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Esperando lo inevitable: así gestiona un colegio de Vallecas los primeros positivos de sus alumnos

  • Antonio Delgado (RNE) ha compartido las dos primeras semanas de curso con familias y docentes del colegio Mesonero Romanos
  • El centro ha tenido que gestionar los primeros positivos de sus alumnos sin el respaldo de las administraciones

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Las Mañanas de RNE con Íñigo Alfonso - Dos semanas esperando lo inevitable: la vida en un colegio de Vallecas

“Lavarse las manos 80 veces. Por Dios, ¡qué aburrimiento!”. Laura y el resto de sus compañeros de educación infantil del colegio Mesonero Romanos de Madrid se saben tan bien la teoría como la práctica. Las medidas de seguridad contra el coronavirus van dentro de las mochilas de los niños y ahora los cuentos, las canciones y los dibujos se mezclan con otros juegos como remangarse el flequillo para saludar a un termómetro, ejercicios de equilibrismo para no salirse de las rayas blancas y rojas de los rectángulos que les cercan en clase, o retos, como aguantar una mañana entera con una mascarilla en la boca.

En la puerta del centro, al otro lado de la verja, se quedan las familias y también el miedo. El de los abuelos y abuelas que acudirán luego a recoger a los niños y el de los padres y madres que tienen que marcharse cabizbajos a trabajar. El colegio se protege, pero fuera está el barrio. Vallecas es el distrito con mayor incidencia de coronavirus en Madrid y la Comunidad decide confinar a su población. Los protocolos saltan por los aires cuando llega lo inevitable. El virus entra en la clase de Laura y la dirección del colegio, ante la falta de respuesta de la Consejería de Sanidad, recomienda a las familias con niños en esa clase que no traigan a sus hijos al centro.

Tenemos que tomar la decisión nosotros porque Salud Pública no está respondiendo a tiempo

“No nos corresponde a nosotros, pero tenemos que tomar la decisión nosotros porque Salud Pública no está respondiendo a tiempo”, explica Iván Rey, director del Mesonero Romanos, satisfecho porque los padres fueron obedientes y al día siguiente ningún niño volvió a clase.

“El colegio ha respondido muy bien”, defiende Nerea, madre de Laura, a la que ahora le toca llevar a la práctica, otra vez, la teoría del confinamiento. Ella y sus compañeros se quedan en casa, pero el Mesonero Romanos no cierra y la sensación de incertidumbre de padres y profesores zapatea al compás del ‘Hoy puede ser un gran día’ de Serrat, que suena por la megafonía del patio a primera hora de la mañana.