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10 razones para amar a Buddy Holly

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1. Fue el Sam Cooke del pop. Como hiciera Sam Cooke en el soul, Holly modificó el curso del pop. Ninguno de sus coetáneos, héroes del rock’n’roll, parecía capaz de atisbar lo que habría de llegar enseguida, al inicio de los años 60, con la explosión del merseybeat y el rock americano.

Muchos de quienes iniciaron esa revolución se limitaron a poner en práctica las ideas generadas en los discos de un Buddy Holly que, también como Sam Cooke, murió a destiempo, con un inmenso talento por desarrollar. ¡Ah! Y ambos cantaban como los dioses.

2. Tenía esa manera de cantar tan... peculiar. Los vocalistas negros elevaron el melisma a la categoría de arte. Buddy Holly hipaba casi literalmente a caballo de estribillos contagiosos, alargando sílabas sincopadas a su antojo con una naturalidad pasmosa. “Bei-ei-bi”…

3. Fue bendecido por Lennon y McCartney… No sólo porque los primeros Beatles bebieran en su repertorio con devoción (“Words of love”, “Crying, waiting, hoping”, esta última con George Harrison como líder vocal) sino porque emularon descaradamente el sonido de The Crickets en todos sus primeros discos. Además, tanto McCartney (“It’s so easy”) como Lennon (“Peggy Sue”), ya en solitario, siguieron visitando su legado y el propio Paul llegó a comprar los derechos del cancionero de Holly.

4. …Y también por Jagger y Richards. Que se atrevieron a cruzar a Buddy Holly con Bo Diddley en una recreación memorable de “Not fade away” al principio de su carrera y más tarde retomaron su amor por la música de Holly con “Learning the game”.

5. …Y por The Hollies y por… Sí, la banda de Graham Nash le debe su nombre directamente a Buddy Holly, pero muchos otros dioses del rock le han rendido pleitesía a lo largo de los años, desde Nick Lowe y Eric Clapton hasta Devo, The Black Keys, Elvis Costello (homenaje gafapasta) y ¡Cee Lo Green! (que se curró un lugar en el álbum colectivo Rave On Buddy Holly). También Bob Dylan ha manifestado repetidas veces su deuda con Buddy Holly: en 1987, Bob interpretó “Oh Boy” en directo con The Grateful Dead.

6. La conexión Buddy Holly / John Ford. En la obra maestra de Ford Centauros del desierto (The Searchers), el protagonista encarnado por John Wayne repite una y otra vez la frase “that’ll be the day” (literalmente “ése será el día”; algo así como “cuando las ranas críen pelo”) cuando le preguntan si va a abandonar su lucha por encontrar a su sobrina raptada por los comanches. Buddy se inspiró en esta frase para escribir una de sus piezas más memorables.

7. Introdujo instrumentos inéditos en el pop. Por ejemplo, en “Everyday”, donde puede escucharse una celesta, interpretada por la esposa del productor de los Crickets, Norman Petty. Además, Buddy Holly inventó prácticamente la formación clásica de una banda de rock (2 guitarras, bajo y batería) y fue, con Chuck Berry y Fats Domino, uno de los primeros vocalistas de rock’n’roll autor de sus propias canciones.

8. Sí, también su nombre se incluye con letras de oro en la historia del tex-mex. Aunque la música de Holly trasciende todos los géneros, incluido el rock’n’roll, él partió del country con acentos tejanos, tanto por su origen como por sus gustos musicales. En 1957, era el único músico blanco que actuaba, y con éxito, en los teatros de los barrios negros. No cuesta demasiado imaginar lo que habría surgido de una hipotética colaboración entre Buddy Holly y, por ejemplo, Doug Sahm, ambos amantes del country, el R&B y los sonidos fronterizos.

9. Fue dueño de su propio destino musical cuando nadie lo era (salvo Sam Cooke). Cuando pensó que le perjudicaba o le encasillaba aparecer como el vocalista de The Crickets, simplemente decidió proseguir su carrera en solitario. Casi desde el principio tomó el control de las grandes decisiones sobre su trayectoria artística: vocalista, guitarrista, autor, productor e incluso dueño de su propio sello discográfico (como Sam Cooke otra vez).

10. El día en que la música murió. Fue Don McLean, otro devoto de Holly, quien escribió el epitafio más certero del cantante de Lubbock al referirse de esa manera tan gráfica (“the day the music died”) al 3 de febrero de 1959, cuando se estrelló la avioneta que transportaba a Buddy Holly, Big Bopper y Ritchie Valens al próximo concierto de su gira por el Medio Oeste, que nunca llegó a celebrarse en Moorhead (Minnesota). Para muchos coetáneos suyos, y no pocos contemporáneos, aquel día el rock’n’roll recibió un golpe mortal.

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