'Un ballo in maschera' de Verdi con un reparto "de campanillas" en 'El fantasma de la ópera'
- Con el tenor maltés Joseph Calleja, Liudmyla Monastyrska y Dmitri Hvorostovsky,
- El maestro israelí Daniel Oren al frente del coro y orquesta de la Royal Opera
EL FANTASMA DE LA ÓPERA
SÁBADO, 31 DE ENERO DE 2015
(a las 20’00’’ h.)
Temporada de Ópera de Euroradio. Desde la Royal Opera House, Covent Garden de Londres, en conexión directa con la BBC.
VERDI: “Un ballo in maschera”.
Joseph Calleja (tenor) (Riccardo), Liudmyla Monastyrska (soprano) (Amelia), Dmitri Hvorostovsky (barítono) (Renato), Mariane Cornetti (mezzosoprano) (Ulrica), Rosemary Joshua (soprano) (Oscar), Anatoli Sivko (bajo) (Samuel), James Platt (bajo) (Tom), Samuel Johnson (barítono) (Silvano), Samuel Sakker (tenor) (Un juez).
Coro y Orquesta de la Royal Opera.
Director: Daniel Oren.
La producción que Radio Clásica les ofrece este sábado cuenta con un reparto “de campanillas”, encabezado por el tenor maltés Joseph Calleja, una de las más bellas voces de su cuerda en la actualidad, junto al que figuran dos imponentes cantantes rusos, la ascendente soprano Liudmyla Monastyrska y el barítono Dmitri Hvorostovsky, cada vez más consolidado en este repertorio.
Todos ellos, al mando de una de las grandes batutas operísticas de los últimos tiempo, el maestro israelí Daniel Oren. En este nuevo montaje, la directora de escena alemana Katharina Thoma, aunque mantiene los nombres de la versión ‘autorizada’, ha situado la acción en el contexto de los comienzos de la I Guerra Mundial, con el asesinato del príncipe heredero del Imperio Austro-Húngaro en Sarajevo.
Hágamos un poco de historia...
El asesinato del rey Gustavo III de Suecia por uno de sus más fieles ministros, el Conde Renato de Anckarström, durante un baile de disfraces en el Palacio Real de Drottningholm, en las afueras de Estocolmo, en 1792, había servido de base a sendas óperas de Daniel Auber (Gustave III ou le bal masqué) y Saverio Mercadante (Il reggente), antes de que Giuseppe Verdi mostrase su interés por una historia que ofrecía tantas posibilidades dramáticas y musicales.
El drama de Eugène Scribe que había dado origen a la mencionada ópera de Auber tenía como protagonista al propio monarca. En la redacción original, el libreto había mantenido los personajes, tal y como los había caracterizado el escritor francés. Pero en Italia, sin embargo, enseguida intervino la censura, que no toleraba ultrajes a las cabezas reinantes.
Una ópera marcada por la censura
Primero, en Nápoles, fue la borbónica, y luego, en Roma, la papal. La obra, de hecho, tenía que haberse estrenado en el Teatro San Carlo de Nápoles, pero Verdi reaccionó vivamente y retiró su obra, ante la multitud de cambios que se le obligaban a hacer.
Ante los censores papales, que únicamente no veían con buenos ojos que la historia girase en torno a un monarca católico como era el rey de Suecia, Verdi aceptó trasladar el escenario de la acción desde la corte de Estocolmo hasta la lejana Boston, transformando al soberano en un gobernador, el conde de Warwick.
La primera representación, ya situada en Suecia, no tuvo lugar hasta 1959 en la Ópera de París, y desde entonces se alternan las dos versiones.
Composición compacta y brillante
A pesar de todos estos avatares, Verdi consiguió con Un ballo in maschera, estrenada finalmente en el Teatro Apollo de Roma el 17 de febrero de 1859, una de las composiciones más compactas y brillantes de toda su época de madurez, donde las pasiones amorosas se intercalan de una manera magistral dentro de la conspiración política.
En esta ópera, Verdi se va alejando de las formas cerradas de las arias y dúos, integrándolas en grandes cuadros, con un discurso musical más fluido y amplio. Pero paralelamente utiliza con ingenio formas y estilos convencionales heredados de la ópera comique francesa (el personaje de Óscar), o de la grand opéra, enlazándolos con la tradición de la ópera italiana.
Un ballo in maschera ocupa un lugar muy especial dentro de la producción verdiana. La propia trama ayudó al compositor a alcanzar unas dimensiones de elegancia y nobles sentimientos incluso en un marco trágico y de pasiones exaltadas.
Por primera vez encontramos también un elemento de una cierta ironía, que llegaría a su culminación con el “Falstaff”. Por otra parte, el interés por la ambientación lleva a un mayor cuidado en la instrumentación, y con una búsqueda cada vez más deliberada de la declamación melódica, así como por crear un todo dramático, si bien lleno de contrastes.