Historias del teléfono fijo: "Quedábamos por carta un día y a una hora para llamarnos"
- Una operadora gestionaba las llamadas a través de una centralita
- Los número de teléfono de familiares y amigos se memorizaban
El cartero deja la correspondencia en casa de Manuel. Ha llegado carta de sus tíos, los que viven en un pueblo de Sevilla, y le dicen que el 25 de marzo quedan a las 18.00 horas en la centralita para poder hablar por teléfono. El padre de Manuel espera ansioso la fecha fijada ya que hace más de dos meses que no oye la voz de su hermano. Llega el día, pero la espera se hace larga porque llevan casi dos horas aguardando a que la operadora les confirme que su conferencia esta lista. En 5 minutos se cuentan cómo están todos de salud, los acontecimientos más importantes y se emplazan al mismo día de mayo para poder escucharse de nuevo.
No es una película de Berlanga, son historias del teléfono fijo. En España, hasta hace unos años la comunicación se realizaba a través de aparatos cuyo cable y situación ha generado todo tipo de anéctodas. El programa Las mañanas de RNE ha aprovechado su visita al Mobile World Congress de Barcelona para recoger las experiencias de sus oyentes.
Maravillas, de Pamplona, debe ser una de las pocas españolas que tiene teléfono fijo pero carece de móvil. Siendo pequeña llamó Miguel Delibes a su hermana y pensando que era una broma le dijo que entonces ella era Santa Teresa de Jesús. El interlocutor resultó ser el hijo del novelista, con el que había coincidido en un congreso de biología.
La tendera de El Prat del Llobregat recorría corriendo las dos manzanas que separaban su establecimiento de la casa de Begoña, de Mallorca, que pasaba los veranos allí con sus abuelos. Al comercio llegaban las llamadas para casi todos los vecinos, lo que lo convertía en el centro neurálgico de comunicación con el exterior. En el bar hacía los pedidos Luis, viajante en aquellos momentos, que pagaba cada paso a 5 pesetas.
Ha habido padres que pusieron candados al teléfono de casa para impedir que sus hijos adolescentes se pasaran el día con el auricular en ristre. En el otro extremo, Yolanda, de Valladolid, bajaba a la calle para hablar con su novio desde una cabina, que casi siempre tenía cola, porque era su progenitor el que conversaba durante horas.
La emoción la ha puesto Jose, de Sevilla, que ha recordado como recibía el aviso de conferencia cuando su madre lo llamaba y se tenía que desplazar hasta la Plaza Nueva a la hora indicada para hablar desde el habitáculo correspondiente.
La audiencia de Radio Nacional ha recordado que hubo un tiempo en que los números de teléfonos se memorizaban y que no todas las casas disponían de este utensilio tan habitual actualmente en nuestra vida diaria.