Brasil, las favelas y el mejor concierto de Depedro se dan la mano a través de Leaozinho
- Más de 30.000 personas que conviven bajo la ley de los bandidos en Brasil
- Leaozinho lleva la música hasta una favela a decenas de kilómetros de Río
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Jairo Zavala (Depedro) ha tocado en cuatro contientes. Miles de conciertos, garitos en las entrañas españolas o festivales masivos en Estados Unidos como integrante de Calexico. Ha tocado con miembros de Los Lobos, con Tony Allen, el batería de Fela Kuti y muchos más.
Después de todo ese bagaje, su concierto favorito se produjo bajo la lluvia del pasado 27 de marzo en una favela de Río de Janeiro y acompañado por adolescentes de la comunidad y más de una docena de niños y niñas haciendo percusión con una lata de cerveza llena de arroz que transformaron en un instrumento.
Leazinho cumple tres años
Este momento ha sido el culmen hasta la fecha del proyecto Leaozinho. Era la suma de tres años de trabajo de una iniciativa generada en un centro cultural de la favela Parada de Lucas.
Situada a más de 30 kilómetros del olor del pan de azúcar de la Ciudad Maravillosa de Río de Janeiro, para llegar allí hay que pasar por debajo de más de 20 puentes que se elevan sobre los 70 kilómetros de la Avenida de Brasil. A la altura del kilómetro 40 se acaba Río. Aunque para las autoridades Brasileñas, acaba antes.
¿Qué pasa con las favelas?
Parada de Lucas y las favelas de la zona no existen. Por allí no rodará un balón en el mundial el año que viene. Dudo que el Papa tenga esa localización dentro de su recorrido en las Jornadas Mundiales de la Juventud de este verano. Ninguna prueba olímpica sucederá allí.
El único aspecto que benefician esas pruebas deportivas a los habitantes de este lugar es que no tendrán que madrugar o acostarse tarde para ver ese acontecimiento por la tele.
Crecimiento desigual en Brasil
Brasil crece, pero no para todos. La comunidad se conforma de más de 30.000 personas que conviven bajo la ley de los bandidos que rigen un extraño síndrome de Estocolmo que afirma protegerlos de otros bandidos y de, incluso, la propia policía.
Por mucho que lo vivas, comprender todos los elementos de una favela es tan difícil como deshacer la maraña de cables eléctricos que se anudan en cada poste de la comunidad. No sabes cómo ha llegado cada línea hasta allí, pero acaban teniendo luz.