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Kafka, entre la angustia y el absurdo

  • El 3 de junio de 1924 moría de tuberculosis uno de los escritores más brillantes del siglo XX
  • Si su albacea hubiera cumplido su deseo, la mayor parte de su obra no habría visto la luz

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Repasamos la vida y obra de Kafka en el aniversario de su muerte.
Repasamos la vida y obra de Kafka en el aniversario de su muerte.

- Ante este monstruo, no quiero ni siquiera pronunciar el nombre de mi hermano; y por tanto, solo diré esto: es forzoso intentar libranos de él.

Gregorio Samsa, convertido inexplicablemente en un insecto parecido a una cucaracha y abandonado por su propia familia en La metamorfosis (1915), ilustra el desamparo que sentía Franz Kafka y que proyectaba en los protagonistas de sus historias.

Un desvalimiento que reflejaba a su vez la angustia y el absurdo de la existencia presentes en toda la obra del escritor, que sufriría depresión durante la mayor parte de su vida, interrumpida a los 40 años a causa de la tuberculosis el 3 de junio de 1924.

Tal como subraya Gonzalo Ugidos en el microespacio de Radio 5 Miniaturas, "sus obras tratan siempre de gente corriente atrapada en peleas contra fuerzas oscuras fuera de su control o capacidad de comprensión".

Esta es una de las razones por las que La metamorfosis es uno de los textos más emblemáticos del existencialismo, corriente de la que Kafka nunca declaró formar parte aunque reconociera la influencia de dos de sus figuras más destacadas: Kierkegaard y Dostoievski.

Porque la historia de Gregorio Samsa no es un sueño, como explica Esther de Lorenzo en Biblioteca básica. "Es un proceso de degradación que no parará en la mera mutación del cuerpo, sino que avanzará por su mundo afectivo y lentamente irá devorando su sensibilidad, modificando sus pautas y alterando, lógicamente, la de quienes le rodean, que ven un monstruo repulsivo con el que no pueden comunicarse y al que irán abocando al silencio primero y a la soledad más hostil después".

Un escritor con mala opinión sobre sí mismo

Curiosamente, a pesar de que a Kafka se le considera uno de los escritores más brillantes del siglo XX, pionero además en el uso de elementos realistas y fantásticos en un mismo relato, el propio autor se consideraba a sí mismo un mal novelista.

"El mismo lo sabía. De hecho, sus libros se componen del principio, brillante, y la continuación, que es un tremendo dolor por el hecho de no saber qué hacer con este principio", escuchamos decir a Eduardo Mendoza, que comparte la opinión de Kafka, en esta emisión de Un libro para cambiar tu mundo.

Los lectores de todo el mundo estuvimos muy cerca de no descubrir jamás a Kafka, que no conoció la gloria a la que estaba destinado. El escritor pidió que se quemaran todos sus manuscritos después de su muerte, pero por fortuna su albacea, Max Brod, no le hizo caso.

De esta manera, vieron la luz obras como El proceso (1925), El castillo (1927) y América (1927), que despertaron el interés por sus textos anteriores y le otorgaron la fama, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial.

Ese legado literario inédito, que incluye cientos de cartas, diarios y cuadernos, se puede contemplar en la Biblioteca Nacional de Israel, a donde llegaba en el verano de 2019 procedente Zúrich tras un largo proceso judicial.

Una buena manera de conocer en profundidad a Kafka es acudir a lo que publicó sobre él uno de sus mejores amigos, el escritor y musicólogo esloveno Gustav Janouch. En sus famosas Conversaciones con Kafka (1951, editorial Destino) nos ofrece un retrato alejado del mito, tal como subraya Mercedes Menchero en Música y pensamiento.

"Presenta muchos rasgos de la rica personalidad del autor de La metamorfosis que son verdaderos y, desde luego, muchos más reales que una visión del autor que sea solo la de un escritor con un carácter gris, melancólico, hundido en el existencialismo", afirmaba la periodista de Radio Clásica en su programa.

Los cuervos del mal augurio

Otra forma de acercarse a Kafka es a través de las numerosas exposiciones que se le dedican. La última vista en España, Kafka, el visionario, recogía una treintena de pinturas de la pintora vasca Sofia Gandarias inspiradas en el escritor y su obra, pero también en el tiempo que le tocó vivir.

"Ese mundo que venía del impero astro-húngaro, de la Europa de la Belle Époque y de todo eso que tiene la gran tragedia que empieza en el 14, él fue de los que lo anunció y captó esa especie de desastre y de locura del absurdo", afirmaba en El mundo desde las Casas el comisario de la muestra, Enrique Barón.

Uno de los cuadros que justificaban la elección del título Kafka, el visionario era, por ejemplo, uno en el que se podía ver al escritor rodeado de cuervos. "Kafka en checo significa 'cuervo' -señala Barón-, pero eran unos cuervos que anunciaban unos tiempos malos".

Los más jóvenes también pueden descubrir al autor en las páginas del libro Kafka con sombrero, escrito por Jesús Marchamalo, colaborador de El ojo crítico y La estación azul, e ilustrado por el dibujante oscense Antonio Santos. En la obra, tal como explicaba el propio Jesús Marchamalo en La libélula de Radio 3, se intenta reflejar al Kafka más desconocido.

"Kafka era un tipo moderno que tenía teléfono en casa -nos contaba-, que montaba en moto, que se emborrachaba con un tío suyo, que tenía un tío en Madrid que era el director de una empresa de ferrocarriles, que estuvo a punto de viajar a Madrid para trabajar aquí... Quiero decir que es un tipo que te sorprende en muchos de los episodios de su vida, que no se corresponden con esta idea a veces trágica que tenemos de Kafka".