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John Fitzgerald Kennedy o el sueño americano

  • En la construcción de ese icono jugó un papel decisivo la televisión
  • Encarnaba todo aquello que un hombre americano medio deseaba ser
  • Para muchos, su muerte representó una incalculable pérdida de futuro
  • Analizamos al detalle el asesinato de Kennedy en nuestro especial

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Fotografía fechada el pasado 12 de diciembre de 1962 que muestra al presidente estadounidense John F. Kennedy durante un discurso en la Universidad Rice de Houston
Fotografía fechada el pasado 12 de diciembre de 1962 que muestra al presidente estadounidense John F. Kennedy durante un discurso en la Universidad Rice de Houston, Texas, Estados Unidos.

El 22 de noviembre de 1963 el presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy caía asesinado en Dallas. El dolor y el impacto de que aquellas dramáticas escenas, grabadas por las cámaras de diversos espectadores, la controversia posterior desatada tras la versión oficial de los hechos y, en definitiva, la desaparición de un personaje que había generado ilusión y esperanza a un mundo bastante necesitado de ellas, abrieron una profunda herida en la sociedad norteamericana y mundial, al tiempo que la figura de Kennedy era ensalzada a la categoría de mito.

A lo largo de estos cincuenta años, mientras la vida y muerte de John F. Kennedy eran analizadas desde todas las perspectivas imaginables, muchos analistas se han preguntado por su verdadera talla política. Para algunos, más allá de su imagen seductora y de la ignominia de su muerte, no queda gran cosa. Para otros, sin embargo, en su gestión política hubo más luces que sombras.

Sea como sea, lo que resulta indiscutible es que con John Kennedy entró en la Casa Blanca un aire renovado que olía a cambio y que parecía poner a la juventud muy cerca de la dirección del mundo. Fue el primer mandatario de Estados Unidos nacido en el siglo XX y, con solo 43 años, el presidente más joven salido nunca de las urnas y el primero de ascendencia católica.

Y a todo eso había que añadir que la familia Kennedy era, sin duda, uno de los grandes exponentes del american dream, el sueño americano que James Truslow Adams cita por primera vez en su obra La épica estadounidense de 1931.

Kennedy nació con la telegenia o la telegenia nació con Kennedy

Apenas un siglo antes de la muerte de JFK, el primer Kennedy del clan había desembarcado en Estados Unidos como un inmigrante sin recursos económicos procedente de Irlanda.

Sin embargo, cuando JFK llegó a la Casa Blanca, los Kennedy aparecían a los ojos del mundo como una familia de la realeza, más que como un clan de nuevos ricos de Nueva Inglaterra. Un Kennedy era presidente de Estados Unidos al mismo tiempo que otro (Robert) era el fiscal general del estado y un tercero (Edward) era senador por Massachussets.

Kennedy cautivó al público: encarnaba todo aquello que un hombre americano medio deseaba ser

Desde la Casa Blanca Kennedy cautivó al público a través de una imagen que encarnaba todo aquello que un hombre americano medio deseaba ser. Rico, intelectual y padre de familia ejemplar.

en la construcción de ese icono jugó un papel decisivo la televisión, que irrumpió de forma fulminante en la vida política norteamericana. JFK alcanzó la presidencia tras haber mantenido con el republicano Richard Nixon cuatro debates televisivos, los primeros de la historia entre dos candidatos a la Casa Blanca. Y las ruedas de prensa pasaron a retransmitirse en directo por televisión. Una de dos: o Kennedy nació con la telegenia o la telegenia nació con Kennedy.

Aunque no todo fue imagen y fachada. JFK se rodeó de un equipo que aunaba por igual juventud, talento e ilusión. Tanto en los cargos políticos, donde Robert McNamara dirigió el Departamento de Defensa y Robert Kennedy el ministerio de Justicia, como en los cargos técnicos, donde Kennedy se rodeó de un brillante grupo de jóvenes asesores personales; Ted Sorensen, Larry O’Brien, Ken O’Donnell, Pierre Salinger o Arthur Schlesinger.

La política interior

Es posible que la Nueva Frontera no respondiera a las enormes expectativas que habían despertado el carisma y la popularidad del joven presidente. Pero Kennedy solo estuvo en la Casa Blanca mil días, es decir, casi un suspiro. Y sin embargo fueron mil días absolutamente frenéticos.

A escala interna, las políticas integracionistas de Kennedy y su apoyo a la lucha por los derechos civiles de las personas de raza negra desataron una espiral de violencia en los estados del sur cuyas imágenes conmocionaron al mundo. Sin embargo, de aquella cruzada antisegregacionista surgieron las leyes que posteriormente aprobaría Lindon B. Johnson y que, después de 40 años, se vieron culminadas con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca.

Y aún dentro de las fronteras de Estados Unidos, la persecución que la administración Kennedy llevó contra la Cosa Nostra y el crimen organizado, superó cualquier acción precedente.

Como tampoco tuvo precedentes el enfrentamiento contra las grandes empresas del acero, a las que Kennedy impidió subir los precios del metal, iniciando casi un centenar de procesos antimonopolios contra las principales multinacionales.

La política exterior

En el ámbito internacional, la Guerra Fría y los sucesivos movimientos geoestratégicos de soviéticos y norteamericanos por mantener su espacio vital en el mundo, creó un permanente estado de tensión: la frustrada invasión de Cuba, el alzamiento del muro de Berlín, el envío de los primeros emisarios a Vietnam o la crisis de los misiles soviéticos.

A juicio de muchos analistas, este último episodio ocurrido en octubre de 1962, y la habilidad con la que Kennedy evitó el enfrentamiento atómico con la URSS, pareció marcar un punto de inflexión en su gestión al frente de la Casa Blanca. En primer lugar, Kennedy había sido capaz de contener a la mayoría de los integrantes de su Consejo Nacional de Seguridad (ExCom), partidarios de bombardear las bases de misiles soviéticos instalados en Cuba.

Por otro, la bisoñez e inexperiencia mostrada un año antes por Kennedy en la otra crisis cubana, durante el frustrado desembarco en Bahía Cochinos (abril de 1961), se habían convertido esta vez en un gran éxito diplomático.

Kennedy no solo había demostrado que podía mantener un duelo al sol con la otra superpotencia, sino que podía ganarlo aplicando una máxima de James Kennet Gallbraith: “Nunca negocies con miedo, pero nunca tengas miedo de negociar”. O lo que es lo mismo, el triunfo del diálogo sobre la intimidación.

Kennedy envió los primeros soldados estadounidenses a Vietnam

Y en el episodio más ambiguo de su presidencia, nos encontramos con el envío de los primeros emisarios norteamericanos a Vietnam. Si Kennedy pretendía, o no, retirar en un futuro a las tropas estadounidenses desplazadas al sudeste asiático, como afirmó Arthur Schlessinger, es algo que no podemos saber con certeza. Pero resulta harto significativo que, bajo su mandato, Estados Unidos envió 16.000 soldados a Vietnam. Un año y medio más tarde, bajo la presidencia de Lindon B. Jonson, esta cifra superó el medio millón de efectivos.

Tal vez una de las mejores explicaciones del mito que se avecinaba, la diera a finales de 1963 Ted Sorensen, autor de los brillantes discursos de Johnn F. Kennedy: “A muchos americanos la desaparición de Kennedy les ha afectado tanto o más profundamente que la muerte de sus padres. La razón, pienso, está en que la muerte de los padres representa la pérdida del pasado, mientras que la pérdida del presidente Kennedy ha representado una incalculable pérdida de futuro”.

*Ernest Bascompte es Periodista de TVE y autor de John F. Kennedy. Contrato de Ejecución (1995).