César Cervera Moreno: "Todos los Austrias eran adictos a algo"
- El periodista es autor del libro Los Austrias. El imperio de los chiflados
- "Carlos I pudo ser bulímico, Felipe III era ludópata y Felipe IV sexoadicto"
"Todos los Austrias eran adictos a diferentes cuestiones. Felipe II era adicto al papeleo, Felipe III al juego, Felipe IV al sexo... Todos tenían ya, sobre todo por el tema de la endogamia, por el tema de casarse entre parientes, un caldo de cultivo que complica el asunto y convierte a la corte española en una cosa muy disparatada".
La afirmación es del periodista César Cervera Moreno, especializado en curiosidades de la monarquía española, creador de la página web Una pica en Flandes y autor del libro Los Austrias. El imperio de los chiflados (La Esfera de los Libros), una obra de la que ha hablado en Las mañanas de RNE.
En sus páginas no se repasa la historia oficial de la dinastía, sino los aspectos más desconocidos de sus miembros. Por ejemplo, que Carlos I debía ser bulímico, pues a pesar de sus atracones en la mesa siempre se mantuvo bastante atlético, y que prefería comer en privado por un problema con la mandíbula que le causaba mucha vergüenza.
Además, da cuenta de su carácter melancólico, que mutó en una depresión. "Con 55 años sufrió un golpe depresivo -explica Cervera Moreno- y se retiró a un pequeño pueblo de Extremadura, Yuste. Para toda Europa fue una conmoción. Toda Europa pensó: se ha vuelto loco como su madre [Juana la Loca], ¿por qué se retira en la plenitud de su vida?".
El libro también nos descubre que Felipe III, además de tener una "inteligencia limitada", era ludópata. "Se dice que llegó a jugar grandes cantidades de dinero con su valido, el duque de Lerma, un hombre que estaba secuestrado por el reino y con el que el rey tenía deudas personales por los naipes", subraya el periodista, que destaca la "obsesión" por la burocracia de Felipe II, que "llegó a irse a cazar con su ballesta y el papeleo".
Del Prudente, como también se conoce al hijo de Carlos I e Isabel de Portugal, se resalta además que, aunque era un hombre muy puritano -llegó a prohibir el contacto físico en los bailes-, tuvo muchas amantes en su juventud y en privado coleccionaba pinturas eróticas.
Sin embargo, el verdadero adicto al sexo era Felipe IV, tal como señala Cervera Moreno: "Le gustaba el sexo anónimo, las relaciones rápidas, breves y sin contacto sentimental". El "aquí te pillo, aquí te mato" de toda la vida, vamos.