'Mi resiliencia', la dura infancia de un niño en Auschwitz y Mauthausen
- El superviviente Siegfried Meir vio morir de tifus a su madre
- Fue adoptado por un prisionero español y ahora vive en Ibiza
Un cantante, un diseñador de ropa ibicenca, un escultor... Todas estas vidas pertenecen a Siegfried Meir, y también la de ser miembro de una familia judía de Fráncfort que tan solo tenía nueve años cuando fue deportado a Auschwitz.
"No entendía absolutamente nada, mis padres eran muy religiosos y mi padre siempre me decía 'somos elegidos de dios y dios nos protege', y cuando llegué a Auschwitz me preguntaba dónde estaría ese dios, y eso me hizo enfadarme mucho con mi padre", ha dicho Meir en Las mañanas de RNE. "Creo que eso me protegió porque siempre he sido rebelde".
Mi resiliencia es una autobiografía sobre su infancia en ese campo de concentración y sobre los años que han venido después. A su padre no le volvió a ver nunca más desde que llegaron a Auschwitz y su madre murió de tifus delante de él. "Eso fue como un alivio -explica-, porque ese momento me daba asco, ya no era mi madre, era un cadáver viviente, olía mal. Ahora como adulto tengo remordimiento de haber sentido aquello".
Desde entonces lleva grabado en su piel el 117943, el número que le identificaba dentro de aquel mundo de horror y que nunca ha querido borrar: "Cuando era cantante me dijeron que no era conveniente tenerlo si cantaba en países árabes porque me idenficaba como judío, pero me dolió tanto cuando me lo hicieron que ahí está para siempre".
Adoptado por un prisionero español en Mauthausen
Convencido de que le iban a matar, fue superando el recuento de cada mañana. "Sufría al principio, pero luego me adapté, jugaba como un niño y nunca me pegaron". Al final fue evacuado en una marcha de la muerte que se cobró centenares de víctimas. "Fue otro momento en el que pensé que moriría, íbamos en un tren sin techo, como sardinas en lata, hacía frío e íbamos rodeados de cadáveres, perdí el conocimiento". Por eso llegó a Mauthausen, sin saber cómo, en enero de 1945. Allí fue adoptado, tras la guerra, por un prisionero español, Saturnino, "al que yo llamo mi padre".
Uno hablaba español el otro alemán, se entendían con gestos y miradas. "Me cogió por la espalda, me fui con él y he seguido todo el tiempo pegado a él", cuenta Meir. Cuando fueron liberados por los americanos, llegaron a París. Allí pasó un tiempo hasta que cambió su residencia y se instaló en Ibiza, donde continúa.
Si resiliencia se define como la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos, el libro de Siegfried Meir no se podía titular de otra forma.