Un adiós a tu altura, Ali
- Este adiós recoge las palabras, los recuerdos y las emociones de compañeros, amigos y alumnos
Ninguno estaba preparado para decirle adiós. Alicia Gómez Montano era una mujer de entusiasmo inagotable por la gente, por su trabajo, por sus alumnos. Una adicta a la vida que nunca se conformó con la generación en la que le había tocado nacer y siempre intentó saber más y más, tendiendo puentes entre veteranos y noveles.
Alicia era muchas porque a cada uno de nosotros nos hacía sentir únicos. Por eso para escribirla y contarla, solo se puede hacer a muchas voces, a muchas manos... Este artículo está escrito con las palabras, los recuerdos y las emociones de muchos compañeros. Son cien artículos en uno.
Lo suyo era crecer, acoger, compartir, superarse… Con su irreverente sentido del humor, era capaz de hacer saltar por los aires la tensión propia de una reunión decisiva. Su inteligencia, también emocional, le hacía una fantástica “solucionadora” de crisis a golpe de osadía y desparpajo.
Fue una de las primeras en entender que la televisión es la comunión entre texto e imágenes y, en eso, su pluma brillaba más que ninguna, empleando siempre la palabra precisa.
Su trabajo está entre lo mejor del periodismo audiviosual de este país. Siempre envidiamos su capacidad para construir un buen guión, dando los paso en la dirección correcta, descubriendo todas las aristas, con el tono y el ritmo adecuados. Era capaz de dar lustre a un ladrillo. Si hay un reportaje que se debería enseñar en las aulas de periodismo es Francis Bacon, la mirada oblicua. Un título que ya, en sí, es una obra de arte.
Montano era Periodismo y la semana no tenía suficientes horas para tantos proyectos como quería arrancar: tele, radio, web... Su forma de entender el éxito pasaba simplemente por hacer bien su trabajo, que minuciosamente preparaba.. Cuando ya la redacción dormía, ella seguía rematando esa pieza para dejarla perfecta para el día siguiente.
La anfitriona impecable
En el trabajo era más profesional que ninguna, siempre disponible, siempre justa... Pero fuera, la más alegre, la más mordaz, la más generosa... la que siempre nos hacía sentir como en nuestro propio hogar cuando recalabas por Madrid.
Perdió la cuenta de cuánta gente tenía llaves de su casa...Ella, la impecable anfitriona, generosa en tiempo, botellas de vino y pastel de berenjena para su legión de amigos. Entre ella y Rosita, su lora y uno de sus grandes amores, sabían agasajar a todo aquel que llamaba a su puerta.
A mí, por ejemplo, me solía preparar una ensalada de tomate que solo ella sabías hacer y una tortilla. Y hablábamos. De la vida. Nos contábamos secretos. Y nos decíamos buenas noches y buenos días. Esa última cena fue la primera y única vez que me dijo que tenía miedo. No dormí en toda la noche. Hoy solo puedo mirar sus fotos, leer sus mensajes de Whatsapp, recuperar sus notas de voz. Una y otra vez.
Era impresionante saber que si alguno de nosotros le acompañaba a algún evento donde no conocíamos a nadie, en solo unos minutos nos descubríamos tuteando a todos porque Montano hacía de nexo para arroparnos. Siempre fue la gallina clueca que a todos acogía cuando soplaba vendaval.
Muchos de nosotros la conocimos hace ya más de 30 años cuando llegó a Madrid con sus mechas de tres colores para ser jefa de Nacional del Telediario. Atrás había dejado Pamplona, donde tanto aprendió presentando el informativo que dirigía. A otros nos conquistó más tarde cuando ya tenía ese aura de periodista de raza, inaccesible, que se desvanecía en cuanto nos provocaba con su primer disparate.
En estos último años cada día llegaba a la redacción de la tercera planta cargada con sus bolsos, con sus carpetas. Alicia siempre llevaba un cargamento de documentos y papeles sobre el reportaje que se traía entre manos o sobre cualquiera de las causas justas en las que se embarcaba. Se detenía en esta o aquella mesa para cocinar el anecdotario de turno, bien cargado de picante. Luego un coro de risas le acompañaba hasta su sitio.
Memorables son sus salidas, como la que tuvo con aquel doctor que la operó, que aún se sonroja al recordar cómo tras despertar de la anestesia le inquirió: “¿Es usted el que me ha metido mano?”.
Maestra y becaria
Su intuición para detectar el talento fue uno de esos dones que le acompañó desde siempre. A sus taitantos -no entraremos en groserías-, lucía orgullosa el carné de becaria de las cosas que no sabía. Porque tenía tanta sed por aprender que no le importaba empezar de nuevo 40 años después de haber iniciado tu carrera… Nuevos retos, siempre nuevos retos.
Durante el último año, su mayor orgullo fue ser elegida por el comité de expertos como la número 1 de entre todos los candidatos a presidir RTVE por concurso público. Su gran deseo habría sido llegar a ocupar ese puesto por este procedimiento, en una lucha defendida por muchos compañeros y que ella simbolizaba, siendo cabeza visible de @MUJERESRTVE, lo mejor que le había pasado en los últimos años, según sus palabras. Años antes, ya había dedicado cientos de horas a lograr el sobresaliente Cum Laude de su tesis doctoral sobre la manipulación, porque la defensa de RTVE y la vida académica eran para ella parte importante de su vida.
Para sus alumnos, Montano era el ejemplo de que los más grandes son habitualmente los más humildes: siempre sacaba tiempo para empujar al joven, para aconsejar al perdido, para enfrentar al poderoso. Y lo hacía irradiando optimismo, alegría, entusiasmo, ilusión por esta profesión que nos unió. Para ella, resultaba decisivo hacer entender a los futuros periodistas la importancia de este oficio para la sociedad y nunca reparó ni en horas ni en esfuerzos para preparar a conciencia esas clases.
Como jefa somos muchos los que la recordamos como la gran defensora de nuestro trabajo ante los jefes, siempre leal al débil pero respetuosa con la decisión ajena y difícil de tomar. Nos escuchaba con pasión haciéndonos sentir decisivos, cuando en realidad nos había tocado hacer la noticia del tema más soporífero del día.
Tan carismática, tan líder, tan íntegra, tan honesta… Tan comprometida con su tiempo y con sus ideas, con la libertad, con la igualdad. ¡Tenía tanta capacidad para trabajar, para amar, para vivir!
Alicia era un ser de luz, era una luciérnaga, pequeña y rápida, con esa fuerza que al entrar en una sala se paraba el aire y llegaba la primavera. No cabe en ningún texto todo lo que nos ha regalado con su presencia.
Gracias, y buen viaje
Capaz como pocas de estar en una recepción con líderes mundiales y al día siguiente en una humilde cena en una favela, Alicia era un ser especial.. Coqueta confesa, invirtió gran parte de sus ahorros en su visita semanal a la peluquería, estuviera donde estuviera.
Y ahora nos resistimos a decirle adiós, ni siquiera hasta luego. Solo ansiamos saludarla como cada mañana al llegar a la redacción con ese “¿Qué tal darling?” y escucharla contestar mirándonos de arriba abajo: “¿Mercadillo?”.
Siempre tenía tiempo para una carcajada, con su don natural para poner desde la elegancia y agudeza motes a sus compañeros. Pero a reírse empezaba por ella misma, como en aquella fiesta en la que sonaba ‘I want to break free’ y la bailó con aspiradora incluida.
Y hoy, aquí nos tiene, vacíos y aturdidos, desobedeciendo aquella petición que nos hizo hace tiempo con su singular humor negro: “No dejéis que me hagan una necrológica en el Telediario, acabaría con mi prestigio”.
Nos deja huérfanos demasiado pronto, aunque siempre iba a ser demasiado pronto.
Gracias por todo y buen viaje, amiga.
El adiós de Pedro Almodóvar
Desde hace cuatro décadas Alicia Gómez Montano siempre estuvo presente en mi vida, profesionalmente y como amiga cómplice. Creo que es la única periodista que de modo natural intimó también con mi familia. Recuerdo que fue ella con su habitual delicadeza la que hizo la última entrevista de mi madre. Recuerdo su vitalidad y sentido del humor, su alegría para enfrentarse a las asperezas de la vida. No me hago a la idea de que ya no esté con nosotros.