El Lavapiés musical
- Nuestras ansias de conocer Madrid nos han llevado este primer trimestre a asomarnos al barrio de Lavapiés, uno de los más castizos de Madrid.
- Justo en la plaza que le da nombre iniciamos el recorrido, siempre acompañados por Esther, nuestra guía, que se lo suele currar a fondo.
Al parecer, el nombre de Lavapiés no se sabe muy bien de dónde viene, pues si hace años se decía que allí existía una judería, estudios más recientes han señalado que no es cierto.
Lo que sí es verdad es que existía una fuente, donde es posible que los campesinos que llegaban a Madrid desde otros puntos se adecentasen un poco, dejando atrás el polvo del camino, y algunos señalan que, al estar la plaza de Lavapiés por debajo de la calle Atocha y Magdalena, bajando hacia ella tres grandes cuestas como son la calle de Lavapiés, la del Olivar y la del Ave María, si llovía, el agua bajaba por las pendientes y formaba un lodazal en la plaza por lo que era imposible cruzarla sin mojarse los pies.
Nuestro paseo comenzó bajo el lema: Lavapiés y la música, y uno de los primeros lugares en que nos detuvimos fue en la esquina de la calle del Olivar. Allí durante el siglo XX estuvo el bar Candela, un lugar donde se cantaba buen flamenco y se solían juntar tanto figuras sobresalientes de ese arte como aficionados, que acudían a oírlos y aplaudirles. El bar se cerró hace algunos años, pero antes sufrió un cambio que venía de la mano del tiempo, el cante hondo dio paso al rock and roll. Fue un tiempo breve porque con el bar Candela acabaron los intereses de los herederos del dueño. Hijos y hermano, peleando por controlar el local, lo llevaron al cierre.
También triunfó la revista
Desde la plaza fuimos a ver lo que antaño fue el teatro Barbieri. Su arquitecto, Francisco de Urquiza, lo concibió más como auditorio de conciertos que como modesto teatro de barrio. Su audaz diseño lo convirtió en uno de los mejores ejemplos de la arquitectura de hierro y cristal de la capital. Tenía capacidad para 1200 espectadores, además de café, camerinos, oficinas y almacenes. Se estrenó con el sainete «Los celos del tío Macaco» con música de Jiménez Leyva. Dentro de su programación estaba el incipiente mundo de la revista y en él triunfo una vedette alemana llamada Augusta Bergé y allí cantó por primera vez una canción que casi siempre se nombra vinculada a la Chelito. Hoy el nombre de Augusta Bergé es desconocido para prácticamente todos los vecinos de Lavapiés y el teatro Barbieri es un garaje. La canción, pícara y desenfadada permanece en la memoria no solo de muchos madrileños, sino de otros muchos españoles,
Abandonamos el lugar y por la calle de la Fe nos encaminamos hacia la calle del Salitre, que debe su nombre a la Real fábrica del Salitre que allí estuvo ubicada, aunque aproximadamente durante 40 años del siglo XX llevó el nombre de Baltasar Bachero, en recuerdo de un acto heroico allí ocurrido. En 1967 se volvió a su primitivo nombre.
Allí, situados frente a la Iglesia de San Lorenzo, completamente reconstruida tras la Guerra, nuestra guía nos habló del Barberillo de Lavapiés, zarzuela del maestro Barbieri, con letra de Luis Mariano de Larra, hijo de Mariano José, estrenada en 1876. En cierto modo tanto el título como algunos aspectos de esta zarzuela recuerdan a El barbero de Sevilla, de Rossini, pero la mención a lugares como la calle del Ave María, la de la Fe, la propia Iglesia de San Lorenzo, entre otros, le dan soporte ambiental y un casticismo propio de la época.
Volviendo por la calle de la Fe, salimos nuevamente a la plaza, para situarnos frente al Teatro Valle Inclán, Centro Dramático Nacional.
En 1908 se construyó un teatro al que su propietario dio el nombre de «Lo Rat Penat» para rendir tributo a su tierra natal, Valencia. En su decoración había profusión de murciélagos y su propósito era proporcionar a los habitantes del barrio espectáculos populares a precios moderados. Aparte de las funciones teatrales, la sala ofrecía conciertos, espectáculos de variedades y proyecciones de cine por la noche. La sala, se prestaba también para mítines y asambleas.
Mas tarde pasó a ser el cine Olimpia, que en 1980 era considerado el más antiguo de Madrid. Muy deteriorado, se decidió construir sobre su solar el actual teatro Valle Inclán, con dos salas, una con el nombre del escritor gallego y otra más pequeña que lleva el nombre de Francisco Nieva.
Música para algunos de sus históricos habitantes
Salimos de la plaza con música en los auriculares referente a Luis Candelas, quien según nos explicó la guía fue vecino del barrio, y en un pozo que existe en el patio de la corrala de la calle Tribulete escondía el botín de sus robos. Y al girar por Embajadores llegamos a la Plaza de Agustín Lara, no sin antes escuchar la música dedicada a la chica del 17 de la Plazuela de Tribulete.
Agustín Lara fue el gran compositor mejicano que nos obsequió el chotis Madrid, aunque según nos contó la guía ahora parece que se está revisando la veracidad de este hecho, dado que él por entonces no conocía Madrid. No sé lo que puede haber de verdad en la autoría de esta música, pero creo que todos nosotros pertenecemos a una Empresa en la que no resulta extraño hablar de una cosa sin haberla visto. Basta documentarse.
Nuestro paseo finalizó ante el Teatro Pavón, erigido entre 1924 y 1925. Fue uno de los primeros edificios madrileños construidos enteramente en estilo art déco, obra del arquitecto Anasagasti. Aquí Celia Gámez estrenó Las Leandras. El siglo pasado fue utilizado como cine, y abierto y cerrado varias veces. Al comenzar el siglo XXI se inició una rehabilitación total y, según el proyecto nacido en 2021, estará dedicado a obras musicales. Ante sus puertas nos despedimos y el grupo se desvaneció por las estrechas calles de Lavapiés.