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Queen, la aristocracia del rock británico

  • Se cumplen 40 años de su formación y 20 de la muerte de Freddie Mercury
  • El grupo creó un estilo propio que aún cuenta con millones de seguidores
  • Sus cinco primeros discos se han lanzado en versión remasterizada
  • Sacha Baron Cohen interpretará a Mercury en la gran pantalla
  • Entra en el especial dedicado a Queen

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No disparen al pianista - En concierto - Queen

El espectáculo debe continuar / En mi interior mi corazón está rompiéndose / Mi maquillaje puede estar desconchándose / pero mi sonrisa todavía sigue.

Así reza el estribillo de The show must go on, el tema que cierra Innuendo, el último disco grabado por la banda británica Queen en vida de su vocalista, Freddie Mercury.

Era 1991 y, pocos meses después, Mercury moría, poniendo punto final a 20 años de una carrera espectacular, en la que la genialidad y los excesos fueron una marca de la casa.

El embrión de Queen se había formado a finales de los años 60 cuando Freddie Mercury se unió a una banda llamada Smile, en la que ya figuraban el guitarrista Brian May y el batería Roger Taylor, junto al bajista Tim Staffell.

Mercury –cuyo nombre real era Farrokh Bulsara- había nacido en 1946 en la isla de Zanzíbar, Tanzania, que por entonces era un protectorado británico.

El joven Mercury pasó parte de su infancia en la India, de donde era originaria su familia, y allí empezó a dar sus primeros pasos como pianista.

Tras regresar a Zanzíbar, el futuro líder de Queen tuvo que mudarse en 1963 a Reino Unido junto al resto de su familia –su padre era diplomático- debido a la situación política de Tanzania, que poco después alcanzaría la independencia.

Ya en Inglaterra, Farrokh Bulsara empezó a acercase cada vez más a la escena artística, militando en varios grupos hasta que se produjo su ingreso en Smile, que pronto se convertirían en Queen y que alcanzarían su formación definitiva en 1971, con el relevo de Tim Staffell por John Deacon en el bajo.

Un estilo propio

El debut discográfico de la banda llegó en 1973. El disco, homónimo, contenía ya muchos de los ingredientes que harían de Queen una de las bandas de mayor éxito durante los 70 y los 80: trabajadas armonías vocales, guitarras contundentes, melodías pop, pasajes operísticos y la utilización de diferentes estilos que, sin embargo, daban como resultado un estilo único y fácilmente diferenciable.

Sin duda, el elemento que sobresalía por encima de todo lo demás era la voz de Freddie Mercury –que a estas alturas ya había cambiado su nombre original por éste, mucho más comercial-, capaz de alcanzar altísimos registros y de adaptarse a diversos géneros.

Mercury aunó influencias dispares –se declaraba fan de Jimi Hendrix pero también de Liza Minelli - y fabricó un personaje histriónico, exagerado y genial que hizo de Queen una banda reconocible durante sus 20 años de trayectoria.

Pero en el conjunto también destacaba la guitarra de Brian May, que asumía en sus riffs las influencias de grupos del momento como Led Zeppelin o Cream pero que mostraba una personalidad propia.

En ello tuvo una gran importancia el sonido de su instrumento, que había diseñado y fabricado junto a su padre, ingeniero electrónico. El hecho de que May utilice monedas en lugar de púas para rasgar las cuerdas acentúa aún más ese sello característico, en el que sobresalen los sonidos armónicos.

La base rítmica formada por John Deacon y Roger Taylor ofrecía la contundencia exigida y redondeaban una formación que se mantuvo intacta hasta el final.

El primer disco logró un éxito discreto, aunque magníficas críticas. Para su continuación, Queen II, el grupo mantuvo una línea idéntica, incrementando las ventas pero sin llegar a despegar del todo.

La hora de Queen

Su momento llegó en 1975. Si ya con su tercer disco, Sheer heart attack, habían logrado mejoras evidentes tanto artísticas como comerciales, gracias sobre todo al éxito de su sencillo Killer queen, con el cuarto, A nigth at the opera, el mundo caería rendido a sus pies.

Tomando prestado el título de la mítica película de los hermanos Marx , A night at the opera contiene trallazos de hard rock –la inicial Dead on two legs, I’m in love with my car-, delicadas baladas –Love of my life-, éxitos pop –You’re my best friend-, elaborados pasajes instrumentales –The prophet’s song- o alegres melodías basadas en el music hallLazing on the sunday afternoon, Seaside rendezvous-.

Y, por encima de todo lo demás, Bohemian rhapsody. Considerado como uno de los mejores temas de la historia del rock , la composición –obra de Mercury- arranca con una delicada melodía que, posteriormente, se convierte en ópera y luego en enérgico heavy-rock..

En definitiva, todo lo que es Queen resumido en 5’54”.

Mucha gente cree que la banda empleó un coro para el segmento operístico pero, en realidad, sólo cantan los cuatro componentes de Queen, que registraron sus voces una y otras vez hasta alcanzar las 180 tomas que componen el resultado final.

Bohemian rhapsody supuso un éxito inmediato y el espaldarazo definitivo para el grupo.

Por fin, América a sus pies

Durante la segunda década de los 70, Queen reinó con suficiencia en Europa, con discos como A day at the races, News of the world o Jazz, en los que repitieron la fórmula de aunar poderosos temas guitarreros con delicadas melodías y ciertos toques de ragtime.

Pero aún faltaba que Estados Unidos cayera a sus pies, algo que no lograrían hasta el cambio de década.

1980 supuso un cambio importante en el sonido del grupo. Hasta entonces, Queen había presumido de no utilizar sintetizadores en sus temas.

Tanto que incluso sus discos lucían una pegatina que rezaba "Sin sintetizadores", quizá un modo de certificar la ‘autenticidad’ de su sonido.

Pero los tiempos estaban cambiando. La llamada ‘nueva ola’ y el sonido disco que habían reinado a finales de los 70 había hecho caer muchos prejuicios. Y Queen aceptó el reto.

The game, aparecido en 1980, mantenía la personalidad de la banda aunque introducía sonidos sintentizados. Pero sobre todo, contenía un tema, Crazy little thing called love, que por fin les permitió conquistar los Estados Unidos.

La publicación del primer recopilatorio de Queen, Greatest hits, supuso la cima de su popularidad al otro lado del Atlántico.

Etapa final

Sin embargo, en años sucesivos la banda fue perdiendo parte de su esencia, sucediéndose entregas irregulares como Hot space, The works o A kind of magic, buenos discos con algunos éxitos destacados que, sin embargo, no estaban a la altura de sus trabajos anteriores.

En 1986, la banda se embarcó en una gira europea, el Magic tour, que pasó por España y que cerró en Knebworth (Reino Unido) ante 120.000 fans que no podían sospechar que estaban asistiendo al último concierto de Queen .

Poco después empezaron las especulaciones sobre si Mercury estaba enfermo de Sida, algo que el cantante, de reconocida condición homosexual, rechazó reiteradamente.

Sin embargo, años después se hizo público que el cantante conocía desde 1987 que padecía la enfermedad.

Pese a ello, el líder de la banda incluso publicó un disco junto a Montserrat Caballé –en el que se incluía el himno de los Juegos Olímpicos del 92, Barcelona- y Queen regresaron al estudio para grabar The miracle, el primer trabajo del grupo que no tuvo la habitual gira posterior.

Aunque la salud de Mercury estaba cada vez más deteriorada, Queen volverían una vez más al estudio para registrar su obra final, Innuendo, que suponía una vuelta a los orígenes, especialmente con el tema-título, una pegadiza balada con un interludio central de guitarra flamenca interpretado por el guitarrista de Yes, Steve Howe.

“Ha llegado la hora”

El 23 de noviembre de 1991 el cantante emitía un comunicado en el que hacía público que estaba enfermo de Sida. “Ha llegado la hora de que mis amigos y seguidores conozcan la verdad y espero que todos se unan a mí y a mis médicos para combatir esta terrible enfermedad”, aseguraba en el texto.

Un día después, Freddie Mercury moría, poniendo punto final a una de las páginas más brillantes y exitosas de la historia de la música rock.

Sin su líder al frente, la continuidad de la banda no tenía sentido. Pese a ello, en años posteriores la industria ha procurado mantener en marcha la máquina de hacer dinero que siempre ha sido Queen, editando recopilatorios, grabaciones en directo y temas inéditos.

Incluso en 2005 Brian May y Roger Taylor se embarcaron en un proyecto con el cantante de Bad Company, Paul Rogers, denominado Queen + Paul Rodgers, en el que interpretaban canciones de ambos grupos, aunque los fans más fieles siempre lo vieron como una deshonra a la memoria de Freddie .

El espíritu de Queen sigue vivo

Hoy, 40 años después de su formación, el espíritu de Queen sigue vivo. La influencia de su música se puede rastrear en numerosas formaciones de estilos diferentes. Artistas como Mika, Muse o Robbie Williams han asumido como propios algunos postulados musicales y artísticos de los británicos.

Coincidiendo con las cuatro décadas de existencia de la banda, los miembros supervivientes han decidido lanzar versiones remasterizadas de los cinco primeros álbumes, iniciativa que tendrá continuidad en próximas fechas con el resto del catálogo de Queen.

Además, la fiebre Queen no remitirá en los próximos meses, ya que en 2012 podría estrenarse una película basada en la vida de Freddie Mercury, al que interpretará el actor Sacha Baron CohenBorat, Bruno-, quien guarda gran parecido físico con la estrella.

Y es que, como ocurre con las grandes bandas desaparecidas de la historia del rock –como The Beatles o Led Zeppelin-, cualquier excusa es buena para recuperar la música de Queen, un grupo que, pese al tiempo transcurrido, sigue reinando en las preferencias de millones de aficionados.

RTVE

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