Lotería de Navidad: La ilusión de un niño
- Jesús Álvarez Cervantes recuerda a su padre, el primer presentador del sorteo de Navidad en TVE, Jesús Álvarez
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Mi infancia son recuerdos…de los sorteos de la Lotería de Navidad. Que me perdone el poeta, pero para mí, el 22 de diciembre de cada año, de aquellos primeros años de mi vida suponía una dosis extra de ilusión. De esa ilusión que cada Navidad impregna a los niños por tantas y tan buenas razones: las vacaciones, el belén, el árbol con sus bolas y sus luces, pero sobre todo la llegada de los Reyes Magos, tan puntuales a su cita con todos y cada uno de los hogares, que la inocencia de un chaval no abarcaba a interpretar el milagro de que todos los niños recibieran los regalos en una misma noche.
Pero volviendo al 22 de diciembre, para mí esa ilusión extra se traducía en una recompensa no en forma de millones de pesetas, de las de entonces, ni tan siquiera de una pedrea o reintegro, claro, sino en forma de los variopintos regalos que mi padre nos traía a mi hermana y a mí el día del sorteo de Lotería de Navidad.
Eran los albores de la televisión en nuestro país y seguramente yo acabaría de descubrir que mi padre se dedicaba o tenía una profesión muy distinta a la de los padres de mis compañeros de colegio. Sí, mi padre era presentador de televisión. Así, a secas. No hacía falta aclarar que era de TVE, porque Televisión Española era la única que había en nuestro país. Por eso seguramente, sus presentadores eran conocidos y reconocidos en todos y cada uno de los hogares que poseían uno de aquellos aparatos que habían hecho realidad el poder ver las imágenes e las cosas que sucedían lejos.
El primer presentador del sorteo y del telediario
Mi padre fue el primer presentador del telediario, el hombre que se asomó por primera vez a las casas de todos para contar las noticias que se producían dentro y fuera de nuestras fronteras en imágenes pero su carrera profesional fue mucho más allá del telediario. TVE comenzaba a expandir sus emisiones realizando diversas coberturas entre las que destacaba, todos los años, al menos desde que tengo uso de razón, el sorteo de la Lotería de Navidad.
Era una jornada intensa y llena de expectación. Recuerdo que nuestra casa se solía llenar de vecinos que no disponían aún de televisor, para ver con sus propios ojos el sorteo extraordinario de la Lotería. Allí, en aquella caja mágica (después llamada tonta), los niños de San Ildefonso acompasaban con sus educadas y sonoras voces la salida de las bolitas de los números y las cantidades agraciadas. Una transmisión que poco a poco se iba haciendo monótona hasta que salía alguno de aquellos premios tan esperados por todos los que habían depositado en el boleto de turno la esperanza de convertirse en nuevos millonarios.
Con el paso de las horas, el sorteo llegaba a su fin. No existían los medios de hoy en día para conocer al instante las administraciones que habían llenado de felicidad a unos y de salud a otros, mucho menos sus caras, por lo que no sería hasta después, en el telediario de las tres de la tarde cuando se tendrían los primeros detalles de premios y premiados.
Regalos de lotería
Para mi hermana y para mí el premio Gordo llegaba por la tarde, cuando mi padre regresaba a casa después de su jornada extra de trabajo, sorteo extraordinario y Telediario, con unos regalos que a nosotros nos hacían tan felices como si nos hubiera tocado el primer premio. Se trataba de toda una suerte de postales, bolígrafos, libretas y un largo etcétera de objetos relacionados con la lotería que nos ocupaban durante buena parte de las Navidades.
Las postales creo recordar que recreaban situaciones y acciones de sorteos anteriores con un buen toque de humor que les daban los dibujantes más afamados del momento. Instantáneas que nos recordaban los tópicos de convertirse en millonario, como tirar literalmente la casa por la ventana, o al menos algunos muebles, o fumarse un buen puro cuando fumar no estaba tan mal visto como hoy día…en fin, típicos tópicos que cada año se repiten como la historia del propio Sorteo de Navidad.
Situaciones y recuerdos que nos vuelven a ilusionar con la esperanza de que alguna vez nos caiga el premio Gordo, pero siempre con el recuerdo de los días felices de Navidades pretéritas y de las ilusiones que como niños nos producía la llegada de la Navidad con el sorteo de la Lotería.