segundo avión con ayuda humanitaria fletado por ACNUR. La semana que viene, si la ayuda internacional sigue llegando, habrá un tercero.
Lo que transportan esos aviones: material de cobijo, paquetes de asistencia de emergencia, lonas plásticas para impermeabilizar el suelo y protegerlo del sol, más esterillas, más bidones, cubos, galletas energéticas, pastillas potabilizadoras de agua, suero oral...
Hasta finales de año se necesitan 145 millones de euros para que sigan llegando aviones a la zona. Aún no se ha recaudado ni la mitad. O llega más ayuda de manera urgente o la historia de Safiala tan solo será el prólogo de una todavía más terrible.