Filosofía para la cuarentena: reflexiones en tiempos de pandemia
- Los pensadores adoptan posturas distintas ante el mundo que nos va a dejar la COVID-19
- El confinamiento debe servirnos para recapacitar sobre la deshumanización de nuestras sociedades
"Nada volverá a ser como antes una vez superada la crisis del coronavirus". La frase se repite como un mantra estos días pero, ¿y si cuando termine todo, cuando acabemos con la pandemia, nada cambia y el individualismo vuelve a prevalecer sobre las actitudes solidarias, sobre el sentimiento de comunidad?
Parece haber llegado el momento de acudir a la filosofía, ahora que responder a esta y otras preguntas sobre la condición humana se nos antoja urgente, ahora que el confinamiento nos ha impuesto un largo periodo de introspección y nos empieza a preocupar por fin la deshumanización de nuestras sociedades.
Los pensadores adoptan posturas distintas ante el mundo que nos va a dejar la COVID-19. El filósofo, escritor y director del Centro de Estudios Sociales Avanzados de la Fundación Juan March Javier Gomá se encuentra entre los optimistas. Expresa su encomio a las instituciones y la ciudadanía, que a su juicio "han demostrado la solidez de un país con independencia de que los políticos tengan o no talento", y afirma que "nuestro confinamiento es un himno a la dignidad que luce en los más débiles".
"Vemos una pandemia que se comporta de una manera despiadada, inhumana, propia de la ley de la selva -explica-, y una sociedad que se resiste a comportarse como la naturaleza y que sigue esforzándose en tratar con dignidad a todos, incluidos los ancianos. No olvidemos que si estamos confinados en gran parte es porque la inmensa proporción de la gente que muere son personas mayores".
En el polo opuesto parece estar la filósofa, catedrática de Ética de la Universidad de Valencia y presidenta de la Fundación Étnor Adela Cortina. "Me temo que estas muestras de solidaridad suelen ser muy emocionales y fugaces, no cristalizan de cara al futuro", confesaba en Las mañanas de RNE con Íñigo Alfonso.
Cita como ejemplo el sinhogarismo, al que en estos tiempos se está tratando de dar una solución que es tan solo temporal, "luego vamos a volver a las andadas". "Existen campañas muy serias para tratar de que todo el mundo pueda tener una casa en la que ser atendido y en la que tener sus señas de identidad. ¿Por qué no estamos pensando en todo eso ya, en esa construcción que nos va a permitir que en el futuro se reduzca enormemente el sufrimiento? Eso es aprovechar un confinamiento, y eso lo podemos hacer ya por medios telemáticos y por todos esos medios. Tendríamos que estar aprovechándolo de cara al futuro", subraya.
La pensadora valenciana ya dejó patente su preocupación por los sintecho en su libro Aporofobia. El rechazo al pobre (2017), en el que proponía "educar para respetar la dignidad de las personas concretas", tal como nos contó en Las mañanas de RNE con Alfredo Menéndez.
"La dignidad es igual en todos, o aprendemos a respetarla o nuestra civilización está bajo mínimos de moralidad y de sentido común". Cabe recordar que, aunque el término "aporofobia" ahora es de uso común, fue la propia Adela Cortina la que lo acuñó para este ensayo. "Me pareció que había que construir esa palabra, porque tenemos ese rechazo al pobre y aprensión ante el pobre", señalaba.
¿Y qué ocurrirá con el orden mundial? 24 horas recogía tres puntos de vista. En primer lugar la del filósofo esloveno Slavoj Zizek, que vaticina una "reinvención del comunismo" tras el "golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista".
No comparte tal augurio su colega surcoreano Byung-Chul Han, que cree que China exhibirá la superioridad de su sistema "aún con más orgullo" y que tras la pandemia el capitalismo continuará con más pujanza si cabe. En medio de los dos se sitúa el italiano Nuccio Ordine, que destaca la importancia de que el Estado se ocupe del bien común.
Ahora que se llama a estrechar lazos para reforzar la cooperación, ahora que se apela a la unidad para ser más fuertes, ¿qué pasará con la Unión Europea? ¿Sabrá dar una respuesta adecuada a la crisis? ¿Qué impacto tendrá el brexit, todavía en proceso, en este nuevo escenario?
El francés Bérnard-Henri Lévy advirtió en 2019, durante la presentación de su obra de teatro Looking for Europe, que "hay que salvar la Unión Europea, si no será el infierno". La frase parece resonar hoy con más fuerza si cabe.
Si dirigimos nuestra mirada hacia dentro de nosotros mismos, se hace cada vez más necesario caer en la cuenta de que cada vez tenemos menos tiempo para reflexionar, para plantearnos hacia dónde van nuestras vidas e incluso para tener conversaciones mirándonos a los ojos. Es fruto de la sociedad hipertecnológica de la que habla Jordi Pigem en Ángeles o robots (2018).
"Nos vamos encerrando cada vez más en nuestra propia burbuja -nos decía el filósofo catalán en Reserva natural-, y eso implica también que nos vamos olvidando cada vez más de que el verdadero mundo es el natural, ese mundo que tiene sus ciclos, que tiene su viento, su agua, sus aromas, y todo eso queda eclipsado por la superficie plana de las pantallas". Surge así es homo absortus, un ser humano "perpetuamente distraído, absorto en lo que ocurre en esa pequeña pantalla de diferentes formatos que solemos tener delante".
Quien se pregunte qué papel pueden jugar las religiones, Javier Sádaba puede iluminarle en este sentido. El filósofo vasco es autor de La religión al descubierto (2016), libro que presentó en Gente despierta y en el que hace un retrato de las religiones del mundo y cómo influyen en la vida cotidiana, la ética y la política.
Para Sádaba, la religión no es cosa de otros tiempos ni está en vías de desaparición, como pueden pensar muchos; más bien al contrario, ya que el "truco" está en que sirven para adaptarse a un mundo que es muy hostil. "En cierto modo, las religiones es que alguien te esté esperando en la estación, están cerca de los seres humanos", sostiene.
La respuesta a cualquier crisis también está, como no, en la educación, y en la materia uno de nuestros grandes expertos es el filósofo manchego José Antonio Marina, que para mejorarla pide un diálogo en el que participe toda la sociedad. "Lo más sabio que yo he escuchado en educación es un proverbio africano que dice "para educar a un niño hace falta la tribu entera"; a eso yo le he añadido una segunda parte: para educar bien a un niño hace falta una buena tribu. Es decir que todos estamos implicados en esta tarea", sentenciaba en 2016, cuando nos presentaba su libro Despertad al diplodocus. Una conspiración educativa para transformar la escuela ... y todo lo demás.
El título de la obra tiene que ver con la idea de que la educación en este momento no es solo de la escuela. "Aprender es la estragegia de la inteligencia para adaptarse al medio y progresar en él -explicaba-. Cuando el entorno era muy estable, bastaban con unos años, pocos, de formación porque eran útiles ya para toda la vida, pero ahora vivimos en un entorno acelerado, vertiginoso, cambiante, imprevisible, entonces si no aprendemos con la misma rapidez que suceden los cambios nos vamos a quedar como los diplodocus, atrasados".
Sobre la educación, pero sobre todo su relación con la lectura, también ha reflexionado Gregorio Luri, que afirmaba en 24 horas que "tenemos el deber moral de ser inteligentes" al hablarnos de su libro Sobre el arte de leer: 10 tesis sobre la educación y la lectura (2020), cuya versión electrónica se puede conseguir gratis en la web de Plataforma Editorial.
Para Luri, la atención es el nuevo cociente intelectual. "Si no eres ambicioso contigo mismo la lectura puede resultar engorrosa", apunta el filósofo navarro.
En definitiva, conocernos a nosotros mismos y saber cuál es nuestra circunstancia nos ayudará a diseñar una estrategia para lograr la felicidad. Para eso nos sirve la filosofía, tal como dieron cuenta en Futuro abierto María José Guerra, presidenta de la Red Española de Filosofía (REF); Concha Roldán, directora del Instituto de Filosofía del CSIC, y el ya mencionado Javier Sádaba.