Los tres entierros de Lou Reed
- "No me gustaba el colegio, no me gustaban los grupos de gente, no me gustaba la autoridad. Estaba hecho para el rock and roll".
- Durante cinco décadas de rock de vanguardia, de rock experimental o de art-rock, se tomo su trabajo en serio como una forma de arte con integridad e intensidad
Pasó la vida coqueteando con la muerte. Hay que tener valor para eso. Y no me refiero al valor de los temerarios, de los aventureros. Lou Reed se movía en ese lado salvaje donde los viajes interiores y la percepción lúcida de la vida de cada día está llena de peligros que acechan nuestra mente, nuestra integridad, nuestra cordura… y nuestra existencia.
Siendo un jovenzuelo ya dio muestras precoces de su inconformidad con el orden establecido, con los cuentos que se utilizan para adormecernos: "No me gustaba el colegio, no me gustaban los grupos de gente, no me gustaba la autoridad. Estaba hecho para el rock and roll". Sus padres tomaron nota y le sometieron a una lobotomía preventiva.
Afortunadamente, a Lou le sobraba cerebro para dar la nota.
En su trayectoria musical, con Velvet Underground o en solitario, siempre asumió riesgos. Forzó al rock a convertirse en una música adulta, sin ñoñerías, pero sin perder un ápice de fiereza ni de efervescencia. Durante cinco décadas de rock de vanguardia, de rock experimental o de art-rock, se tomo su trabajo en serio como una forma de arte con integridad e intensidad.
En los años 60, cuando encarnaba la banda sonora de la revolución cultural del Nueva York de Andy Warhol, Lou era el zombie temible, el yonki terminal que estaba esperando a su hombre cargado de heroína. Ese era el imaginario de sus canciones de bandera. Muchos lo dieron por muerto en aquella época. No fue así.
En sus muchas resurrecciones, Lou Reed siguió experimentando con esos mundos oscuros que son, sencillamente, el mundo real visto sin las gafas de colores de los medios de alucinación masiva. "Berlin" fue una ópera del sufrimiento humano no apta para todos los públicos. "Sabía que no escribía para la mayoría. Escribía sobre el dolor y las cosas que herían". Años después el escenario de sus reflexiones fue su ciudad natal, Nueva York. Canciones como "Dirty Blvd." ponían el dedo en la llaga y tomaban partido. "Manosear los servicios sociales, la comida de los niños y atacar a los más vulnerables, es inhumano. En Nueva York lo ves enseguida, solo debes andar por la calle", declaró en su momento.
En 2001 volvieron a darlo por muerto. Decían que lo habían encontrado cadáver en su apartamento tras haber ingerido una dosis letal de demerol. El desmentido de Lou fue seco: "Insisto en que estoy vivo". Desgraciadamente no podrá volver a dar esos cortes a la prensa, una costumbre que tenía acreditada. Razones no le faltaban: debe ser muy cansino escuchar una y otra vez los mismos clichés. Ya que no podemos aliviarnos con el último desmentido de su muerte, al menos podemos leer su manera de entender la vida:
No es momento de celebraciones
No es momento de banderas al viento
No es momento de búsquedas interiores
Porque el futuro está ahí delante
No es momento de finas retóricas
No es momento de discursos políticos
Es el momento de la acción
Porque el futuro está a la vuelta de la esquina
Este es el momento
Porque ya no queda tiempo
("There is no time")