El estrés en la infancia es un factor de riesgo para desarrollar transtornos mentales en la vida adulta

• La Universidad de Stanford ha realizado un estudio sobre las conexiones y el tamaño de la amígdala
• La ansiedad es una reacción emocional común que ayuda en situaciones difíciles

La Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford en EE.UU. ha realizado un experimento con niños entre siete y ocho años, en el que demostraba que el mayor tamaño y conectividad de la amígdala puede predecir el grado de ansiedad que los pequeños sufren diariamente. Mediante una resonancia magnética encontraron que los menores más ansiosos eran los que tenían fortalecidas las conexiones de la amígdala con otras zonas implicadas en la percepción y la regulación de las emociones.

El estrés y la ansiedad prolongada es un factor de riesgo para desarrollar transtornos mentales en la vida adulta. La tensión o la angustia son reacciones emocionales comunes que ayudan a hacer frente a situaciones difíciles. Pero cuando se sostienen en el tiempo pueden generar transtornos graves como la fobia, el estrés postraumático o los transtornos de ansiedad generalizada.

Los miedos infantiles aparecen por primera vez entre los siete y los nueve meses de edad cuando el cerebro del bebé empieza a reconocer a papá y a mamá. En ese momento llora cuando se encuentra con desconocidos. A partir del año, los niños se enfadan cuando se separan de sus padres y a partir de los dos pierden ese miedo. Los tres años traen los temores a la oscuridad, a los animales y a los personajes imaginarios como monstruos escondidos en su habitación. A partir de los ocho años los preocupaciones se relacionan con las notas que sacan en el colegio y con las relaciones con sus amigos.

El espacio Secretos del Cerebro de Radio 5, dirigido por Antonio Rial, explica que estas situaciones forman parte de la maduración y que lo habitual es que los niños aprendan a manejarlas por si solos. Pero en el caso de que no puedan hay que ayudarles a afrontarlas.