Bayreuth 98 |
Inicio Radio Clásica./ Programación Radio Clásica /Revista de Programación/ Inicio Bayreuth |
Der fliegende Holländer (El holandés errante) Ópera en tres actos Acto I - Una ensenada en la costa noruega. En medio de violenta tempestad, el barco de Daland ha conseguido atracar en lugar seguro de la costa noruega. Daland lamenta que el estado del mar le haya impedido alcanzar su destino, Sandwike, cuando distaba de él sólo siete millas. La tripulación se dispone a dormir y queda solo en cubierta el Timonel, para hacer el primer turno de guardia. El Timonel canta su nostálgica canción dedicada a la amada que le espera en tierra, pero poco a poco va quedándose dormido. Vuelve a agitarse la tempestad y en el horizonte se hace visible el barco del Holandés errante, con velas de color rojo de sangre y mástiles negros. El siniestro navío se precipita a la costa y atraca con terrible estruendo junta al barco de Daland. Su capitán, el Holandés errante, salta a tierra: coda siete años lo devuelve el mar a la orilla, para que pueda buscar la salvación. En vano persigue eternamente la muerte en el seno de las aguas; en vano desafía a los piratas en el transcurso de los siglos; en vano coda siete años basca una mujer que le sea fiel hasta la muerte: el destine del Holandés es error hasta la consumación de los tiempos. Daland vuelve a cubierta, y sorprendido ante la presencia del misterioso navío, despierta y reprende al Timonel por no haber velado y entabla diálogo con el sombrío extranjero. Este le pide hospitalidad y le muestra un cofre lleno de joyas que ofrece a cambio de una solo noche en su hogar. Se despierta la codicia del noruego. E1 extranjero le pregunta si tiene una hija. Daland contesta que es verdad "tiene una niña fiel", y entonces el Holandés la solicita en matrimonio a cambio de todos sus tesoros. Daland estalla de júbilo viendo la fortuna que va a traerle esta imprevista unión, y al calmarse la tormenta y saltar el viento al sur, retoma la ruta de su puerto. Su marinería entona alegremente la canción del Timonel y el Holandés se dispone a seguir a los noruegos con su propio barco. Acto II. El interior de la casa de Daland, en Sandwike. Interior de la casa de Daland. La habitación está presidida por el retrato de un hombre pálido y enigmático. La vieja Mary y las muchachas hilan en sus ruecas junta a la chimenea. Senta, la hija de Daland, está sentada en un gran sillón y contempla absorta el retrato Mary la reconviene y las muchachas se ríen de su embeleso ante el cuadro. Senta pide a Mary que cante la balada del Holandés errante, que es el hombre del cuadro; pero la anciana se niega y entonces Senta decide cantarla ella misma. Describe con vigorosos trazos marinos al barco y a su pálido capitán; relate cómo éste quedó maldito por toda la eternidad al jurar que no cedería jamás en su intento de doblar un cabo; cuenta que coda siete años desciende a tierra para intentar encontrar una mujer fiel: y arrebatada por repentina decisión, se ofrece para ser esa mujer fiel que hastíe ahora no ha encontrado el condenado. En este instante entra el cazador Erik, que venía a anunciar la próxima llegada de Daland y ha escuchado la terrible ofrenda de Senta. Las muchachas corren al exterior llenas de alegría, seguidas por la refunfuñante Mary. Erik retiene a Senta. Está enamorado de ella, y aunque es pobre y sabe que Daland ofrecerá resistencia a este matrimonio, confía en el corazón de la muchacha. Pero el cuadro se interpone entre ellos. Erik relate un sueño: en él ha vista a Senta huir por el mar con el sombrío extranjero del retrato. Estas palabras reafirman a Senta en su decisión. Erik la deja, desesperado, y cuando la joven repite suavemente el estribillo de la balada, entran Daland y el Holandés, a cuya vista Senta queda como hipnotizada. Daland hace las presentaciones y anima a su hija a aceptar al extraño, tan noble y rice, y por fin deja solo a la pareja un tanto asombrada ante el mutismo en que se han sumido ambos. Como en sueños, el Holandés y Senta expresan sus angustias y sus anhelos. Sin revelar su personalidad, él le advierte que el sacrificio que pide es terrible. Senta declare que está dispuesta a serle fiel hasta la muerte. Cuando vuelve Daland, Senta ofrece su mano, y el Holandés la acepta con renovada esperanza. Los tres se dirigen a la fiesta que va a celebrar el feliz regreso del barco noruego. Acto III El puerto de Sandwike. El barco de Daland está engalanado; el del Holandés aparece silencioso y rodeado de espectrales tinieblas. Los marineros noruegos y el Timonel beben, danzan y cantan una canción apropiada a la ocasión. Llegan las muchachas con sus cestas llenas, y con natural curiosidad invitan a la tripulación del Holandés. Nadie contesta, y los noruegos se burlan del barco extranjero. Se repiten las llamadas, con igual resultado, y las muchachas entregan por fin el contenido de sus cestas a los noruegos, quienes reinician su rústica danza. De repente el mar comienza a agitarse. Se levanta un viento tempestuoso. La espectral tripulación del Holandés aparece y entona una terrible canción en la que se hace burla del destino de su capitán. Los empavorecidos noruegos continúan con su propia canción, pero concluyen abandonando la escena entre las siniestras carcajadas de los holandeses. Torna a calmarse el mar. Entran Erik y Senta. El cazador intenta que la muchacha recapacite, y recuerda el día en que ella aceptó su amor. Aparece el Holandés, terriblemente alterado. Ha presenciado la escena y cree que Senta le es infiel. Ordena a la marinería que se prepare para zarpar. Senta intenta retenerle. A su vez Erik procura que la muchacha vuelva a su sano juicio. Pide auxilio a sus compatriotas. El desesperado Holandés descubre a Senta que si su infidelidad se hubiera producido una vez casados ante Dios, se habría condenado eternamente como todas las mujeres que ya le fueron infieles. En vano la muchacha repite que es fiel y que en ella está la salvación del desdichado. E1 Holandés revela su personalidad, sube a bordo y zarpa. Daland y Erik luchan por detener a Senta; pero la joven consigue desasirse de ellos, trepa a una alta roca acantilada sobre el mar y grita: " ¡Ensalza a tu ángel y a su ofrenda! ¡Heme aquí fiel a ti hasta la muerte! ". Se arroja a las aguas. Inmediatamente, se hunde el barco del Holandés. A lo lejos se hacen visibles las transfiguradas imágenes de Senta y del Holandés, que emergen del mar, abrazados, elevándose a las alturas hasta confundirse con las nubes. |