Las víctimas de violencia de género en la DANA: "Primero fueron horas de terror, luego llegó la calma"
- Los dispositivos de control fallaron las primeras horas y los recursos estaban desbordados
- La Asociación Alanna va puerta por puerta atendiendo a las víctimas de violencia de género que viven en la zona cero
"Al miedo por la riada hay que sumar el miedo con el que yo ya vivo", nos dice Elena. Las primeras horas fueron de pánico, de absoluto terror. "Mi dispositivo no funcionaba y fueron horas de mucho miedo. No había luz y el silencio era absoluto", añade esta mujer que, temblando, nos cuenta que lo primero que hizo fue cerrar todo con rejas. Su exmarido tiene una orden de alejamiento que ha incumplido varias veces y eso a ella le sigue condicionando la vida.
Elena vive con un dispositivo de protección, es lo que de alguna manera le da algo de paz, pero la conexión a internet falló durante las primeras horas y los recursos especializados, además, tuvieron que parar. Había, en ese momento, prioridades más urgentes, pero la presidenta de la Asociación Alanna, Chelo Álvarez, ya estaba en casa haciendo un mapeo. Había que salir a buscar a estas mujeres en un escenario que, dice Álvarez, "parecía una guerra".
Riadas, desolación, barro y desesperación. Esa es la foto de una DANA que el pasado 29 de octubre se llevó más de 200 vidas y sacudió la de otras muchas. En las emergencias humanitarias y las crisis siempre sucede: las mujeres víctimas de violencia de género y sus hijos son doblemente vulnerables y en la DANA también ha pasado.
Brigadas que ayudan a pie de calle
"Primero intentamos contactar con ellas por teléfono, pero los teléfonos fallaban. Luego, cuando ya pudimos acceder a los pueblos, lo hemos hecho puerta por puerta", nos cuenta Carla, la coordinadora de las brigadas de Alanna que están a pie de calle. No descansan, no paran y hacen guardias para estar ahí, cuando estas mujeres necesiten algo.
En estos días, la DANA nos ha mostrado que en las catástrofes se esconde una vulnerabilidad que va más allá de la emergencia y de salvar vidas de las riadas. Muchos maltratadores han aprovechado esta catástrofe para seguir dañando a sus víctimas: algunos no han entregado a los niños con la excusa de que las carreteras están cortadas y otros han incumplido las órdenes de alejamiento y se han presentado en la puerta de sus víctimas con la excusa de llevarles comida. Es, nos dicen desde Alanna, la prueba de que ellos quieren seguir teniendo el control.
“"Muchos maltratadores han aprovechado esta catástrofe para seguir dañando a sus víctimas"“
Rosa es una de las psicólogas que recorre las calles de la zona cero con las brigadas y alerta de cómo todo esto puede empeorar la situación de estas mujeres. Muchas han perdido su casa, otras se han quedado sin trabajo y la mayoría ya estaban pasando un trastorno de estrés postraumático. "Cualquier tragedia añadida para su recuperación supone dar cuatro o veinte pasos atrás", matiza. Y es que estos días, insisten, lo que más están haciendo son contenciones emocionales, pero también resuelven muchas dudas económicas, legales y sociales.
Una mochila, agua, botas de agua y un cartel que las identifica es todo lo que llevan encima las trabajadoras de Alanna cuando salen a "patrullar". Es un kit básico, pero es lo que les permite llegar a las casas más recónditas entre charcos de agua y fango. Ahora, por lo menos pueden llegar, pueden estar ahí junto a ellas, pero los primeros días dicen que fue imposible, no había acceso.
Sin puertas o con fachadas destrozadas, la desprotección aumenta
Ellas están atendiendo a sus mujeres, que ahora no pueden acercarse a la sede por todas las dificultades de movilidad que hay, pero también se coordinan con los ayuntamientos de la zona para apoyarles en todo lo necesario. Cada día psicóloga, trabajadora y educadora social visitan a unas veinte mujeres, todas con la vida atravesada por la violencia machista. Lo primero es comprobar que todo está bien, analizar si necesitan algo y actuar cuando sea necesario, aunque no siempre es posible saberlo.
Muchas de las víctimas no están localizables, muchas se han ido con familiares porque con ellos "se sienten mucho más seguras", nos explica Carla. "Al estar en situación de vulnerabilidad emocional, cuando ocurren estos hechos traumáticos muchas buscan apoyo en familiares y por eso se van", añade. Además, el escenario de estos días en la zona cero está repleto de viviendas con puertas inservibles y casas en las que incluso el agua se ha llevado la fachada y esto, también, aumenta esa sensación de desprotección.
“"Muchas de las víctimas no están localizables, muchas se han ido con familiares porque con ellos se sienten mucho más seguras"“
Muchas se han ido porque no pueden cerrar la puerta de casa, pero el hogar de Elena está bien. El agua llegó hasta la rodilla, pero las puertas y las ventanas no tienen desperfectos. Pero lo que ella nunca pensó es que la DANA, a pesar de esos miedos de las primeras horas, le iba a traer también tranquilidad y alivio. "Estos días ha habido tanta presencial policial, tantos bomberos y tantos militares que yo he vuelto a tener las puertas abiertas de par en par. Ha entrado la luz en casa y el aire después de diez años. Así de triste es. Y ahora que ya no hay tanta presencial policial, que ya hay muchos coches circulando, yo ya vuelvo a estar otra vez dentro de mi cárcel", sentencia.