Bayreuth 98
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Parsifal


festival sacro-dramático-solemne en 3 actos


Acto I

Bosque a orillas de un lago en los dominios del Santo Grial. Rezan los caballeros y es traído el rey Amfortas, cuya herida, que le produce horribles sufrimientos, ningún remedio puede curar. Según la tradición, solamente podrá salvarle un espíritu simple y puro de corazón, a quien la piedad haya hecho prudente y sabio. Entre gritos airados es traído un cazador furtivo que, habiendo penetrado en el sagrado coto, acaba de matar un cisne. Los caballeros exigen su pronto castigo. Reconoce el cazador su falta y, dolorido, rompe su arco; es reconocido por Kundry, que sabe en detalle la vida del joven Parsifal. Gurnemanz cree ver en Parsifal el elegido para salvar a Amfortas, y le invita a presenciar la ceremonia de la consagración del Santo Grial, pronta a celebrarse. El telón de fondo va deslizándose, dando lugar a los cambios de paisaje que cruza Parsifal en su marcha al castillo donde se guarda el Sagrado Cáliz. Los caballeros se hallan reunidos para conmemorar la Santa Cena, y allí es traído el doliente Amfortas. La visión luminosa del Sagrado Cáliz precede a la consagración, que tiene lugar entre un emocionante coro de los caballeros. Terminada la ceremonia desfilan los asistentes y Parsifal queda anonadado por la intensa emoción que la escena le ha producido, y si bien se conmueve ante el dolor de Amfortas, no comprende todavía por qué su corazón sigue ajeno a la piedad. Decepcionado, Gurnemanz le expulsa.

Acto II

Castillo de Klingsor. El mago, para conseguir la perdición del joven héroe, trata de servirse de Kundry. Se oye la llamada de Parsifal anunciando la iniciación de la lucha contra el maléfico poder de Klingsor y, en un momento, murallas y torreones se abaten, dejando al descubierto un lujuriante jardín mágico, nido de placeres, poblado por muchachas-flor. Parsifal se ve asaltado por la tentación de las doncellas, que le ofrecen una vida deliciosa e intentan despertar en él deseos sensuales. Pero él sabe triunfar sobre las carnales tentaciones y recordando el Santo Grial se dispone a huir, cuando le detiene Kundry, para hablarle de su madre Herzeleid y despertar en Parsifal anhelos amorosos. Este dúo grandioso y patético se termina al besar apasionadamente Kundry al héroe. Al despertar los sentidos de Parsifal, nace también en su espíritu la comprensión, y se da cuenta del dolor de Amfortas, sintiendo deseos de contribuir a la curación de su vieja herida. Kundry, despechada al verse repudiada, maldice a Parsifal y pide a Klingsor que le mate.

El mago arroja fieramente la lanza sagrada contra el joven caballero, mas el arma queda suspendida en el aire sobre la cabeza de Parsifal. Éste la empuña y al trazar con ella el signo de la cruz, el mágico jardín queda súbitamente destruido. Parsifal se aleja llamando a Kundry a seguir la senda del bien.

Acto III

Gurnemanz pide al cielo su muerte, desesperado ante la tragedia de Amfortas. Es el día de Viernes Santo y en él se espera que el Santo Grial opere grandes maravillas. Al salir de la cabaña halla a Kundry sumida en mágico sueño y, merced a sus cuidados logra que la mujer vuelva en sí. Se acerca entonces un caballero vistiendo negra armadura y cubierto el rostro. Al levantar la visera, Gurnemanz reconoce en él a Parsifal, el salvador que vuelve. Son evocadas las correrías del héroe y éste oye de labios del anciano que se hallan en los dominios del Santo Grial y que en el Día Santo han de celebrarse fiestas de gran trascendencia.

Entre la música de los ‘Encantos del Viernes Santo’, recordando escenas bíblicas, Gurnemanz unge al héroe y éste bautiza a Kundry. Luego se encaminan los tres al castillo en que se guarda el Sagrado Cáliz. A su llegada, un cortejo de caballeros trae el cuerpo exánime del difunto Titurel. Entre las lamentaciones de los que forman el cortejo descuella el dolor de su hijo Amfortas, quien, víctima de los remordimientos, se niega obstinadamente a descubrir el cofre que cierra la preciada copa, se arranca las vendas de la sangrante herida y suplica a sus compañeros que le den muerte. llega entonces Parsifal y tocando la herida del rey con la lanza, logra instantáneamente una milagrosa curación. La música alcanza una sublime elevación en el momento en que Parsifal alza el cáliz resplandeciente, y Kundry cae redimida a sus pies, mientras se oye el coro que, desde la cúpula del templo, canta el milagro de la redención. Desde la altura desciende la Santa Paloma, que viene a posarse sobre la cabeza del héroe.