Adolfo Suárez, uno de los nuestros
Se ha cumplido una década, ¡quién lo diría!, desde que Adolfo Suárez González nos dejó sembrando de ausencias y recuerdos una España que, con su personalidad y empeño, había contribuido eficazmente a retornar al club de los países libres tras largos años de oscurantismo político y anquilosamiento social. Efemérides que coincide con los 50 años desde que Adolfo (que así gustaba que le llamáramos) abandonara la dirección general de RTVE para entrar definitivamente en la Historia de España como el primer presidente de la democracia tras el fallecimiento del general Franco y la llegada a la Jefatura del Estado del Rey Juan Carlos I. Y estoy plenamente convencido de que si aún viviera no dudaría en unirse a este colectivo de veteranos de RTVE para decir con nosotros: Aquí estamos. Porque, más allá de la gigantesca dimensión que alcanzara su figura, Adolfo fue siempre y lo seguirá siendo en la memoria uno de los nuestros.
Tras una breve etapa ocupando la Dirección de Programas de TVE y poco más de un año de experiencia política activa como Gobernador Civil de Segovia, Adolfo Suárez llegó en 1969 a la Dirección General, donde permanecería por espacio de cuatro años para dar un impulso de innovación y entusiasmo en todas las áreas de trabajo como yo no recuerdo en mis treinta años de colaboración en el medio ni antes de su llegada ni después de su marcha. Dotado de una personalidad abierta y seductora, dejó bien claro desde un primer momento que el entusiasmo, el talento y el esfuerzo eran innegociables para él. Se rodeó de los profesionales más capacitados para dirigir las diferentes áreas de gestión sin dejarse llevar por filias y fobias políticas o personales propias de un momento en que la atmósfera de un futuro incierto empezaba a ser más que evidente. Se hacía necesario inyectar un chute de ilusión en la sociedad, y él era consciente de que, para conseguirlo, la televisión era herramienta imprescindible. Puso al frente de la Secretaría General a Juan José Rosón, hombre de su confianza, y mantuvo a Luis Ezcurra en la Subdirección General, para gestionar y liderar las dos grandes áreas desde donde se hacía necesario dar un impulso de modernización y creatividad a los contenidos de las dos cadenas y, por supuesto, a la expansión internacional de las mismas, reforzando sustancialmente las relaciones con la UER (Unión Europea de Radiotelevisión) y abriendo camino hacia Iberoamérica con la creación de la OTI (Organización de Telecomunicaciones de Iberoamérica) cuya fundación fue sancionada por el propio Ezcurra y Emilio Azcárraga, presidente de Televisa de México, el 19 de marzo de 1971.
No fue demasiado larga la etapa de Adolfo Suárez como director general de RTVE. Pero dejó huella. Resultaría prolijo enumerar todos los logros conseguidos. Me limitaré a recordar algunos de los más evidentes y reconocibles de cuantos forman parte de su legado y que sentaron las bases de esta televisión multimedia que disfrutamos hoy. En esos cuatro años de su mandato se llevaron a cabo las primeras emisiones en color; se creó Estudio Estadio, mítico programa deportivo; se inició un proceso notable de apertura informativa potenciando la red de corresponsales por el mundo y con la puesta en antena de programas como Informe Semanal y Los reporteros. El hecho cultural tuvo notable presencia en la parrilla con series y programas como Si las piedras hablaran, Rimas populares, Planeta azul, Crónicas de un pueblo. Continuó el formidable Estudio Uno, creado en 1965, cuando era Director de Programas de TVE, con la representación de la más completa antología del Teatro Clásico que yo recuerde, para lo que contó con grandes directores-realizadores: Juan Guerrero Zamora, Pedro Amalio López, Alberto González Vergel o Gustavo Pérez Puig; programas de entretenimiento que han sido y son verdaderos referentes en la historia de la televisión como Un, dos, tres, responda otra vez, jamás superado como concurso hasta la fecha. Talento a raudales de auténticos genios que siempre perdurarán en la memoria como Chicho Ibáñez Serrador, Fernando García de la Vega, Valerio Lazarov, Miguel de la Quadra-Salcedo, Félix Rodríguez de la Fuente, Jesús Hermida, por nombrar unos cuantos de los muchos que fueron.
Aparte su liderazgo incontestable, Adolfo Suárez supo transmitir a cuantos trabajamos a sus órdenes por aquella época un sentido extraordinario de la responsabilidad. Y nos inculcó una ilusión por el futuro de España, que él mismo empezaría a mostrar sutilmente dando a conocer a los españoles la imagen juvenil y moderna del príncipe Juan Carlos, a quien el propio general Franco había señalado como su sucesor en la Jefatura del Estado. No hubo viaje, acto público o representativo del joven príncipe en el que no estuvieran presentes las cámaras de Televisión Española; se dedicaron amplios reportajes a mostrar su formación académica y militar, sus recorridos por la geografía española y su relación con las distintas casas reales europeas. Así, lentamente y paso a paso, Adolfo Suárez empezó a crear toda una corriente de simpatía y aceptación hacia el futuro Rey de España por parte de la sociedad española. Tal y como digo en mi libro Relatos de mi memoria: “aquello fue como un máster de preparación para afrontar el difícil reto que la Historia le tenía reservado”. Como también sería el inicio de una relación cercana y de confianza por parte de ambos personajes, que culminaría en la designación real de Adolfo Suárez como presidente del primer gobierno democrático de España tras cuarenta años de dictadura.
Como decía al principio, ahora se cumplen los primeros 50 años desde que Adolfo Suárez cerrara tras de sí la puerta de su despacho en Prado del Rey con el deber cumplido para iniciar aquella suprema y apasionante aventura: devolver a los españoles la paz, la concordia y la libertad. Fueron gigantescos los logros y parcos los reconocimientos. Pero, más allá de los plácemes, condecoraciones y títulos nobiliarios que le fueron dados, el mayor acierto para honrar su memoria ha sido el de bautizar con su nombre el Aeropuerto Internacional de Madrid Barajas por el que cada día entran y salen de un país libre millones de ciudadanos de todas partes del mundo.
Gracias Adolfo, Director General, Presidente y amigo. Uno de los nuestros